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Escurriendo el bulto

31 de julio de 2003

En el blanco de la crítica, el primer ministro británico, Tony Blair, eludió las preguntas incómodas en su última conferencia de prensa antes de las vacaciones y volvió a justificar su respaldo a la guerra contra Irak.

Blair insiste en que la guerra contra Irak fue correcta.Imagen: AP

Simbólicamente hablando, Tony Blair se amparó hoy en la quinta enmienda, aquel acápite de la Constitución estadounidense que permite guardar silencio a un interrogado. Claro está que Gran Bretaña no es Estados Unidos y una conferencia de prensa no tiene nada que ver con un tribunal. Pero la actitud evasiva del primer ministro británico ante las preguntas de los periodistas demuestra que la crisis no está superada. Por ejemplo, no quiso hacer declaraciones en torno la muerte del experto en armas David Kelly, remitiéndose a la investigación judicial en curso, cuyo resultado aún habrá que esperar.

El problema de fondo

Pero el caso Kelly y la consiguiente polémica entre el gobierno y la BBC por la información que entregó el fallecido asesor del ministerio de Defensa, no es en realidad el problema de fondo. Fuentes de la oposición creen incluso que se utiliza el tema para distraer de lo medular: las dudas sobre el manejo oficial de los antecedentes entregados por los servicios de inteligencia acerca del armamento iraquí, con la intención de exagerar el peligro y justificar una intervención militar contra el régimen de Saddam Hussein.

Tony Blair, aferrándose a su postura, reiteró que la guerra era necesaria. "Lo que hicimos en Irak fue correcto y estaba justificado", señaló el gobernante, agregando que el gobierno tendrá que demostrar que tenía razón, "tanto en lo que respecta a las armas de exterminio masivo como en lo tocante a las mejoras en Irak". La pregunta es cómo se propone hacerlo, más allá de cruzar los dedos para que las fuerzas estadounidenses y británicas logren por fin encontrar los peligrosos arsenales que supuestamente poseía Saddam Hussein.

Las críticas no se acallan

Tampoco será fácil convencer a la opinión pública de que la situación en Irak ha mejorados sustancialmente, mientras sigan llegado desde allí informaciones del descontento de la población por las dificultades cotidianas que enfrenta y, sobre todo, mientras no cese la resistencia, que cobra periódicamente víctimas entre las tropas de ocupación.

Lejos de haberse aplacado, los críticos de la guerra siguen pidiendo explicaciones. Y los dardos también se lanzan desde las filas laboristas. Glenda Jackson, quien integró el gabinete ministerial entre 1997 y 1999, demandó días atrás la renuncia del premier; por su parte, la ex ministra de Ayuda al Desarrollo, Clare Short, que renunció a su cargo tras la guerra contra Irak, acusó al jefe de gobierno de "abuso de poder" y dijo al periódico The Independent que la tragedia del suicidio de Kelly es un símbolo de lo obsesionado que está Blair por manejar los hilos tras bambalinas. La polémica probablemente enturbiará las vacaciones del primer ministro, por mucho que haya demostrado buen ánimo en la conferencia de prensa de hoy. Por lo pronto, a la pregunta de si dimitiría de no encontrarse armas exterminio masivo en Irak, respondió que sigue tan entusiasmado como siempre con su cargo. No obstante acotó que el electorado decidirá si obtiene o no un tercer mandato. Y ahí puede radicar Asu problema.

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