España busca que EE.UU. se lleve tierras contaminadas
10 de mayo de 2023
Madrid dice "avanzar" en acuerdo con Washington para que este se lleve las tierras contaminadas con plutonio tras accidente aéreo en 1966, en el que un bombardero con bombas termonucleares se estrelló cerca de Almería.
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Es un tema que planteará el presidente del Gobierno español, Pedro Sánchez, al mandatario de Estados Unidos, Joe Biden, en la reunión que mantendrán el viernes 12 de mayo en la Casa Blanca. También se encuentra en la agenda de la reunión entre el ministro de Asuntos Exteriores de España, José Manuel Albares, y el secretario de Estado de Estados Unidos, Antony Blinken, de este miércoles 10 de mayo en Washington.
"Vamos a ver cómo va la conversación. Los contactos preliminares son buenos", explicaron fuentes conocedoras del asunto, que esperan que de estas conversaciones salga ya un acuerdo sobre el siniestro nuclear de hace 57 años. El Departamento de Estado no ha respondido a una solicitud de información de EFE sobre el caso Palomares. Madrid y Washington suscribieron en 2015 un compromiso político para trasladar las tierras contaminadas al desierto de Nevada, una reivindicación que ha reactivado el actual Gobierno español.
El diario El País informó en marzo que el Ministerio de Asuntos Exteriores presentó a Estados Unidos "la petición oficial para que se proceda a la retirada de las tierras". El mismo diario habla hoy de acuerdo, aunque las fuentes consultadas por EFE no lo confirman.
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Tres de cuatro bombas termonucleares casi borran del mapa a Andalucía
El 17 de enero de 1966, durante una maniobra de reabastecimiento, un bombardero de largo alcance B-52 del US SAC y un avión cisterna colisionaron sobre la costa mediterránea española, cerca de Almería. Ambas aeronaves se estrellaron incendiándose. El bombardero, que realizaba un vuelo de patrulla, llevaba a bordo cuatro bombas termonucleares. Tres de los peligrosos artefactos explosivos cayeron al suelo en la colisión, cerca del pueblo de Palomares, provocando la contaminación radiactiva de la zona circundante.
En total, se trata de 50.000 metros cúbicos de tierras contaminadas con medio kilo de plutonio y que hacen que el estigma radiactivo perdure en Cuevas de Almanzora, el municipio almeriense al que pertenece Palomares y Villaricos, más de medio siglo después.
El Estado español busca expropiar 44 parcelas contaminadas
El accidente nuclear de Palomares ocurrió el 17 de enero de 1966, cuando dos aeronaves de la Fuerzas Aérea de Estados Unidos colisionaron provocando el desprendimiento y caída de cuatro bombas termonucleares. Las tierras afectadas siguen repartidas por 44 parcelas que el Estado intenta expropiar ahora.
En 2015, se llegó a un acuerdo político sin ninguna vinculación jurídica por el que España se encargaría de la limpieza y Estados Unidos se quedaría con las tierras radiactivas. Pero ese memorándum nunca se llegó a desarrollar y la contaminación perdura en Palomares.
jov (efe, elpaís, eldebate)
32 años después: los últimos habitantes de Chernóbil
Después de más 30 años del desastre nuclear de Chernóbil, 30 kilómetros a su alrededor están considerados como "inhabitables". Algunos regresaron a sus pueblos. La fotógrafa Alina Rudya nos muestra cómo viven.
Imagen: DW/A. Rudya
El optimismo contagioso de Baba Gania
Baba Gania (izqda.) tiene 86 años. Ella sobrevivió, pero su esposo murió hace una década. Durante 25 años ha estado cuidando de su hermana Sonya (drcha.), discapacitada mental. "No le tengo miedo a la radioactividad. Hiervo los champiñones hasta que la radioactividad haya desaparecido", dice con orgullo. La fotógrafa Alina Rudya opina que Baba "es la persona más cariñosa y amable" que conoce.
Imagen: DW/A. Rudya
Casas abandonadas con rapidez
Gania y su hermana viven en Kupuvate, un pueblo en una zona de exclusión a 30 kilómetros de la planta nuclear de Chernóbil. Tras el accidente en abril de 1986, cientos de miles de residentes en el área fueron evacuados rápidamente. La mayoría de las casas de Kupuvate están abandonadas. Gania está usando una casa de la vecindad para guardar el ataúd de su hermana y el suyo.
Imagen: DW/A. Rudya
La muerte regresa
"El cementerio de Kupuvate se parece a cualquier otro cementerio de los pueblos en Ucrania", informa la fotógrafa Alina Rudya. "Mucha gente que fue enterrada aquí fue evacuada y pasó su vida fuera de la zona radioactiva, pero regresa después de su muerte".
Imagen: DW/A. Rudya
El último deseo de Baba Marusia
Los que regresan buscan los restos de su familia, como Baba Marusia, quien llegó para limpiar la tumba de su madre. Vive en Kyiv con su hija y comparte un apartamento de una habitación con su yerno y dos nietos. "Estoy feliz de haberme quedado. Es mi patria. Es aquí donde quiero ser enterrada" y añade: "Pero cerca de mi madre y no de mi esposo".
Imagen: DW/A. Rudya
Los que regresaron para quedarse
Galyna Ivanivna es otra de las pocas habitantes de la zona, conocidas como "samosely", colonos, en ucraniano. "Mi vida pasó en un abrir y cerrar de ojos. Tengo 82 años y es como si nunca hubiera vivido. Cuando era más joven, quería viajar por el mundo. Recuerdo soñando con tener un billete gratis para todo el mundo. Pero nunca pude ir más lejos de Kyiv".
Imagen: DW/A. Rudya
La vida en un mundo pequeño
Ivan Ivanovych y su mujer decidieron, como otros pocos, en los años 80 regresar a la zona nuclear contaminada. Ivan se ha convertido, de alguna manera, en una estrella entre los turistas que visitan la zona. Su esposa murió hace algunos años, "cada vez que lo visito, me dice que sucedió el año pasado", dice la fotógrafa. Tiene muchas historias que contar, son "historias llenas de fantasía".
Imagen: DW/A. Rudya
Testigos del pasado
La fotógrafa ucraniana Alina Rudya también visitó el pueblo de Opachichi, una semana antes del 32 aniversario del desastre de Chernóbil. Según ella, una señora mayor vive aún ahí, mientras que el resto de los colonos ya ha fallecido. Casas abiertas con viejas fotos, cartas y muebles son los testigos silenciosos del pueblo.
Imagen: DW/A. Rudya
Diciendo adiós lentamente
Marusia está mirando a su esposo Ivan, quien hace poco tuvo un ictus y es demente. "A veces se levanta por la noche y va a buscar su tractor. Trabajó 42 años con uno". Ella es consciente de que está muriendo lentamente: "No quiero ser un estorbo para mis hijos y nietos".
Imagen: DW/A. Rudya
Preparándose para cuando venga la muerte
Antes de que Ivan cayera enfermo, contruyó dos ataúdes porque quería estar preparado para la muerte de su esposa y la suya. Están en una cabaña al lado de su casa. "El de abajo es para mí y el de arriba, para mi viejo marido", explica Marusia.
Imagen: DW/A. Rudya
Los últimos colonos
Solo unas pocas personas viven en la zona de exclusión. La fotógrafa nació cerca de Chernóbil, ha regresado varias veces y planea publicar sus imágenes en un libro. "Visitar los pueblos abandonados es cada vez más triste. Cada vez que vengo, alguien fallece y es que casi la mayoría de los colonos tienen más de 70 años de edad".