¿Está funcionando el Acuerdo de París sobre el clima?
17 de noviembre de 2025
Después de firmarse el histórico Acuerdo de París sobre el clima, las compañías de combustibles fósiles han estado luchando duramente para proteger sus negocios, inyectando millones en el lobismo y apoyando a políticos escépticos del cambio climático, con cierto éxito.
En Estados Unidos, Donald Trump volvió a impulsar la retirada del Acuerdo de París y redujo el apoyo a las energías renovables en favor del petróleo y el gas. Cambios similares se están produciendo en otros lugares.
En el mundo empresarial, el entusiasmo por los marcos ambientales, sociales y de gobernanza (ESG) también se ha enfriado debido a la oposición política y a las cambiantes prioridades del mercado. Además, en las conferencias internacionales sobre el clima, la magnitud de los grupos de presión de las grandes compañías de petróleo y gas ha sido sorprendente.
"Tanto en la COP28 como en la COP29, los grupos de presión de los combustibles fósiles se presentaron de a miles, eclipsando a muchas delegaciones, en particular a las de los países más vulnerables al cambio climático", dijo a DW Erika Lennon, abogada principal del Centro de Derecho Ambiental Internacional en Washington, D.C.
En conjunto, estas iniciativas de presión han debilitado la política climática, afirma, por su parte, Richard Blanchard, director del Centro de Tecnología de Sistemas de Energía Renovable de la Universidad de Loughborough en el Reino Unido.
El intento de frenar el aumento de la temperatura global
En virtud del Acuerdo de París, los países se comprometieron a reducir el calentamiento global a 2 grados Celsius (3,6 grados Fahrenheit) e idealmente a 1,5 grados Celsius por encima de los niveles preindustriales.
Ahora, la ONU afirma que esa meta es inalcanzable, y que el mundo se dirige hacia un calentamiento de al menos 2,6 grados Celsius para finales de este siglo.
Es importante destacar que "la cantidad de petróleo que se extrae no ha disminuido desde 2015", señala Blanchard.
Pero esta feroz determinación a seguir usando energías contaminantes no proviene del fracaso del Acuerdo de París, sino de su alcance, según expertos. El sector de los combustibles fósiles se siente amenazado. "El Acuerdo de París reduciría drásticamente sus beneficios", afirma Blanchard. Sus esfuerzos de presión, añade, son "una muestra de su postura defensiva".
Lo que sí está funcionando del Acuerdo de París
Las inversiones globales en energías limpias han venido dejando atrás a las fósiles año tras año, desde 2016. De acuerdo con la Agencia Internacional de Energía (AIE), la inversión en energías limpias alcanzará los 2,2 billones de dólares en 2025, el doble de los 1,1 billones previstos para el petróleo, el gas y el carbón combinados.
Es decir, que las energías renovables se están expandiendo a velocidad récord, con la energía solar a la cabeza, seguida de la eólica. Algunos gigantes del petróleo están invirtiendo en energía verde, con diferentes niveles de compromiso.
Los combustibles fósiles aún suministran el 80 % de la energía primaria mundial. Incluso en los escenarios más optimistas de energías limpias, el petróleo y el gas seguirán siendo necesarios durante las décadas de 2030 y 2040, mientras la generación renovable, el almacenamiento y la capacidad de la red se ajustan a las necesidades.
Muchos productores están actualmente extrayendo la mayor cantidad posible antes de que se apliquen políticas climáticas más estrictas, o antes de que las renovables se vuelvan tan baratas y confiables que la energía fósil deje de ser atractiva.
El Acuerdo de París envió una señal al mundo
Según el Acuerdo de París, los países tienen libertad para fijar sus propios objetivos de emisiones. Los únicos mecanismos de cumplimiento del tratado son la transparencia y la presión entre pares: un sistema de denuncia pública que muchos consideran una importante debilidad.
Pero su verdadero poder no reside en fijar objetivos de emisiones, sino en posibilitar la transformación industrial, argumenta Navroz Dubash, profesor de la Escuela de Asuntos Públicos e Internacionales de la Universidad de Princeton.
"En última instancia, se trata de emisiones", dice, "pero que las emisiones sean el punto final no significa que tengan que ser el punto de partida".
Para que las economías crezcan, es necesario más energía y más emisiones, por ejemplo, de dióxido de carbono, señala. El objetivo debería ser suministrar esta energía con la menor cantidad posible de dióxido de carbono. "Si lo analizamos desde esa perspectiva, el problema de abordar el cambio climático es un problema de transformación industrial", afirma Dubash.
La buena noticia es "que la transición hacia las renovables ahora es inevitable", destaca el experto; "el Acuerdo de París formó parte del envío de esa señal de inevitabilidad".
Los críticos del Acuerdo de París argumentan que solo ofrece un objetivo marco de temperatura, dejando los recortes de emisiones a cada país. Pero "el momento no es favorable a las industrias fósiles", dice Erika Lennon. Si estas no diversifican, entonces otros ocuparán su lugar.
Asimismo, los Gobiernos tienen la obligación de regular a las empresas, incluidas las grandes compañías de combustibles fósiles, y de garantizar que no perjudiquen a las personas, ni al medio ambiente, afirma Lennon, haciendo referencia a las recientes sentencias sin precedentes emitidas por tres tribunales internacionales distintos, entre ellos la Corte Internacional de Justicia.
(cp/rml)