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Feminismo en Latinoamérica: "No estamos para pedir permiso"

3 de julio de 2020

La activista feminista mexicana Suhayla Bazbaz Kuri habló con DW sobre el flagelo de las violaciones de mujeres y niñas y la realidad de la lucha por una vida libre de violencia para todas.

La lucha por el derecho de las mujeres a una vida en libertad y plena de derechos humanos continúa en América Latina. En la foto, una protesta en México.
La lucha por el derecho de las mujeres a una vida en libertad y plena de derechos humanos continúa en América Latina. En la foto, una protesta en México.Imagen: Getty Images/AFP/P. Pardo

DW: Los casos de violaciones de mujeres y niñas en América Latina siguen sucediendo día tras día, y ni siquiera hay estadísticas fiables al respecto. ¿Cómo puede ser que este fenómeno siga azotando a las mujeres en nuestra región, y que la Justicia no se haga cargo, a menudo, de esos crímenes?

Suhayla Bazbaz Kuri: Me gustaría poner el énfasis en cómo la violencia sexual y, específicamente, la violación contra niñas, adolescentes, jóvenes y mujeres sucede en entornos o en relaciones que se supone que deberían de ser seguros para esas mujeres.

Pienso en dos ejemplos en particular. Uno está basado en los datos que tenemos de violaciones, por ejemplo, a niñas que están en la primera infancia, de cero a cinco años, que se producen en el entorno familiar. Y cómo esto se da en una región como América Latina, que suele idealizar a cierto tipo de familias, mientras estigmatiza y criminaliza a otras formas de ser familia.

Se sigue la narrativa de las esferas de poder, de que las familias son el lugar seguro para todas las personas, y lo que vemos, en el caso de, por ejemplo, estas niñas que están en la primera infancia, es que normalmente es en el hogar donde se las viola, y esas violaciones son cometidas por personas que son conocidas, y, en la mayoría de los casos, que son familiares. Son violaciones que cometen los tíos, los primos, los hermanos, los papás, los padrastros. Entender eso y visibilizarlo en nuestro contexto de América Latina, y en el doble discurso que se tiene aquí sobre la familia, es importante.

El segundo ejemplo de la violencia sexual, y en particular de violaciones cometidas en contra de niñas, adolescentes, jóvenes y mujeres en un entorno o en una relación que debería de brindarles seguridad, tiene que ver con la violencia institucional machista, es decir, con los delitos sexuales que cometen integrantes de instituciones que pueden ser, en México, por ejemplo, la Policía, la Secretaría de la Defensa, de la Marina, la Guardia Nacional, la Guardia Civil. Es una práctica generalizada y sistemática, es el uso de la violencia sexual en contra de mujeres, en particular, de mujeres indígenas, afrodescendientes, mujeres racializadas y mujeres discriminadas. En ese contexto, me parece interesante un caso mexicano, en cuanto a lo que ha sucedido desde agosto de 2019, cuando salimos a protestar por un solo caso, el de una chica adolescente que fue violada, presuntamente, por cuatro policías, en una alcaldía de la Ciudad de México (CDMX). A partir de esas protestas, se abrieron mesas de diálogo con la jefa del Gobierno de CDMX, Claudia Sheinbaum, y con la Fiscalía General de la Ciudad de México,


Suhayla Bazbaz Kuri, activista feminista mexicana que dirige la organización Cohesión Comunitaria e Innovación Social.Imagen: Privat

¿Cuál es el planteo que hace usted y que hacen las feministas y activistas por los derechos de género sobre esos casos?

Las feministas queríamos que la Fiscalía generara y publicara información mensual sobre cuántas carpetas de investigación sobre delitos sexuales se abrían contra policías, militares, marinos, empresas de seguridad privada, la Guardia Nacional, el personal del sistema penitenciario. Esos informes se empezaron a generar mes a mes, y, para abril de 2020, desde que tomó posesión la jefa de Gobierno de la Ciudad de México (CDMX), Claudia Sheinbaum, solo en CDMX tenemos 233 carpetas de investigación abiertas por delitos sexuales presuntamente cometidos por agentes de esas diferentes instituciones.

En la mayoría de los casos, las personas imputadas son policías de la Ciudad de México, de la Secretaría de Seguridad Ciudadana de la Ciudad de México. También hay otros casos de militares investigados, y el segundo lugar lo ocupan las empresas de seguridad privada y otras corporaciones. De esas 243 carpetas, 28 fueron violaciones contra mujeres. Los datos nos confirman que son en su mayoría los hombres los que ejercen esa violencia, y que la ejercen, en la gran mayoría de los casos, contra mujeres. 21 carpetas incluyen a niñas, mujeres y adolescentes, y 102 a mujeres jóvenes.

¿Está hablando de una violencia institucional, de una violencia sistemática contra mujeres y niñas?

Hay una dimensión estructural que tiene que ver justo con esta construcción social machista que tampoco es exclusiva de la cultura latinoamericana. Sabemos que hay machismo en todos los países a nivel global, pero la razón por la cual hablo de violencia institucional es porque en la Ley General de Acceso de las Mujeres a una Vida Libre de Violencia a nivel nacional en México y en su equivalente local, se define la violencia institucional como "los actos u omisiones de personas servidoras públicas que afectan el ejercicio de los derechos de las mujeres a una vida libre de violencia". Entonces está reconocida como tal la violencia institucional, y cuando hablamos de violencia institucional machista nos referimos tanto a los actos -que son estos delitos presuntamente cometidos por quienes deberían cuidarnos- como a las omisiones, por ejemplo, la omisión de afincar responsabilidades en el ámbito administrativo y penal en contra de esos servidores públicos.

¿Cuál es el rol de la Justicia en los casos de violencia sexual contra mujeres y niñas?

Sin duda en México, y en toda América Latina, también se sigue naturalizando y normalizando cualquier forma de violencia, desde la violencia criminal, relacionada con la delincuencia organizada, hasta la violencia feminicida y la violencia institucional de la que estamos hablando. La violencia se justifica, se normaliza, se naturaliza y también se trivializa.

También estamos en un contexto en el que se revictimiza a las víctimas, o sea, se les pone la responsabilidad de haber sufrido algún delito, porque se fueron de fiesta, porque traían minifalda, porque salieron de noche. Cualquier excusa para ponerle la responsabilidad a la víctima y no a quien realmente la tiene, que es quien cometió esos delitos.

Y hay varios ejemplos de integrantes del Poder Judicial que han tomado decisiones contrarias al derecho a la justicia de las mujeres. En México, es reciente el caso de una mujer que había denunciado a su esposo, y por una decisión que tomó uno de los jueces, de reclasificar el delito, el esposo quedó libre y esa mujer fue asesinada, presuntamente, por orden del esposo.

La violencia contra las mujeres aumenta durante la pandemia del nuevo coronavirus.Imagen: Imago Images/Panthermedia/A. Guillem

Seguramente conoce el caso del fallo del fiscal argentino Fernando Rivarola, que definió una violación como "desahogo sexual". ¿Qué opina al respecto?

Es un fallo aberrante. En México tal vez ese manejo de la justicia es mucho más sutil, pero no por ello menos aberrante, claro. A lo mejor no dicen que es "desahogo sexual", pero sí tenemos altos índices de impunidad sistemática, y el resultado en términos de acceso real a la justicia es el mismo.

¿Cuáles son los temas pendientes que tiene la Justicia para que se haga justicia con las mujeres y niñas que son sometidas a violaciones?

En el caso de México, creo que la Fiscalía, a nivel general y a nivel local, tiene muchísimos asuntos pendientes, desde hacerse cargo de la violencia que ejerce la misma Fiscalía cuando una mujer va a presentar la denuncia por violación, o por las filtraciones de elementos de las carpetas de investigación para revictimizar a la víctima, o para disuadirla de que continúe con la investigación. Supongamos, en el mejor escenario, que sí presentan la denuncia y no filtran los datos, pero luego, lo que tenemos es una especie de incapacidad permanente de poder investigar y presentar todos los elementos, respetando el debido proceso ante un juez o jueza, y que esa investigación se convierta en sentencias condenatorias que estén firmes, y que después los culpables no salgan a los tres meses, porque resultó que los torturaron, y la cadena de la evidencia no se cumplió, o cosas por el estilo.

Yo creo en el ámbito local y que la fiscal actual de CDMX, Ernestina Godoy, ha enviado una señal importante porque le da prioridad a la violencia en contra de las mujeres y a que haya un acceso a la justicia. Pero solo el 14 por ciento de las carpetas de investigación que mencioné han sido judicializadas, y todavía no tenemos ninguna sentencia condenatoria, aunque algunas de estas carpetas tienen ya más de un año de haberse abierto. El mensaje de la fiscal es importante, pero necesitamos que haya las capacidades institucionales para brindar justicia a los miles de casos de violencia sexual que tenemos en México.

Protestas contra los feminicidios en México.Imagen: picture-alliance/Zuma/J. Alvarado

¿Cómo están luchando ustedes, desde su organización, y otros grupos feministas, para colaborar en la deconstrucción del sistema patriarcal y machista en México, y cuál es su visión de cómo mejorar la situación de las mujeres latinoamericanas en cuanto a la violencia sexual y de género?

Este es un aprendizaje que hemos tenido y reconocido en los últimos meses en México: que no tenemos que estar todas de acuerdo, pero que sí tenemos que saber que las distintas estrategias y tácticas que usen las compañeras son todas un aporte a lograr el objetivo común, que es vivir una vida libre de violencia y reconocer que la violencia atraviesa de manera diferenciada a mujeres lesbianas, a mujeres trans, a mujeres indígenas, a mujeres con discapacidad.

Sí creo que hemos llegado a una masa crítica que nos permite saber que no tenemos que estar todas juntas al mismo tiempo en todo, sino saber que va a haber una ebullición y una efervescencia de distintas tácticas y estrategias. Todas son válidas. Cualquier expresión del feminismo, desde el anarco feminismo hasta el ecofeminismo. Por supuesto, siempre y cuando no refuerce desigualdades, o sea, que es un feminismo trans, incluyente. Todas esas expresiones son válidas y contribuyen. Yo creo que estamos en un punto de inflexión en la lucha feminista en América Latina. Y tampoco hay que reforzar esas explicaciones culturalistas de que los machistas son los latinoamericanos, o los europeos, o los árabes, y que los escandinavos no. Tenemos que reconocer que el machismo y el patriarcado nos atraviesan a todos, aunque de distintas formas.

¿Qué valor le dan ustedes a la lucha feminista desde sus inicios, y los logros de esa lucha, especialmente ahora, en tiempos de confinamiento, sobrecarga de trabajo para las mujeres y redefinición de relaciones humanas y sociales?

Nosotras estamos ahora, digamos, luchando sobre los hombros de las compañeras que han dado lucha durante décadas. Y en este contexto de pandemia, es importante recordar que seguimos juntas. Va a ser importante definir cosas muy concretas para cuando se vayan levantando las restricciones. Yo creo que es importante tener una lectura de lo que está ocurriendo en otros lados o en otro país, en otra ciudad, en otro contexto. Qué es lo que dicen las mujeres indígenas, qué están diciendo las mujeres trans, etc. Pero más que una sola lucha, para mí el objetivo es que logremos que, en donde sea que esté un hombre machista en una posición de poder privilegiada, sepa que se va a encontrar con una de nosotras. O sea, que ya no hay espacios libres de feminismo.

¿A qué se refiere exactamente con eso?

Déjeme ponerlo así: si está en una conferencia sobre organizaciones de la sociedad civil y hay cinco hombres hablando, y la mujer modera, vamos a escuchar que eso ya es inaceptable, y lo mismo si estamos dando una entrevista en un medio de comunicación. O si estamos en un gabinete presidencial, en la universidad, donde sea.

Tenemos la visión de que no haya un espacio público sin nosotras y donde estemos, es importante estar de manera proactiva. Una compañera dijo una frase que me pareció muy buena: "No estamos para pedir permiso". Ya no se trata de decirlo de forma bonita, ni necesariamente por los canales institucionales, sino reconociendo que vamos a hacer lo que tengamos que hacer para que se garantice nuestro derecho a una vida libre de violencia.

Suhayla Bazbaz Kuri es una activista feminista mexicana y dirige la organización Cohesión Comunitaria e Innovación Social, que forma parte del grupo que le da seguimiento y evaluación a la alerta de violencia contra las mujeres en la Ciudad de México.

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