Este descubrimiento cambiaría la historia del sistema solar
19 de agosto de 2024
La influencia de la actividad magnética y los ciclos solares es significativa para el cálculo de la edad del Sol, afirman astrónomos de un equipo científico internacional.
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Un equipo internacional de astrónomos ha concluido que la edad del Sol varía significativamente según el nivel de actividad magnética del momento del ciclo solar en el que se encuentre, algo que podría cambiar la historia del sistema solar tal y como se conoce.
La investigación, coordinada por la Universidad de Ginebra (UNIGE), ha demostrado que, a pesar de que se creía hasta ahora que el Sol tiene unos 4.600 millones de años, esta edad ha sufrido variaciones de hasta 300 millones de años entre un ciclo solar y otro.
Para llegar a esta conclusión, los científicos analizaron 26,5 años de datos solares, lo que equivale a dos ciclos completos solares, y realizaron un análisis sísmico que permitió medir la evolución de las propiedades fundamentales del Sol como su masa, radio y edad a lo largo del tiempo.
Edad solar y edad magnética
Los resultados mostraron que la edad del Sol estaba correlacionada con el nivel de actividad magnética del ciclo solar, con variaciones de alrededor del 6 % de media entre los periodos de menor actividad (inicio del ciclo) y máxima actividad (mitad del ciclo).
El estudio también reveló que el impacto de la actividad magnética sobre la edad sísmica del sol era más marcado para el más activo de los dos ciclos solares estudiados.
Según un comunicado de UNIGE, estas conclusiones suponen una revolución para la astrosismología -la rama de la astronomía que estudia las oscilaciones de las estrellas- que hasta ahora consideraba "insignificante" el impacto de la actividad magnética del Sol y otras estrellas en su composición.
"Hay que imaginar una estrella como una gran bola de gas en constante movimiento, con pulsaciones en su interior que la hacen vibrar como el sonido que resuena en un instrumento musical", afirmó el investigador del departamento de Astronomía de la UNIGE y responsable del estudio, Jérôme Bétrisey.
¿Por qué sobrevolamos planetas, lunas y asteroides?
Llevamos décadas enviando sondas para sobrevolar planetas y lunas. Algunas han volado tan lejos que han salido del sistema solar. ¿Por qué?
Imagen: NASA/New Horizons
Doble acción espacial
¿Sondas espaciales? Nada nuevo. Pero ¿dos sobrevuelos del mismo planeta con solo un día de diferencia? Eso es especial. Por primera vez, dos sondas volaron por Venus en agosto: BepiColombo, en dirección a Mercurio, y Solar Orbiter, que se dirige hacia el sol. Estas no lograrían sus objetivos sin ayudas de la fuerza de gravedad. Ambas ni se cruzaron, pues estaban a 575.000 kilómetros de distancia.
Imagen: ESA
La gravedad ayuda a las naves espaciales
La sonda BepiColombo voló cerca de Venus para disminuir su velocidad. Necesita igualar su "energía orbital" con la de Mercurio para entrar en la órbita de ese planeta. BepiColombo comenzó con la energía orbital de la Tierra y está intercambiando su exceso de velocidad con Venus. En otras palabras, está siendo asistida por la gravedad.
Imagen: ESA
Guerra Fría en Venus
La primera carrera espacial comenzó en tiempos de la Guerra Fría. Los soviéticos fueron los primeros en intentar un sobrevuelo de Venus en 1961, pero fracasaron. EE.UU. lo hizo un año después con su sonda Mariner 2. Cuando los soviéticos lo lograron en 1978, EE.UU. ya iba por Mercurio, Marte y Júpiter. Pero los soviéticos fueron los primeros en posar una sonda en la Luna, en 1966.
Imagen: NASA/JPL
Voyagers, más allá del límite
Lanzadas en 1977, las naves espaciales Voyager 1 y 2 fueron enviadas para explorar el sistema solar exterior. Los sobrevuelos incluyeron a Júpiter - donde V1 captó la Gran Mancha Roja (tormenta que duró cientos de años)-, Saturno, Urano y Neptuno. Ahora están más lejos de nuestro sistema solar en el espacio interestelar y, por lo tanto, son los "objetos más alejados hechos por humanos".
La gente suele hablar de nuestra luna solitaria con amor y asombro. No sería lo mismo si tuviésemos un grupo de 79 lunas, como Júpiter. La Voyager 2 descubrió una de ellas (más cinco en Neptuno). También descubrió que la luna Europa de Júpiter podría albergar alguna forma de vida más allá de la Tierra. Sus océanos salados inquietan, y la NASA quiere averiguar más con su sonda Europa Clipper.
Imagen: NASA/JPL-Caltech
En busca de más lunas
Pero en Saturno hay 82 lunas. La nave espacial Cassini fue una misión conjunta de EE.UU. y Europa para explorar Saturno y sus lunas. Realizó 162 sobrevuelos específicos de las lunas de Saturno, incluidos Titán y Encelado, donde encontró mundos oceánicos. Tras 13 años de exploración del sistema planetario, Cassini realizó una inmersión final en Saturno, enviando datos hasta el final.
Imagen: NASA/JPL-Caltech/Space Science Institute
Estudiando Plutón
Las Voyager 1 y 2 tienen compañía en los límites de nuestro sistema solar: New Horizons. Después de pasar por Júpiter para aprovechar su gravedad, realizó un sobrevuelo de seis meses para estudiar el planeta enano Plutón. Estas misiones nos ayudan a responder preguntas sobre la geología y la vida en el espacio.
Imagen: NASA/New Horizons
El espacio infinito
Hay muchas otras misiones de sobrevuelo notables: Rosetta, Giotto en el cometa Halley, Deep Space 1, Deep Impact o Stardust, la primera misión de prueba a un cometa. Y, en el futuro, Hera será la primera sonda de la humanidad en encontrarse con un sistema binario de asteroides, Didymos. ¿Para qué? Para tratar de saber quiénes somos y dónde estamos en el universo.
Imagen: ESA
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Esta nueva perspectiva, aseguró, abre nuevas líneas de investigación para futuras misiones espaciales a la hora de diseñar métodos más sofisticados que permitan estudiar el sistema solar teniendo en cuenta este impacto magnético.
"El Sol no es una estrella particularmente activa, lo que sugiere que el impacto de la actividad magnética podría ser mucho más significativo para otras estrellas más activas", concluyó Bétrisey.