Este es el afgano que quiere plantarles cara a los talibanes
17 de agosto de 2021
Amrullah Saleh, exvicepresidente, está en el valle del Panshir, preparando la resistencia. Dice ser el presidente constitucional de Afganistán y llamó a luchar.
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Tras la llegada de los talibanes a Kabul, había dos caminos posibles para los máximos dirigentes del gobierno afgano: salir del país, que fue la vía que escogió el presidente Ashraf Ghani, o refugiarse en alguna zona lejos del alcance de los insurgentes ahora en el poder para preparar la resistencia, que fue el que tomó Amrullah Saleh, que fungía como vicepresidente de Afganistán hasta el pasado domingo.
Saleh odia tanto a los talibanes que nunca ha escatimado en insultos contra ellos. Quizás por ello a pocos sorprendió la noticia de que el político se encontraba en el valle del Panshir, al noreste de Kabul, una de las pocas zonas que no han caído en manos de la milicia radical ni ahora ni tampoco en su anterior gobierno, entre 1996 y 2001.
"No decepcionaré a los millones de personas que me han escuchado. Nunca estaré bajo el mismo techo que los talibanes. NUNCA", escribió en inglés el domingo en su cuenta de Twitter antes de pasar a la clandestinidad. Horas después aparecieron en redes fotos de él junto a Ahmad Masud, hijo del comandante Ahmed Shah Masud, conocido como el "León de Panshir”, asesinado en 2001 por Al Qaeda y furibundo enemigo de los talibanes.
La provincia en resistencia es segura y todas las organizaciones estatales permanecen activas. El jefe del Departamento de Economía del Panshir, Abdul Rahman, dijo a EFE que "estamos listos para resistir por segunda vez a los talibanes”.
Alianza estratégica y hombres armados
Ahmad Masud ya anunció en una columna publicada en Francia que hará suya la lucha por la libertad que libró su padre, lo que da a entender que Saleh y Masud van a construir la resistencia. Según diversos informes, cientos de hombres armados, muchos de ellos miembros del Ejército que se replegaron, se están reagrupando en Panshir.
Saleh, oriundo precisamente de Panshir, tiene experiencia en estas luchas. Antes estuvo al lado del comandante Masud, en los noventa. Después formó parte del gobierno que fue derrocado por los talibanes. Alguna vez contó que estos torturaron a su hermana para intentar sacarlo de su escondite. Parte de su odio radica en ese recuerdo. Tras la caída de los radicales, dirigió la Dirección de Seguridad Nacional, luego fue ministro de Interior y desde 2020, vicepresidente.
Saleh ha escapado de varios intentos de asesinato. El último tuvo lugar en septiembre de 2020, cuando los talibanes hicieron estallar un coche bomba al paso del convoy del político. Diez personas perdieron la vida, pero Saleh apareció poco después en un video, con la mano izquierda vendada y prometiendo devolver cada golpe. "Continuaremos nuestra lucha", afirmó.
El dirigente ahora pide a los afganos demostrar al mundo que "Afganistán no es Vietnam y que los talibanes no se parecen ni remotamente al Vietcong”. Para eso, estima, es vital unirse a la resistencia. "De acuerdo con la Constitución afgana, en caso de ausencia, de fuga, de dimisión o de muerte del presidente, el primer vicepresidente se convierte en presidente provisional. Estoy actualmente en mi país y soy el legítimo presidente provisional. Pido a todos los líderes su apoyo y consenso”, escribió Saleh en Twitter. Si sus promesas se concretan, los talibanes podrían pronto empezar a tener problemas.
DZC (EFE, AFP)
Las numerosas prohibiciones que los talibanes imponen a las mujeres
Durante el primer gobierno talibán, mostrar los tobillos, reírse o salir solas de casa eran motivo suficiente para que las mujeres fueran castigadas. Los matrimonios forzados son un peligro latente para las niñas.
Imagen: Paula Bronstein/Getty Images
Combatientes talibanes en Afganistán
RAWA (Revolutionary Association of the Women of Afghanistan) es una organización fundada en 1977 para promover los derechos de las mujeres en Afganistán. Su papel cobra especial importancia ahora que los talibanes volvieron al poder. Estos reducen el rol de las mujeres hasta casi convertirlas en meros objetos. RAWA recopiló algunas de las prohibiciones impuestas por los radicales.
Imagen: Mohammad Asif Khan/dpa/AP/picture alliance
Borradas de la esfera pública
Esta fotografía se ha convertido en un símbolo del cambio de gobierno. Para los talibanes, las mujeres no juegan ningún rol en la esfera pública. Si bien hoy se presentan como moderados ante los ojos del mundo, la represión contra estudiantes y trabajadoras ha comenzado en algunas provincias. Una de las prohibiciones impuestas es que no puede haber imágenes de mujeres ni en revistas ni en tiendas.
Imagen: Kyodo/dpa/picture alliance
Las mujeres no se educan
En mayo de 2012, los talibanes tirotearon a Malala Yousafzai en Pakistán por pelear por el derecho de las niñas a recibir educación. A estos integristas les parece innecesario que las mujeres se eduquen, y a partir de los 10 años tienen prohibido ir a la escuela. No hablemos ya de la universidad. Durante el primer gobierno talibán (1996-2001), muchas escuelas se convirtieron en seminarios.
Imagen: Paula Bronstein/Getty Images
¿Modelos? Ni soñarlo
Los pantalones acampanados o los zapatos con taco alto están vedados, porque un varón no debe oír los pasos de una mujer. Las mujeres tampoco pueden usar vestimentas coloridas, porque para los talibanes los tonos vistosos son "sexualmente atractivos". Es decir, una escena como la de la foto, de un desfile de modas en Kabul en agosto de 2017, sería imposible hoy por hoy en Afganistán.
Imagen: picture-alliance/Photoshot
Nada de uñas pintadas ni maquillaje
Según RAWA, durante el primer gobierno talibán hubo reportes de mujeres a las que les fueron amputados los dedos por haberse pintado las uñas. Ellas tampoco pueden maquillarse o usar cosméticos, y si no se atienen a las estrictas normas de vestir de los talibanes, corren el riesgo de ser azotadas en público, como ocurrió ya en el pasado y como muchas temen que vuelva a ocurrir.
Imagen: Getty Images/AFP/R. Conway
Nada de TV y nada de tobillos
Todas las prohibiciones descritas fueron impuestas por los talibanes entre 1996 y 2001, y nada hace pensar que eso no volverá a suceder. Según el criterio de los radicales, las mujeres no tienen derecho a tener presencia en radio, TV ni en reuniones públicas. De hecho, no pueden siquiera escuchar música. En la foto, la presentadora Karishma Naz, que comete otro pecado: muestra los tobillos.
Imagen: picture-alliance/AP/R. Maqbool
Adiós a las bicicletas
En el primer régimen talibán, las mujeres tenían prohibido montar en bicicleta o en motocicleta. Si querían viajar en bus, debía ser en buses solo para ellas, pues no tenían permitido mezclarse con varones en el transporte público. Y si por alguna razón necesitaban un taxi, debían tomarlo en compañía de su mahram, una suerte de cuidador que debe ser un familiar cercano (padre, hermano o esposo).
Imagen: DW/A. Akramy
A los talibanes no les gustan las deportistas
Por cierto, las mujeres tampoco tienen derecho a participar en actividades deportivas o pertenecer a un club. Incluso hubo épocas durante el régimen talibán en que las castigaban por asomarse a la ventana o salir al balcón. Actividades como el montañismo practicado por Fatima Sultani (en la foto) probablemente dejarán de ser posibles ahora en Afganistán.
Imagen: Mohammad Ismail/Reuters
¿Podrán seguir trabajando fuera de casa?
Salvo algunas doctoras para atender a mujeres (pues ellas no pueden ser tratadas por médicos varones), los talibanes prefieren no ver a nadie del sexo femenino trabajando. Y si bien el 17 de agosto de 2021 llamaron a las funcionarias a presentarse en sus puestos, está por verse cuántos derechos les van a reconocer en ese campo. En la foto, la periodista Anisa Shaheed.
Imagen: Mortaza Behboudi/DW
Reducidas a la invisibilidad
La lista de prohibiciones es larga y los castigos son palizas públicas. Las mujeres deben usar un velo que las cubra completamente, no pueden salir solas ni estrechar la mano a un varón. Las lapidaciones por adulterio eran pan de cada día. Las mujeres incluso tenían vedado reír fuerte o ser fotografiadas. Además, muchas veces eran forzadas a casarse, incluso siendo niñas.
Imagen: Mary Evans Arichive/imago images
Mujeres de armas tomar
A la luz de la vida miserable a la que se vieron sometidas por los talibanes, muchas mujeres tomaron las armas para enfrentarlos. En la provincia de Ghor se montó una milicia femenina para frenar a los integristas, mientras que en Charkint, la gobernadora (una de las tres de Afganistán) Salima Mazari formó milicias que contuvieron a los talibanes hasta después de la caída de Kabul.
Imagen: Presseabteilung des Gouverneurs der Provinz Ghor