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Europa: una historia repleta de cómics

22 de abril de 2009

Desde el origen del cómic, situado en Suiza y Alemania, Europa ha sido siempre un importante punto de referencia y una fuente inagotable de historietas que aún hoy siguen entreteniendo a millones de lectores.

Imagen del Festival de Cómics Bilbobul, en Boloña, Italia.Imagen: Paura del Nero - Lorenzo Mattotti Prima Linea

Cuna del género y tierra de tradición, Europa parece haberse quedado pequeña al lado de los gigantes del cómic, Estados Unidos y Japón. No obstante, la historia del cómic comienza en el Viejo Continente, y muchos de los títulos más conocidos y afamados fueron creados en su territorio.

Cómics franco-belgas

Tintín con su perro en una de sus aventuras.

Fuente de algunos de los mejores cómics a nivel mundial, la tradición gráfica en francesa tiene gran parte de sus orígenes en Bélgica, por lo que ambas naciones se consideran unidas al menos en lo que a la producción de viñetas se refiere.

El cómic francófono, o “bande desinée” (tiras gráficas), nació como tal en pequeñas historietas publicadas en los periódicos a principios del siglo XX. En 1929 se publicó el primer cómic en formato revista tal y como la conocemos hoy: se trataba de la edición número uno de Las Aventuras de Tintín. Un Tintín muy diferente al actual, políticamente incorrecto y bastante xenófobo.

Astérix, Obélix y su dibujante, Albert Uderzo.Imagen: picture-alliance/ dpa

Durante la Segunda Guerra Mundial se prohibió la publicación de muchas colecciones nacionales e internacionales. Lejos de intimidar a los artistas, las limitaciones incentivaron su ingenio, y fue a partir de finales de los años 40 cuando se crearon los títulos más célebres: Astérix y Obélix, de René Goscinny y Albert Uderzo, Gastón Lagaffe y Spirou y Fantasio, de André Franquin, Los Pitufos, de Jef Nys, y un largo etcétera.

Avanzando en el tiempo, los títulos han ido paulatinamente cayendo en número y mudando de medio. Las historietas más destacadas de las últimas décadas son Titeuf, creado en 1992 por Jean-Claude Camano y que actualmente es una serie de dibujos animados para un público infantil, y XIII, un cómic de Jean Van Hamme para adultos que salió al mercado en formato videojuego en 2003.

Cómics italianos

Imagen del Festival Bilbobul, en Boloña, Italia.Imagen: G. De Luca

Si por algo se pueden identificar los cómics italianos es por su tendencia a romper estereotipos.

Denominados “Fumetti”, las narraciones gráficas nacieron aquí en la revista dedicada al género Il Corriere dei Piccoli, lanzada por primera vez en 1908. La primera serie regular en la publicación fue Bilbolbul, protagonizada un joven de color obra de Attilio Mussino. Con ese nombre se bautizó también el festival anual del cómic en Boloña.

Mickey Mouse o "Topolino" para la audiencia italiana.Imagen: AP

El movimiento fascista vio en las viñetas un poderoso elemento propagandístico y de este modo se restringieron las series publicadas y se obligó a crear otras nuevas al servicio de la exaltación del heroísmo, el patriotismo y la superioridad de la raza italiana. Topolino, el nombre italiano de Mickey Mouse, se libró de la censura masiva por una razón más bien anecdótica: el amor que los hijos del propio Mussolini sentían por el personaje.

Finalizada la Segunda Guerra Mundial, la actividad del cómic se disparó en Italia, aunque siempre con predominio del material extranjero. No obstante, se pueden destacar series como Tex Willer, de Gian Luigi Bonelli, una versión europea de Cowboy en la que los indios eran tratados de forma benigna.

Diabolik es otro interesante ejemplo del cómic italiano en su ruptura de estereotipos: se trata del cómic del “anti-héroe”, que coloca a un villano como protagonista y narra sus repetidos intentos de cometer crímenes, aunque casi siempre el asalto sea a otros delincuentes.

Humor español, adaptaciones literarias húngaras, aventuras británicas, escasa aportación alemana: ¡siga leyendo sobre la historia del cómic!

Cómic "Mortadelo y Filemón".

Cómics españoles

El humor satírico ha sido siempre la característica más recurrente en la historia del cómic español, comúnmente llamado “tebeo”.

Su nacimiento se fecha en el año 1915 con la publicación de la revista Dominguín, pero fue dos años más tarde cuando se popularizó entre las masas y adquirió su nuevo nombre al salir al mercado la famosa y longeva publicación TBO.

Con la Guerra Civil y la subsiguiente dictadura franquista, el cómic sufrió un retroceso en su producción: muchas series fueron prohibidas y las que quedaron, fuertemente censuradas. No obstante, la situación se empezó a normalizar a partir de los años 40, y fue durante las siguientes décadas cuando aparecieron algunos de las viñetas hispanas más entrañables: Zipi y Zape y Carpanta, de Escobar y, a finales de los años 40, Doña Urraca, de Jorge; Mortadelo y Filemón y El Botones Sacarino, de Ibáñez, a finales de los 50 y principios de los 60; y la particular y muy castellana versión de Supermán de Jan López, Superlópez, publicada a partir de 1973.

En todas estas series, que se producen todavía hoy, se advierte una ligera tendencia a retratar los problemas sociales de forma crítica pero sin abandonar la sarna que los hizo tan famosos, incluso más allá de las fronteras españolas, en su origen.

Cómics eslavos

Cómic "Secret Agent X-9".

En los países balcánicos y Polonia, el cómic nacional es muy minoritario, predominando fuertemente el material extranjero, especialmente norteamericano y franco-belga. En general, se observa una crisis del medio durante los primeros años de vigencia del Telón de Acero, reactivándose la importación a partir de los años 60. Algunas de las series más leídas eran Mickey Mouse y Secret Agent X-9.

Un caso especial entre estas naciones es Hungría, donde se encuentran algunos títulos interesantes, conocidos principalmente a nivel local como “képregény”. Es el caso de Ernő Zórád, con su adaptación en 1954 de Plutonia, una novela del escritor de ciencia ficción ruso Vladimir Obruchev. Un año más tarde, los dibujantes Sándor Gugi y Tibor Horváth se unieron para crear cómics adaptados de la literatura clásica que se diferenciasen de los omnipresentes libretos extranjeros.

Aquí comienza la época de oro del cómic húngaro aunque, desafortunadamente, el cómic foráneo volvió a reinar tras esta etapa de producción nacional, y así ha sido hasta nuestros días.

Cómics ingleses

Cómic "The Beano".

Fuertemente ligadas al cómic norteamericano, la historia de las historietas británicas comienza en 1884 con la serie para adultos Ally Sloper's Half Holiday, de Gilbert Dalziel. Rápidamente se previó el potencial del género para una audiencia más juvenil, y con este objetivo publicó DC Thomson en los años 30 dos de las viñetas más longevas del mundo: The Beano y The Dandy. Se trata de los dos títulos que mejor definen el cómic típicamente inglés, y que establecieron el formato revista para el género.

A pesar de ello, los cómics de acción y aventura eran los más populares, con títulos como Valiant, de Scott Goodall y Tom Tully, o Tiger, de Derek Birnage, hasta el punto de que la compañía norteamericana Marvel se interesó por el material creado e instaló, en 1972, una sede en Reino Unido.

Así, series como Daredevils están escritas por los autores estadounidenses Frank y Miller Stan Lee, pero también por el inglés Alan Moore, y dibujadas por los británicos Alan Davis y Paul Neary.

En perspectiva

Tras observar el panorama del cómic en diversas partes de Europa, Alemania no aparece como un país que haya realizado grandes aportaciones al género. “La aceptación cultural del cómic en Alemania no está de ningún modo tan extendida como sucede en países como España o Francia”, admite el Profesor Grünewald, experto en cómics. El motivo no reside en la mala calidad de los trabajos, sino en el poco entusiasmo popular por las gráficas narraciones.

“No obstante”, apunta Grünewald, “el interés científico y educacional que despierta el cómic, así como el estudio de la historia de las viñetas germanas que, al contrario de lo que muchos creen, no nacieron en 1945 sino mucho antes, hace impensable que este arte pudiera alguna vez caer en la indiferencia o el olvido”.

Autora: Lydia Aranda Barandiain

Editora: Luna Bolívar Manaut

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