El Muro de Berlín cayó hace veintinueve años. Y las dos Alemanias se convirtieron en una hace veintiocho. Aproximadamente 83 millones de personas viven en su territorio. ¿Cabe atribuirles rasgos comunes a todos?
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Con frecuencia se oye decir en Alemania que la gente del norte es testaruda, que la de Westfalia es de pocas palabras, que los bávaros son burdos por naturaleza y los suabos, diligentes y ahorradores; que los sajones son tan seguros de sí mismos como los renanos abiertos y alegres. En todo caso, los unos cuentan infinidad de chistes sobre los otros, apelando a estereotipos que suelen ser más antiguos que Alemania misma. Pero, ¿existen esas idiosincrasias, atribuibles a todos los que nacen o crecen en una región determinada? ¿Cabe hablar de lo típicamente alemán? Esas son preguntas para Dagmar Hänel, quien dirige el departamento de etnografía del Instituto para el Estudio de las Culturas y de la Historia Regional de la Mancomunidad de Municipios de Renania, con sede en Bonn.
Deutsche Welle: Dra. Hänel, ¿se puede determinar con relativa precisión cuál es la idiosincrasia de las personas nacidas o criadas en alguno de los dieciséis Estados federados de Alemania?
Dagmar Hänel: No, no se puede. Lo estereotipos son siempre generalizaciones. Es decir: se le endilga a todo un grupo las características percibidas en una o varias personas de ese grupo. Algunos de estos estereotipos son muy antiguos; han estado con nosotros desde hace doscientos, trescientos o cuatrocientos años. Algunos cambian con el tiempo y, sin embargo, vuelven a adquirir los rasgos de antaño bajo determinadas circunstancias porque están profundamente arraigados en nuestra memoria colectiva.
¿Por qué tendemos a generalizar y a crear estereotipos diferentes sobre habitantes de regiones diferentes?
Lo hacemos porque eso nos permite simplificar el mundo por un momento, nos permite suspender la percepción de su complejidad. Por cierto, también existen estereotipos positivos. Por ejemplo, los habitantes de ciertas regiones o ciudades tienen una percepción agradable de sí mismos; a ellos les satisface identificarse con su lugar de origen.
¿Hasta qué punto es esculpida la identidad de los habitantes de una región por el cincel de las tradiciones de ese lugar?
Para responder a esa pregunta es útil tomar ejemplos concretos. Festividades y prácticas tradicionales, como el Oktoberfest en Múnich, el uso frecuente de trajes folclóricos en Baviera o la celebración del Carnaval en Renania… todas esas cosas datan del siglo XIX o tuvieron su auge inicial en el contexto de la fundación de la nación alemana. En ese caso es relativamente fácil determinar el uso político que se le da a ciertas costumbres para crear identidades comunes, para crear lazos positivos entre los individuos y un colectivo. La cocina regional o nacional también puede servirles de base a las identidades grupales. Cada quien tiene esas referencias, independientemente del origen que uno tenga.
La migración interna en Alemania es muy pronunciada. Y son muchos los extranjeros que se asientan en territorio alemán. ¿Cómo afecta este tránsito las identidades de quienes se desplazan de su lugar de origen a otro?
Uno puede conservar buena parte de su identidad cultural intacta. Pero este es un proceso reflexivo. Uno se sienta en calma a revisar el equipaje que uno lleva y se pregunta: '¿Qué es esto y por qué es tan importante para mí?' o ‘¿Qué es lo que necesito y no tengo todavía?'. Y uno hace eso todo el tiempo. Uno no solo conserva cosas en la maleta que uno lleva consigo; uno también tira cosas y mete otras nuevas en ese cofre. La administración de las identidades no es un proceso estático. No creo que sea necesario dejar atrás por completo nuestro pasado; uno puede darle uso de manera constructiva.
Klaus Krämer (ERC/ERS)
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Once costumbres alemanas en la oficina
Almuerzos cortos, una copa de espumante a horas inusuales y saludarse en el ascensor: algunas de estas costumbres alemanas en la oficina sorprenderán a los empleados extranjeros.
Imagen: Stauke - Fotolia.com
La puntualidad es esencial
Llegar puntualmente al trabajo es uno de los principales requisitos para los trabajadores germanos. En Alemania, esto significa llegar cinco minutos antes del comienzo de la jornada laboral. Llegar diez minutos antes, en cambio, puede ser demasiado temprano, sobre todo si no se tiene la llave de la oficina.
Imagen: Stauke - Fotolia.com
Saludarse en el ascensor
Aquellos que trabajan en un edificio de varios pisos conocerán esta costumbre: los alemanes suelen saludarse en el ascensor y a veces incluso se despiden con un “tschüß” (adiós) al salir del elevador. Este pequeño ritual puede llegar a repetirse varias veces a lo largo del día, pero es preferible a un silencio embarazoso.
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Reglas estrictas en torno al café
El primer día de trabajo en una nueva oficina se conoce a los colegas y se familiariza con el nuevo lugar de trabajo, entre otras cosas con la máquina de café. A los amantes de esta bebida se les recomienda poner atención a las costumbres de su empresa en torno a la preparación del café. Por lo general, los colegas de una oficina se turnan para preparar café para los demás y limpiar la máquina.
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Respetar las jerarquías
Es necesario respetar las jerarquías a la hora de dirigirse a un colega: el “Du” (tú) es informal y el “Sie” (usted) formal. Siempre se recomienda usar el “Sie” hasta que un colega ofrezca que se le tutee. También se considera un error no informar a los jefes de un problema que al principio pueda parecer insignificante, pero que puede convertirse en un problema mayor.
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Montañas de papel
Alemania es uno de los países con mayor consumo de papel a nivel mundial: en promedio, un alemán utiliza 250 kilogramos de papel al año. Si bien se podría reducir este consumo, en las oficinas germanas se suele apuntar casi todo. Y es que la palabra escrita tiene mayor peso que todo lo demás.
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Un almuerzo corto
Los empleados procedentes de países de la región del Mediterráneo, acostumbrados a una pausa de dos horas para almorzar, seguramente se sorprenderán de que en Alemania el almuerzo suele durar solo media hora. Al medio día es común saludarse con “Mahlzeit” (provecho).
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No puede faltar el pastel
En el trabajo se presentan muchas oportunidades para organizar pequeñas fiestas. Los novatos, por ejemplo, acostumbran llevar pastel a la oficina. Esta es una buena oportunidad para presentarse y conocer mejor a los colegas. Tampoco suele faltar pastel cuando un colega cumple años o deja el empleo.
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Un brindis nunca está de más
El pastel no necesariamente se acompaña solo con café. En muchas oficinas alemanas es más común brindar con una copa de vino espumante, independientemente de la hora. Para aquellos que no beben alcohol, casi siempre se ofrece jugo de naranja como alternativa.
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Tocar y entrar
Cuando la puerta de la oficina de un colega está cerrada -y en las oficinas alemanas generalmente están cerradas-, basta con tocar antes de entrar. No es necesario esperar hasta que uno sea invitado a pasar.
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Excursiones con los colegas
Algunos alemanes separan estrictamente la vida privada de la laboral. Sin embargo, muchas empresas organizan actividades conjuntas para que los colegas se puedan conocer mejor. Al participar en estas excursiones se demuestra interés en el equipo y la empresa. Y no hace falta hablar del trabajo.
Imagen: picture alliance/Sputnik/dpa/A. Kudenko
Cuando llega el fin de semana
En Alemania el fin de la jornada laboral se conoce como “Feierabend” (noche de fiesta). No obstante, esto no significa que saliendo del trabajo todos los germanos vayan a festejar a una discoteca o a un bar. Después del trabajo -y sobre todo los viernes- la mayoría de los alemanes prefiere llegar a casa lo más pronto posible, para disfrutar ahí de una cerveza bien merecida.