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Expectativas y temores ante un acuerdo de libre comercio con EE.UU.

Christoph Hasselbach /Emilia Rojas18 de junio de 2013

La UE abriga la esperanza de que un tratado de libre comercio con EE.UU. ayude a reactivar su economía. Pero también se plantean reparos, sobre todo en el área de la cultura y la protección de los consumidores.

Imagen: picture alliance/Bildagentur Huber

La Comisión de la Unión Europea alaba el proyectado tratado de libre comercio con Estados Unidos en los términos más elogiosos y plantea cifras tentadoras. El presidente de la Comisión, José Manuel Durao Barroso, piensa que gracias a un acuerdo de esa naturaleza se incrementará el PIB europeo en medio punto porcentual, lo que equivale a “miles de millones de euros al año y decenas de miles de puestos de trabajo”. Música para los oídos de la opinión pública europea, agobiada por la recesión. Igualmente grato a los oídos de políticos y empresarios es el mensaje del Comisario de Comercio, Karel de Gucht: “A largo plazo cabe esperar ganancias adicionales debido al aumento de la productividad que va aparejado con una apertura de los mercados y, a corto plazo, ganaremos más confianza del sector económico, porque reduciremos el peligro del proteccionismo”.

Ventajas económicas

La dependencia de la Confederación de Cámaras de Comercio alemanas en Bruselas espera que el tratado tenga el efecto de un programa de fomento coyuntural a costo cero. Hace notar que “en vista de que las arcas están vacías en Europa y Estados Unidos, apenas hay posibilidades de reactivar la economía mediante gastos fiscales. Por eso, para ambas partes es importante lograr avances en materia de libertad de comercio”. También se indica que precisamente le economía alemana, orientada hacia la exportación, se verá beneficiada.

Desde el punto de vista económico, todo parece hablar a favor de un tratado de libre comercio. Así lo estima también André Sapir, del Instituto Bruegel, de Bruselas. No obstante, en conversación con DW pone en duda las optimistas cifras de la Comisión. Apunta que, aunque fueran realistas, “jamás alcanzarán para resolver nuestros problemas de crecimiento o de desempleo”.

Puntos divergentes

Gran escepticismo manifiestan sobre todo los defensores de los derechos del consumidor y los representantes de Los Verdes en el Parlamento Europeo. El ecologista francés Yannick Jadot previene de futuras importaciones. “No queremos alimentos genéticamente manipulados, ni vacunos tratados con hormonas, ni carne desinfectada con cloro”, señala. En efecto, los puntos de vista difieren a ambos lados del Atlántico en lo tocante a los productos alimenticios.

Los consumidores europeos no aprecian la carne genéticamente manipulada.Imagen: picture-alliance/ZUMA Press

Lo mismo vale para la protección de datos. Las últimas revelaciones de que los servicios de seguridad estadounidenses espiaron en gran escala en Internet datos personales, también de ciudadanos europeos, causaron un shock en el viejo continente. Hannes Swoboda, jefe de la bancada socialista del Parlamento Europeo, habló hace pocos días de la pérdida de confianza y señaló: “necesitamos garantías en materia de protección de datos; no podemos sacrificarla en aras de un tratado con Estados Unidos”.

Protección cultural

También en un terreno muy diferente cunde la preocupación. Hace poco, un grupo de artistas francófonos hizo notar en Bruselas que la cultura europea quedará inerme ante Hollywood, si no se la protege con subvenciones estatales. La actriz francesa Berenice Bejo, que actuó en la película gala en blanco y negro “El artista”, laureada con cinco premios Oscar, habló de directores estadounidenses que quisieran rodar un filme de ese tipo, pero no encuentran financiamiento. En Francia, en cambio, el Estado brinda su apoyo. “Tengo miedo de que estas pequeñas cintas desaparezcan”, dijo Bejo.

La actriz francesa Bérénice Bejo.Imagen: AFP/Getty Images

El cineasta rumano Radu Mihaileanu subrayó, por su parte, que no se puede negociar con bienes culturales como si se tratara de automóviles. “En Europa amamos el pluralismo intelectual, esa es nuestra gran riqueza”, indicó, puntualizando que “no dejaremos de luchar por ella”.

El gobierno francés quería excluir el área cultural de las negociaciones de libre comercio e incluso amenazó con un veto. Pero nadie ha de temer perjuicios en el campo de la cultura, según Vital Moreira, relator del Parlamento Europeo en las negociaciones: “la diversidad cultural no está en tela de juicio; es parte del tratado de la UE”. André Sapir, del Instituto Bruegel, sostiene que también Estados Unidos tiene sectores sensibles que desea proteger y estima que, al final, serán excluidos tanto el sector audiovisual como los servicios financieros y portuarios”.

Mensaje para China

Pero ¿qué efecto tendrá un tratado de libre comercio si al final cuenta con tantas restricciones? Sapir cree que, “en el mejor de los casos podría surgir una especie de mercado común transatlántico”, pero considera que también eso “es demasiado ambicioso para ser realista”. Más factible sería a su juicio la reducción o eliminación de aranceles de bienes industriales y quizá el establecimiento de ciertos estándares técnicos y regulaciones mancomunadas, por ejemplo en el sector bancario.

Sapir indica que hay también otro aspecto importante del que casi no se habla públicamente: “Creo que se trata de China y de enviarle el mensaje de que todavía somos muy importantes”. Sin embargo, a su juicio, sería mejor que la Unión Europea y Estados Unidos se dedicaran conjuntamente a reactivar las bloqueadas conversaciones sobre el libre comercio mundial, intentando incluir a China, India, Brasil y otros países. Pero una cosa no excluye la otra.

Autor: Christoph Hasselbach /Emilia Rojas

Editora: Claudia Herrera Pahl

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