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Una exposición sobre matrimonio, sexo y deseo en el judaísmo

Anastassia Boutsko | Marina Konstantinova
12 de junio de 2024

Prohibición de la masturbación, obligación de tener relaciones sexuales dos veces por semana, otro tipo de juguetes sexuales: una exposición en el Museo Judío de Berlín arroja luz sobre la vida sexual en el judaísmo.

Foto de una joven pareja judía ortodoxa y una mujer observando la imagen.
Recién casados: joven pareja judía ortodoxaImagen: DW

El judaísmo, con sus tres mil años de historia, también tiene algo que decir en materia de vida amorosa. Para empezar, el judaísmo ha generado influyentes expertos en el amor, como el rey Salomón y Sigmund Freud. Una exposición, en el Museo Judío de Berlín, con el ambiguo título de "Sexo. Posiciones judías", pretende algo más que documentar las particularidades judías en el mundo de la sexualidad.

Unión de lo incompatible

Dos cuadros colgados uno junto al otro crean una especie de declaración visual de intenciones de la exposición, que incluye más de cien piezas: "Una boda judía" (1903), del pintor judío holandés Jozef Israëls, y "Una boda judía", del fotógrafo artístico contemporáneo Yitzchak Woolf. Este último muestra a una pareja homosexual durante la bendición de su matrimonio, al principio bendecida solo la imagen, ya que no se encontró ninguna sinagoga dispuesta a hacerlo.

"Esta exposición trata sobre la relación entre el judaísmo y la tradición judía, y sobre el cambio de ideas sobre la sexualidad, el género y el deseo”, explica a DW la periodista y cineasta germano-rusa Anna Narinsky, directora del filme "Finde den Jude” ("Encuentra al judío”) ( 2020). "Para la sexualidad, como para cualquier otro tema de la tradición judía, las leyes religiosas no son rígidas, sino que se adaptan a las realidades actuales y a las estructuras sociales cambiantes mediante interpretaciones, debates e impulsos", confirmó al diario Berliner Zeitung la directora del museo, Hetty Berg.

"Una boda judía" de Yitzchak Woolf.Imagen: Yitzchak Woolf

Condena del celibato

Comenzamos con las "obligaciones". A diferencia del cristianismo y de muchas otras religiones, el judaísmo condena estrictamente el celibato. Nadie puede eludir el mandamiento "Sed fructíferos y multiplicaos".

La Torá establece que un hombre tiene tres deberes con su esposa: alimentarla, vestirla y brindarle intimidad conyugal. Idealmente, al menos dos veces por semana. En algunos tratados talmúdicos, se considera que lo contrario es motivo suficiente para el divorcio, incluso después de sólo una semana de inactividad en la cama, teniendo que pagar todos los gastos el marido a la mujer.

Al mismo tiempo, los libros religiosos enfatizan la importancia del consentimiento de las mujeres para tener relaciones sexuales. "Cuando finalmente estés listo para la unión sexual, asegúrate de que las intenciones de tu esposa concuerden con las tuyas", se puede leer en el Iggeret Hakodesh, un texto cabalístico del siglo XIII.

La Torá prohíbe no sólo las relaciones sexuales prematrimoniales, sino también otras actividades "sin intención de procreación", como, por ejemplo, la masturbación. Eso sería un "desperdicio del semen”. Las mujeres deben renunciar a las relaciones íntimas durante y después de la menstruación. Solo pueden - y deben - regresar al lecho conyugal siete días después del último sangrado, y después de haber realizado una limpieza en la mikve, el baño ritual de purificación.

Obras de artistas LGBTQ, protesta contra las normas tradicionales


Ser diferente en un sistema de valores tradicional: este es también un tema importante y a menudo difícil en el judaísmo. "En la Torá, los hombres no se casan con hombres. Y las mujeres no se casan con mujeres", escribió David Sperber específicamente para la exposición. Sperber es investigador del arte judío contemporáneo.

Detrás de cada obra de artistas judíos LGBTQ, hay una difícil historia de lucha contra el establishment conservador. Los visitantes pasan mucho tiempo en la sala, con conmovedores documentales de hombres en familias judías tradicionales, que hablan de la aceptación de su homosexualidad, a menudo conseguida con mucho esfuerzo. "Sólo rezo para que no olvides el camino hacia Dios", dice amorosamente una madre, envuelta en un chal negro, a su hijo, un joven barbudo con una kipá. "Y seas quien seas, nadie podrá decirte jamás que esta no es tu casa." Este es un extracto de la película "El armario sagrado" del director israelí Moran Nakar.

Sexo en el judaísmo: entre prohibiciones y juguetes sexuales


En una vitrina de cristal, se encuentra el Shulján Aruj, un resumen de las reglas básicas que los creyentes judíos deben seguir en su vida diaria. El libro está abierto por una página que trata sobre las prácticas sexuales permitidas y prohibidas, en particular la prohibición de la masturbación.

Leemos un fragmento a través del cristal de la vitrina: "Hay que tener cuidado con la excitación física, por lo que no se debe dormir boca arriba ni boca abajo. Se debe dormir de lado para evitar la excitación física", recomienda el libro. Tampoco es recomendable que dos personas duerman en una cama. No se debe observar a ningún animal apareándose, y esto incluye tanto a las aves silvestres como a las domésticas. Tampoco puede montarse sobre un animal a pelo, hay que hacerlo con montura".

En otra vitrina, se puede ver un pequeño objeto que hace sonreír a muchos visitantes. Se trata de un anillo de metal macizo que se coloca metiendo los dedos y evita así que estos se doblen. Los hombres deben usar este dispositivo por la noche para que no se masturben accidentalmente mientras duermen.

Pero la exposición también muestra un contrapunto: "Water Slyde" fue desarrollado en 2014 por la judía ortodoxa Maureen Pollack "para la salud sexual" de las mujeres. Este dispositivo, muy poco ortodoxo, cumple una doble función: estimulador femenino y ducha vaginal. Fue desarrollado con la bendición de un rabino, como medio para promover la intimidad sexual entre los cónyuges.

La cultura milenaria del judaísmo está llena de prohibiciones y restricciones. Pero tiene también otra tradición: la del trato abierto con uno mismo. “Y la exposición de Berlín sigue exactamente esta tradición”, dice la cineasta Anna Narinsky.

(rmr/ms)

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