El régimen venezolano anunció la expulsión de la Embajadora de la UE en Caracas. Para algunos, una medida desesperada; para otros, una prueba de la fortaleza del chavismo.
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En enero de 2019, la Unión Europea ofrecía a Nicolás Maduro un ultimátum para que renunciara. Este lunes (29.06.2020), él le ha dado a la embajadora del bloque en Venezuela un plazo de setenta y dos horas para que abandone el país. En resumen: al régimen de Caracas le bastó un año y medio para darle vuelta al pulso de poderes, dejando atrás la posición de debilidad en la que su salida parecía inminente. Al contrario, ahora se cree lo suficientemente sólido como para permitirse provocar un choque diplomático con Bruselas.
La decisión de Maduro pone de manifiesto una cierta robustez de su administración, y deja al descubierto una contradicción fundamental que desde hace dieciocho meses convive en la política internacional europea de cara a Venezuela: juzgar a un gobierno como ilegítimo y, sin embargo, responderle a través de mecanismos oficiales; y más aún: estar obligados, como ahora, a acatar sus decisiones, con lo cual reconocen de facto su autoridad.
Condenas de papel
"Condenamos y rechazamos la expulsión de nuestra embajadora en Caracas. Tomaremos las medidas necesarias habituales de reciprocidad", fueron las primeras palabras de Josep Borrell, el alto representante de la Unión Europea para la Política Exterior, cuando conoció la decisión de Maduro. Y así como él, numerosos diplomáticos y diputados tanto en Europa como en América Latina rechazaron la medida. Lo que algunos anticipan es que la reacción de Bruselas termine limitándose a comunicados formales, porque la diplomacia, sobre todo cuando se enfrenta a sistemas autoritarios, es con frecuencia impotente y carece de contundencia.
"Aquí todo dependerá de lo que decidan los gobiernos. Pero, por lo pronto, no creo que esto vaya a pasar de declaraciones de principios de reciprocidad", afirma en entrevista con DW Nelson Castellano, ex diplomático venezolano ante la Comunidad Europea en Bélgica. "Se trata de una decisión desesperada de Maduro ante las nuevas sanciones europeas. Esta vez, los implicados son funcionarios que pretendían convalidar el fraude electoral previsto para este año. Sin embargo, es posible que a nivel comunitario se espere algo similar a lo que ocurrió hace unos meses con el Embajador alemán, quien también fue expulsado, pero luego se le permitió volver al país".
Ganadores y perdedores
Pero una ruptura total entre Bruselas y Caracas podría repercutir en áreas que trascienden lo meramente diplomático. Eso implicaría el fin de la veeduría europea en Venezuela, un país que paulatinamente ha ido expulsando a la mayoría de los organismos e instituciones internacionales autónomos. A largo plazo, la ausencia de activistas, defensores de derechos humanos e instancias diplomáticas independientes es una amenaza para fracciones opositoras al régimen, porque no habría espacios ni voces para denunciar los excesos de quienes detentan el poder.
"Como diputado del Parlamento Europeo, condeno firmemente la respuesta cobarde del régimen de Maduro de expulsar a la embajadora de la Unión Europea de Caracas. Una ruptura de relaciones diplomáticas entre UE y Venezuela solamente llevaría al aumento de la crisis", afirmó vía Twitter Leopoldo López Gil, eurodiputado y padre del opositor Leopoldo López.
Sin embargo, para el ex diplomático de carrera Nelson Castellano, quien pierde en este choque es Nicolás Maduro. "Esto afirma su carácter autoritario y le genera más aislamiento. En lo inmediato parecerá que todo sigue igual, pero a largo plazo los países cambiarán sus políticas en relación a Venezuela. Podría haber más energía a favor del cese de la tiranía, y en la medida en que la solución electoral pierda peso -porque no hay garantías suficientes-, se producirá seguramente un cambio de la visión europea para lograr una salida".
En cualquier caso, parece que Europa tiene muchas prioridades pendientes en estos tiempos de pandemia, como para desviar su atención hacia una crisis interminable que tiene lugar al otro lado del Atlántico.
(vt)
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Monumentos polémicos en América Latina
El debate sobre historia, memoria y emplazamiento o remoción de estatuas, reavivado por protestas mundiales contra el racismo y el colonialismo, tras el asesinato de George Floyd, no es nuevo en América Latina.
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Cuba: "¡Y no me digan que eso es patrimonio!"
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Colombia: "Quítenle el nombre a esa universidad"
En Colombia, según el catálogo del Banco de la República, Sergio Arboleda y Pombo fue "un hacendado, esclavista, periodista, militar y político (…). Ideólogo del Partido Conservador." Su condición de "esclavista" impulsa hoy pedidos en redes sociales para renombrar la Universidad Sergio Arboleda, en Bogotá, de la que se graduó el actual presidente de Colombia, Iván Duque (2do, izq.).
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Ofrenda a Caupolicán
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Argentina: Cristóbal Colón, "el monumento de la discordia"
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"Tirofijo"
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