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Enemigo público

22 de abril de 2010

El paludismo amenaza la salud pública en 108 naciones del globo, pero son muchos los países que, según la OMS, no han cumplido su palabra de ayudarla a reunir los 5 mil millones de dólares necesarios para erradicarla.

El "Decenio para la erradicación de la malaria" culmina este año sin el éxito esperado.Imagen: DW-TV

En el año 2001, los Estados miembro de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) se comprometieron a reducir a la mitad el número de enfermos de malaria y la tasa de mortalidad causada por esta enfermedad. Con miras a lograr tan ambiciosa meta, más del 80 por ciento de los habitantes de regiones golpeadas por la malaria deberían haber recibido mosquiteros –suerte de velos hechos de gasa que se cuelgan sobre las camas para impedir que entren los mosquitos– y, de ser necesario, medicamentos; pero el llamado “decenio para la erradicación de la malaria” llega a su fin este año sin que la mayoría de los países haya alcanzado esos objetivos.

Durmiendo con el enemigo

También conocida como paludismo, la malaria es una enfermedad febril transmitida por la picadura de mosquitos anofeles; de ahí que, por elemental que parezca, la protección más efectiva contra este mal sean los mosquiteros que protegen a las personas mientras duermen. La Organización Mundial de la Salud (OMS) confiaba en que frenaría la expansión de la malaria apelando a este recurso, sobre todo porque se trata de un implemento doméstico poco costoso.

Hasta 2008, la OMS distribuyó casi 140 millones de mosquiteros en África para proteger a las personas mientras duermen.Imagen: picture-alliance/ dpa

“Los mosquiteros pueden impedir la muerte del 25 por ciento de los niños menores de 5 años y del 50 por ciento de los casos más severos de malaria”, explica Awa Marie Coll-Seck, del programa contra la malaria de la OMS, comentando que incluso existen mosquiteros que han sido rociados con insecticidas para aumentar su efectividad. En Etiopía, donde se repartieron 20 millones de mosquiteros, se alcanzaron muy buenos resultados: el número de enfermos descendió en un 50 por ciento.

Campaña sin frutos

También conocida como paludismo, la malaria es una enfermedad febril transmitida por la picadura de mosquitos anofeles.Imagen: picture-alliance/dpa

Hasta 2008, la OMS distribuyó casi 140 millones de mosquiteros en el continente africano –el más afectado de todos– como parte del proyecto Decenio para la erradicación de la malaria; en Guinea Ecuatorial y en la isla de Zanzíbar más de la mitad de los hogares tienen mosquiteros para proteger a sus habitantes de esta enfermedad que amenaza la salud pública en 108 países del globo.

El hecho de que la lucha contra la malaria no haya dado los frutos esperados en África, donde sólo nueve países lograron reducir el número de personas afectadas o fallecidas, se debe a razones de muy diversa índole. Coll-Seck comenta que una de ellas es la falta de conocimiento sobre la enfermedad y el uso que se le debe dar a los mosquiteros. “No basta con repartir mosquiteros, hay que desarrollar estrategias a escala comunal para establecer una buena comunicación con la gente con miras a posibilitar un verdadero cambio de comportamiento”, agrega la experta.

Los sistemas sanitarios escasean

Las operaciones para proveer de medicamentos a los pacientes afectados por la enfermedad también arroja un balance desconcertante. Y es que, aunque el número de personas recibiendo tratamiento es mayor que el registrado en 2006, la mayoría de la población apenas tiene acceso a ellos; para conseguirlos debe hacer frente a muchas dificultades y obstáculos. En 11 de 13 países africanos, menos del 15 por ciento de los niños enfermos por debajo de los 5 años de edad recibió medicamentos contra la malaria. La meta de la OMS era 80 por ciento.

Según la OMS, se necesitan 5 mil millones de dólares para erradicar la malaria por completo.

“Para que se les pueda tratar, es necesario que exista un buen sistema de salud. Es importante asegurarse de que la gente tenga acceso a tratamientos médicos”, sostiene Coll-Seck. Pero son precisamente los sistemas de salud funcionales los que escasean en África: pocos países pueden invertir en hospitales, médicos o medicamentos. En el sur de Sudán, por ejemplo, la proporción de médicos por habitante es de 1 por cada 100.000; en el este del Congo no hay casi calles asfaltadas por lo que la distribución de medicamentos contra la malaria son transportados hasta las clínicas superando grandes escollos.

Nuevos paradigmas son necesarios

Algunas organizaciones no gubernamentales (ONG) insisten en la necesidad de implantar una nueva estrategia que involucre activamente a la gente que se debe beneficiar de las campañas de profilaxis. Como muestra, un botón: Medeor y sus organizaciones aliadas en África le enseñan a las comunidades en Togo qué hacer para frenar la expansión de la malaria porque los miembros de esta ONG alemana no creen que invertir tiempo y recursos en actividades puntuales baste para resolver el problema.

El monitoreo de estos proyectos a largo plazo es difícil; de allí la relevancia de que sean los propios afectados quienes vigilen que lo aprendido en la lucha contra la malaria se siga poniendo en práctica. Sin embargo, los recursos humanos y los conocimientos por sí solos no compensan la falta de recursos económicos que aflige a la región: según la OMS, de los 5 mil millones de dólares que se necesitan para erradicar la malaria por completo, el organismo sólo ha recibido 2,7 mil millones a lo largo de la última década.

Eso se debe, entre otras cosas, a que muchos países –sobre todo los industrializados, en donde el paludismo no representa una amenaza pública– no han cumplido su promesa de arrimar el hombro para ponerle un alto al flagelo.

Autora: Asumpta Lattus / Evan Romero-Castillo
Editor: José Ospina Valencia

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