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Lugo inició quimioterapia

15 de agosto de 2010

El presidente paraguayo puede gobernar desde el hospital, pero no consumar las reformas que prometió cuando asumió el poder hace dos años, según el experto alemán Dr. Thomas Otter en entrevista con DW-WORLD.

En esta imagen, Lugo abandona un hospital de Asunción dos días antes de que el Gobierno anuncie su enfermedad (4.8.2010).Imagen: AP

Cuando Fernando Lugo asumió la presidencia de Paraguay el 15 de agosto de 2008, es muy probable que haya mirado hacia atrás para constatar con asombro que, en menos de un lustro, no solamente había desafiado al Vaticano –primero al pregonar la teología de la liberación como obispo de la diócesis de San Pedro y luego al colgar los hábitos para dedicarse de lleno a la política en 2006–, sino también al partido que había llevado las riendas de su tierra natal durante seis largas décadas, el Partido Colorado.

Qué ironía que ahora, cuando su Gobierno cumple su segundo aniversario y el país parece demandar su atención con mayor urgencia, el mandatario paraguayo deba enfrentarse simultáneamente a las que podrían ser sus peores enemigas: la fragilidad de su propia salud –a principios de agosto se le diagnosticó un cáncer linfático en estado avanzado– y las severas críticas de quienes esperaban mucho más de su gestión como jefe de Estado. Deutsche Welle conversó al respecto con el especialista alemán Thomas Otter.

Otter es doctor en Ciencias Económicas de la Universidad Georg August de Gotinga, Baja Sajonia, e investigador asociado de esa alma máter. El Instituto de Estudios Latinoamericanos del GIGA publicó su análisis del “fenómeno Lugo” (co-escrito junto con el Dr. Marcello Lachi, politólogo de la Universidad de Siena, Italia) en junio de 2008, sólo dos meses después de que el carismático personaje ganara los comicios presidenciales con el respaldo de una alianza sin precedentes que aglutinaba a adversarios del Partido Colorado de centro e izquierda, sindicatos y representantes de diferentes movimientos políticos, sociales y culturales paraguayos.

“El cambio de Gobierno en Paraguay no fue impulsado por el vigor de una nueva coalición de partidos, sino por el ímpetu de fuerzas sociales que ya habían emergido”, dice Otter.Imagen: AP

Deutsche Welle: En el análisis Fernando Lugo: cambio político y continuidad en Paraguay, el Dr. Marcello Lachi y usted intentaron determinar en qué medida la victoria electoral del ex obispo reflejaba una auténtica transformación de la escena política paraguaya y hasta qué punto su Gobierno podría catalizar reformas necesarias sin alienar a los elementos conservadores que lo apoyaban. ¿Qué balance hace usted hoy de la administración Lugo en Paraguay?

Dr. Thomas Otter: En estos dos años no ha tenido lugar el cambio político esperado: la participación social sigue acentuándose y abriéndose espacios, pero el Gobierno de Lugo no está haciendo nada para estimular, consolidar o aprovechar esa participación; las fuerzas sociales están ahí y la gente participa como quiere, pero su energía no está siendo bien canalizada. Cuando Lugo y la Alianza Patriótica para el Cambio vencieron al Partido Colorado –en el poder desde 1947– en las elecciones presidenciales, todo parecía indicar que una gran transformación venía en camino, pero, a dos años de ese suceso, la situación se ve muy diferente.

El cambio de Gobierno en Paraguay no fue impulsado de manera predominante por el vigor político de una nueva coalición de partidos, sino por el ímpetu de nuevas fuerzas sociales que ya habían emergido. Me refiero a la generación que alcanzó su mayoría de edad dos décadas después del fin de la dictadura de Alfredo Stroessner (1954-1989); un grupo con ideas políticas y formas de actuar socialmente distintas de las de sus predecesores. Lo único que Lugo y su gente hicieron tras darse cuenta de que buena parte del electorado no estaba dispuesta a seguir votando por el Partido Colorado fue decidirse a entrar en la contienda electoral.

“La participación social sigue acentuándose, pero Lugo no está haciendo nada para estimular, consolidar o aprovechar esa participación”, subraya el experto alemán.Imagen: AP


De los partidos tradicionales se esperaba –en vano– que colaboraran con Lugo para ponerle coto a la crisis social del país, precisamente porque éstos siguen dominando el Parlamento paraguayo desde el banco de la oposición. Por otro lado, el apoyo de una sincrética coalición de partidos, que lucía como el más importante capital político de Lugo, no parece haberle servido de mucho. ¿Es de extrañarse que las reformas más ambiciosas no se hayan consumado?

La gran reforma agraria, la reforma tributaria, la reforma del orden político y la de toda la estructura burocrática… ninguna de esas grandes promesas se han llevado a cabo porque el Gobierno de Lugo carece de la mayoría en el Parlamento paraguayo. Por otro lado, Lugo tiene serios enfrentamientos con quienes fueran sus aliados, los liberales; sobre todo con su vicepresidente, Federico Franco, quien, por si fuera poco, carece de fuerza dentro de su propio partido, un grupo político de por sí bastante dividido. Hace unas semanas hubo comicios internos para elegir a la jefatura de los liberales y Franco quedó en tercer lugar con menos del 20 por ciento de los votos.

Con semejante trasfondo, no se puede aspirar a que el Gobierno promueva un cambio político considerable; en estos años se han hecho cosas muy bonitas, pero no muy relevantes, por decirlo llanamente. Tras el triunfo de Lugo, el Instituto de Previsión Social consiguió que el número de nuevos asegurados ascendiera a 60.000 en 2009 mediante la formalización de las empresas; una verdadera hazaña en tiempos de crisis económica como éstos. Eso no hizo mucho para poner fin al grave problema de la exclusión social, pero es algo que los Gobiernos anteriores no habrían conseguido nunca.

“Aparte de los medios paraguayos, nadie cree que Lugo vaya a morir o a renunciar anticipadamente al cargo de presidente”, asegura Otter.Imagen: picture alliance / dpa

El ministerio de Salud está funcionando mejor que antes y el ministerio de Justicia y Trabajo ha logrado que los mecanismos de asignación de empleo funcionen con mayor efectividad que en administraciones anteriores; pero, insisto, aunque es muy bueno que el Gobierno de Lugo se esfuerce en proporcionarle bienestar a la población, lo logrado no constituye un cambio político considerable ni tiene un gran alcance. Su éxito más grande es la multiplicación de las trasferencias condicionadas; programas que son muy exitosos en Suramérica y existen en Paraguay desde 2004.

Lugo lo que hizo fue cuadruplicar el número de hogares beneficiados por estas transferencias no contributivas: desde 2008, 100.000 familias que viven en situación de pobreza extrema reciben el equivalente de 20 dólares al mes a cambio de que sus miembros –sobre todo las mujeres embarazadas y lactantes– se hagan chequeos médicos regulares y los niños asistan a la escuela. La meta de esos programas es garantizar que los jóvenes crezcan saludablemente y reciban educación durante por lo menos nueve años para que salgan de la pobreza por cuenta propia cuando sean adultos; pero si se quisiera reducir la pobreza de manera estructural, habría que extender ese beneficio a por lo menos 250.000 o 300.000 hogares.

Fernando Lugo dio inicio a sus sesiones de quimioterapia en Brasil para tratar el cáncer linfático que le fue diagnosticado hace dos semanas y, hasta ahora, no ha habido quien detenga las especulaciones en torno a la gravedad de su caso. ¿Qué implicaría la dimisión anticipada de Lugo para un país que quiere dejar atrás su historia de inestabilidad política?

En este momento, aparte de los medios –que están más en contra que a favor del presidente–, nadie cree que Lugo vaya a morir o a renunciar anticipadamente al cargo de presidente. Y aún si su estado de salud es peor que el que muchos suponen, yo puedo imaginármelo gobernando desde el hospital hasta que exhale su último aliento. Está claro que su muerte desestabilizaría al actual Gobierno paraguayo, pero lo que es impensable para mí en este instante es que Lugo abandone la presidencia prematuramente debido a su enfermedad y le ceda el cargo al vicepresidente, Federico Franco; sobre todo porque, si los liberales no quieren tener a Franco, ¿qué quedará para el resto de los paraguayos?

Autor: Evan Romero-Castillo
Editora: Claudia Herrera Pahl

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