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Festival de graffitis en Londres

Emilia Rojas S4 de mayo de 2008

Un graffiti puede sacar de sus casillas al dueño del muro. O convertir la muralla en valiosa obra de arte. Es lo que hace Banksy, el gurú de los graffiteros, que organizó una notable exposición en un túnel de Londres.

Una obra de Banksy, en el túnel de los graffitis.Imagen: AP

Hace tiempo que se empezó a sospechar que aquellos rayados callejeros que se apoderan por la noche de los muros de la ciudad podían representar algo más que una provocación o una válvula de escape para instintos vandálicos. La discusión acerca de si los graffitis son o no un arte amenazaba con volverse bizantina hasta que, de pronto, los hechos dieron la respuesta: en algunos casos sí. Y uno de esos casos, el más conocido, es el del enigmático graffitero británico Banksy, cuyas obras ya han alcanzado el honor de los museos, si bien por iniciativa propia del autor.

Banksy, el misterioso

Poco se sabe de la vida diurna de este personaje, que hace todo lo posible por mantenerse parapetado en el misterio y se comunica a través de un agente. La explicación de Banksy era que necesitaba el anonimato para poder trabajar o, dicho de otra forma, para que no lo detuvieran por estar pintando muros. Quizá haya sido así al comienzo. Pero otros deben ser sus móviles ahora que es toda una celebridad y sus obras han llegado a ser subastadas por altas sumas en Londres, la ciudad que le sirvió de lienzo desde el principio.

Obra expuesta en 2004.Imagen: picture-alliance/dpa

Más de 300.000 euros fue la suma que se pagó en febrero por una de sus obras, de seis metros de largo, en el que se ven varios simios y una leyenda: “Rían ahora, pero algún día tendremos que asumir la responsabilidad”. Se dice que entre los coleccionistas que han impulsado su precio a las alturas figura nada menos que Brad Pitt. Las pinturas de Banksy no son exabruptos creativos. Detrás hay estética e intencionalidad. El uso de la técnica del esténcil exige preparación. Y su mensaje, premeditación.

Humor y creatividad

Un miembro de las fuerzas de seguridad palestinas pasa ante un graffiti de Banksy, en Belén.Imagen: picture-alliance/dpa

Una dosis de humor condimenta también la fama de este curioso personaje, cuyo prontuario incluye haber burlado las medidas de seguridad de varios museos para entrar en ellos, no a sustraer, sino a instalar sus propias creaciones, que consideraba merecedoras de tal sitial. Por ejemplo, en 2004 logó introducir en el British Museum un trozo de muro con una supuesta pintura rupestre en que se veía un búfalo con unas flechas y un hombre... llevando un carrito de supermercado... El ‘’fragmento’’ permaneció 8 días en un lugar destacado del museo. (Entretanto se lo ha colocado en sección de pinturas rupestres.)

Varias ciudades del mundo lucen ya sus huellas y, quien las identifique como tales, de seguro no intentará borrarlas. Como ideas no le faltan a Banksy, este fin de semana se puso en práctica otra iniciativa notable: un festival de graffities, organizado por él, reúne a una cuarentena de cultores del arte callejero en Londres. A la cita han acudido graffiteros de diversos países para dejar su huella en un túnel ferroviario fuera de servicio. El festival se prolongará hasta el lunes y está permitido llevar pintura en aerosol para participar, aunque las reglas son claras: no se debe pintar sobre la obra de otro artista.

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