Es la tercera vez que un Papa visita el campo de concentración de Auschwitz. Un gran gesto de Francisco. Christoph Strack informa desde Auschwitz.
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Desde su llegada a las 9:15, el Papa permanece en silencio. Cruza el umbral de la puerta de Auschwitz con la inscripción “Arbeit macht frei” (El trabajo les hará libres) y continúa en silencio mientras el sol asciende. Solo los guardaespaldas enturbian la imagen, unas figuras de negro que, en lugar de ocuparse de su seguridad, parecen preguntarse si realmente Francisco está ahí presente con ellos.
El silencio de Francisco
El Papa sigue allí, tranquilo y ensimismado en su silencio. A diferencia de sus predecesores, no alza la voz. Al final, se levanta y roza con sus labios uno de los postes de metal de la valla. La visita continúa en un carro de golf hasta las barracas donde se asesinaba a los presos. Allí se encuentra con Beata Szydlo, primera ministra de Polonia, que le acompaña entre los muros de ladrillo. Francisco quiere sentir el lugar y encontrarse allí con los doce testigos de aquel entonces.
Todos son mayores, muy mayores. Una señora de cabellos blancos le susurra algo y el la besa en las mejillas. Otro hombre alto le saluda con un decidido apretón de manos. Más tarde, le enseña al Papa una foto con una figura esquelética entre un grupo de prisioneros en los días de la liberación. Francisco se queda impresionado por los doce, consciente de que son algunos de los pocos que todavía son testigos supervivientes de aquella crueldad.
La celda de la muerte de Maximilian Kolbe
El Papa no visita aquellas salas de las barracas del campo de Auschwitz-Birkenau donde las montañas de pelo, de gafas y maletas son los testimonios de más de un millón de personas que fueron asesinadas. Pero sí baja las escaleras del bloque 11, el llamado “búnker del hambre”. Para él, una etapa importante en su camino. Allí abajo, el 14 de agosto de 1941, falleció el sacerdote franciscano Maximilian Kolbe. Cuando los guardas del campo de concentración seleccionaron hombres para enviarlos a la muerte en represalia por la presunta huída de un preso, Kolbe se ofreció a cambio de un padre de familia. Eso ocurrió hace casi 75 años. Francisco se sienta durante 5 minutos en este sótano oscuro, observado tan solo por una cámara. En soledad con el recuerdo, orando en silencio. Poco después, escribe las únicas palabras que expresó durante su visita. Las escribe en castellano en el libro de visitantes de Auschwitz: “¡Señor, ten piedad de tu pueblo, perdón por tanta crueldad!”.
Con el sol ya en lo alto en este día de verano, el Papa llega al centro del complejo de Auschwitz. El séquito de vehículos de seguridad avanza despacio. Delante del monumento esperan desde hace horas miles de invitados. Entre ellos, 25 hombres “justos entre los pueblos”, personas que arriesgaron su vida para ayudar a sobrevivir a los judíos. Szydlo está allí y saluda a estos invitados tan especiales. Pero el aplauso es para Francisco, que posteriormente se acerca al panel en memoria de las víctimas para terminar encendiendo una vela, mientras los asistentes entonan salmos. Primero en hebreo, y luego en polaco.
Tras su visita, el Papa tienen que volver a Cracovia, a las Jornadas Mundiales de la Juventud. Allí le esperan cientos de miles de jóvenes y este día que comenzó con tanta tristeza terminará con una liturgia. Como es costumbre los viernes en la Iglesia católica, con una oración del vía crucis, un camino en el que también le acompañará el silencio de esta mañana.
Auschwitz: "La muerte no tiene la última palabra"
Estos artistas lucharon por su supervivencia en campos de concentración. En la exposición "La muerte no tiene la última palabra" ("Der Tod hat nicht das letzte Wort"), en el Parlamento alemán, se pueden ver sus trabajos.
Imagen: Staatliches Museum Auschwitz-Birkenau in Oœwiêcim
Los artistas olvidados
Durante el régimen nazi, muchos artistas fueron perseguidos. Pero pocos conocen a los artistas que siguieron produciendo obras en los campos de concentración. El pintor Waldemar Nowakowski, en la foto, fue uno de ellos. La exposición "Der Tod hat nicht das letzte Wort" (“La muerte no tiene la última palabra”) se puede ver desde el 27 de enero en el Parlamento Alemán.
Imagen: Staatliches Museum Auschwitz-Birkenau in Oœwiêcim
Los horrores de Theresienstadt
El autor, curador e historiador del arte Jürgen Kaumkötter se dedicó durante más de 15 años a investigar las obras de arte de artistas perseguidos, desde 1933 hasta 1945. No solo tuvo en cuenta las obras creadas durante esa época, sino también aquellas que la tematizan hasta hoy. Leo Haas es autor de este aguafuerte sobre el campo de concentración de Theresienstadt (1947).
Imagen: Bürgerstiftung für verfolgte Künste – Else-Lasker-Schüler- Zentrum – Kunstsammlung Gerhard Schneider
Pintar en el “Museo del campo de concentración”
Se sabe que los artistas de Theresienstadt pintaban, pero también en Auschwitz había un “Museo”. Allí había materiales como lápices, papeles y pinceles a disposición de los creadores para que estos llevaran a cabo obras para las SS. Del campo de concentración de Auschwitz II, sin embargo, apenas se conocen algunas obras. En la foto: Autorretrato de Marian Ruzamski (1943-1944).
Imagen: Staatliches Museum Auschwitz-Birkenau in Oœwiêcim
Imágenes de la nostalgia
Este retrato pertenece a Jan Markiel (1944) y fue hecho sin materiales “oficiales” de Auschwitz I. Representa a la hija de un panadero de las cercanías de Jawiszowice, que había ayudado a los prisioneros dándoles pan y enviando sus cartas. El color proviene de trozos de pigmento arrancado a las paredes, y un trozo de lino de los colchones hizo de lienzo.
Imagen: Staatliches Museum Auschwitz-Birkenau in Oœwiêcim
Testigo de los hornos crematorios
Yehuda Bacon (dcha.) llegó a Theresienstadt en 1942, a los 13 años, y en diciembre fue trasladado a Auschwitz-Birkenau. Allí trabajó como mensajero y se le permitía calentarse en invierno acercándose a los hornos de los crematorios. Lo que vio allí no solo lo contó durante el famoso Juicio de Fráncfort, sino también en los dibujos que realizó luego de finalizada la II Guerra.
Imagen: Bürgerstiftung für verfolgte Künste – Else- Lasker-Schüler-Zentrum – Kunstsammlung Gerhard Schneider
La segunda generación
Michel Kichka es uno de los historietistas más renombrados de Israel: “Segunda generación: lo que nunca le dije a mi padre” es una novela gráfica sobre la infancia de Kichka y su padre, un sobreviviente de Auschwitz. El trauma del padre se transfirió al hijo. Cuando Michel Kichka solo pudo vencer sus pesadillas reflexionando, no sin cierto humor negro, sobre los horrores vividos por su progenitor.
Imagen: Egmont Graphic Novel
Metáfora de la Shoa
También los hijos de la artista israelí Sigalit Landau son sobrevivientes del Holocausto, y su profesor de dibujo fue el también sobreviviente Yehuda Bacon, que trabaja hasta hoy como docente de arte en Israel. Sus trabajos están llenos de alusiones metafóricas al Holocausto, como en estos zapatos, que se pueden ver en la exposición en el Parlamento alemán.
Imagen: Sigalit Landau
"La muerte no tiene la última palabra"
Sigalit Landau recolectó 100 pares de zapatos en Israel y los arrojó al Mar Muerto. El mar los cubrió con capas de sal, y ahora son símbolos de la vida que vence a la muerte. Su deseo era que se expusieran en Berlín como símbolo de la esperanza que vence a la desesperación. La exposición “La muerte no tiene la última palabra” se puede ver hasta el 27 de febrero en el Parlamento Alemán, en Berlín.