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Francisco en Auschwitz: oración en silencio

Christoph Strack (JAG/ERS)29 de julio de 2016

Es la tercera vez que un Papa visita el campo de concentración de Auschwitz. Un gran gesto de Francisco. Christoph Strack informa desde Auschwitz.

Imagen: Getty Images/AFP/F. Monteforte

Desde su llegada a las 9:15, el Papa permanece en silencio. Cruza el umbral de la puerta de Auschwitz con la inscripción “Arbeit macht frei” (El trabajo les hará libres) y continúa en silencio mientras el sol asciende. Solo los guardaespaldas enturbian la imagen, unas figuras de negro que, en lugar de ocuparse de su seguridad, parecen preguntarse si realmente Francisco está ahí presente con ellos.

El silencio de Francisco

El Papa sigue allí, tranquilo y ensimismado en su silencio. A diferencia de sus predecesores, no alza la voz. Al final, se levanta y roza con sus labios uno de los postes de metal de la valla. La visita continúa en un carro de golf hasta las barracas donde se asesinaba a los presos. Allí se encuentra con Beata Szydlo, primera ministra de Polonia, que le acompaña entre los muros de ladrillo. Francisco quiere sentir el lugar y encontrarse allí con los doce testigos de aquel entonces.

Todos son mayores, muy mayores. Una señora de cabellos blancos le susurra algo y el la besa en las mejillas. Otro hombre alto le saluda con un decidido apretón de manos. Más tarde, le enseña al Papa una foto con una figura esquelética entre un grupo de prisioneros en los días de la liberación. Francisco se queda impresionado por los doce, consciente de que son algunos de los pocos que todavía son testigos supervivientes de aquella crueldad.

Imagen: Reuters/D. W Cerny

La celda de la muerte de Maximilian Kolbe

El Papa no visita aquellas salas de las barracas del campo de Auschwitz-Birkenau donde las montañas de pelo, de gafas y maletas son los testimonios de más de un millón de personas que fueron asesinadas. Pero sí baja las escaleras del bloque 11, el llamado “búnker del hambre”. Para él, una etapa importante en su camino. Allí abajo, el 14 de agosto de 1941, falleció el sacerdote franciscano Maximilian Kolbe. Cuando los guardas del campo de concentración seleccionaron hombres para enviarlos a la muerte en represalia por la presunta huída de un preso, Kolbe se ofreció a cambio de un padre de familia. Eso ocurrió hace casi 75 años. Francisco se sienta durante 5 minutos en este sótano oscuro, observado tan solo por una cámara. En soledad con el recuerdo, orando en silencio. Poco después, escribe las únicas palabras que expresó durante su visita. Las escribe en castellano en el libro de visitantes de Auschwitz: “¡Señor, ten piedad de tu pueblo, perdón por tanta crueldad!”.

Con el sol ya en lo alto en este día de verano, el Papa llega al centro del complejo de Auschwitz. El séquito de vehículos de seguridad avanza despacio. Delante del monumento esperan desde hace horas miles de invitados. Entre ellos, 25 hombres “justos entre los pueblos”, personas que arriesgaron su vida para ayudar a sobrevivir a los judíos. Szydlo está allí y saluda a estos invitados tan especiales. Pero el aplauso es para Francisco, que posteriormente se acerca al panel en memoria de las víctimas para terminar encendiendo una vela, mientras los asistentes entonan salmos. Primero en hebreo, y luego en polaco.

Tras su visita, el Papa tienen que volver a Cracovia, a las Jornadas Mundiales de la Juventud. Allí le esperan cientos de miles de jóvenes y este día que comenzó con tanta tristeza terminará con una liturgia. Como es costumbre los viernes en la Iglesia católica, con una oración del vía crucis, un camino en el que también le acompañará el silencio de esta mañana.

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