La bailarina que dejó el ballet por exigencias tóxicas.

This browser does not support the video element.
"Nunca me sentí gorda... hasta que me lo dijeron”. Sandra Begue empezó ballet a los 11 años. A los 13, ya le exigían cambiar su cuerpo. Lo que era pasión se volvió dolor: dietas, culpa, desórdenes alimenticios. Aunque para ella, lo más importante era bailar, ya no pudo ser feliz en ese espacio. Pero continuó en D1, una escuela multidisciplinaria de danza fundada por Vania Macías. Allí se reconcilió con el baile. Años más tarde se presentó a una audición que convocó una compañía estadounidense y la ganó. Viajó a Los Ángeles donde conoció a Aisha Francis y su heels dance, es decir el baile con tacos. Este género fascinó a Sandra, quien de inmediato lo hizo suyo, pensando en el futuro: ”Algún día voy a lograr que la gente me vea y diga: Si ella puede, yo puedo”. Más tarde cuando regresó a Perú se suma a D1 con las clases de Heal Yourself dejando patente que la danza es refugio, rebeldía y poder. "Los tacos me ayudaron a curarme. No solo es sensualidad: es pisar fuerte, es calatear el alma”.