¿Fuga o golpe liberador?
19 de mayo de 2014Había una vez un banco que a lo largo de décadas se esforzó por espantar a sus clientes privados, jugó en el gran casino de la banca de inversión, y se procuró la fama de ser la institución de su tipo más arrogante de la República Federal de Alemania. Hablamos, por supuesto, del Deutsche Bank.
Durante la crisis financiera global, y después de ésta, incurrió en operaciones riesgosas por las cuales ahora debe guardar provisiones por miles de millones de euros. Esto no solamente se refiere al caso del otrora empresario de medios Leo Kirch, cuyo consorcio se vio afectado por las declaraciones –involuntarias o intencionadas- del entonces jefe del banco alemán, Rolf Breuer, acerca de la solvencia de dicha empresa. La arrogancia también se hizo presente en el banco de inversión que durante muchos años fue encabezado por Anshu Jain, hoy co-presidente del Deutsche Bank, y que el mismo ejecutivo ha hecho crecer testarudamente desde hace dos años.
Promesas efímeras
Todo ello ha resultado en una serie tal de enredos jurídicos, escándalos y procesos judiciales, que no parece haber un auditor capaz de valuar las provisiones para los riesgos.
A todo ello se suma la conclusión a la que llegaron las autoridades regulatorias luego de la crisis financiera: son muchos los bancos que, contando con un magro capital propio, siguen operando más allá de sus posibilidades. El Deutsche Bank no está ajeno a dicha conducta.
Un símbolo de este problema fue la promesa hecha por el antecesor de Jürgen Fitschen y Anshu Jain, Josef Ackermann, de alcanzar un incremento anual de 25 por ciento en los réditos del capital propio, oferta tan seria como la promesa de grandes ganancias en un juego callejero.
Bajas tasas de interés en la zona euro y nuevas garantías estatales han llevado a los co-presidentes Jain y Fitschen a emprender la fuga hacia adelante. Se emiten nuevos títulos bursátiles, involucran a un jeque de Catar, y refuerzan el programa de ahorro por 4.500 millones de euros hasta finales de 2015 y ajustan a la mitad las antiguas promesas de réditos.
El área de Relaciones Públicas del banco vería con buenos ojos que los medios interpretaran este curso como un golpe liberador. Pero realmente es pronto para saber si lo será. Se dice que los trabajadores del banco se encuentran a disgusto por el programa de ahorro ideado por Fitschen y Jain.
Blindaje para “la prueba del estrés”
Los bancos eurpeos deberán ser sometidos de nuevo a una “prueba de estrés”: por lo menos tres por ciento del capital de riesgo deberá quedar cubierto por capital propio, según las directrices de Basilea-III. El Banco Central Europeo habla incluso de una cuota “dura” de capital propio, la cual se ubicaría en ocho por ciento. Esto obliga a muchos bancos –incluido el Deutsche Bank- a actuar.
Los bancos pueden incrementar su capital propio si restringen los préstamos. Esta no es una política económica deseable, pues así se ahoga el abastecimiento de la economía, con el consecuente freno a la inversión, el crecimiento y el empleo. El Deutsch Bank sigue otro camino: quiere emitir hasta 300 millones de nuevos títulos bursátiles, a fin de obtener cerca de 8.000 millones de euros.
La medida es sumamente impopular entre los viejos accionistas, pues el valor de sus títulos bajaría de forma automática si el mercado se ve inundado con la nueva emisión. “A largo plazo, el Deutsche Bank planea utilizar el sobrante de capital para regresarlo a los accionistas”, dice el lapidario comunicado de prensa emitido el domingo pasado. ¿Servirá eso de consuelo a los accionistas?
El jeque no es un problema
En la prensa sensacionalista se destaca otro aspecto: de nuevo, un jeque de Catar interviene en un consorcio alemán. Se trata de desatar miedos latentes acerca de supuestas fuerzas externas que se apoderan de la esencia de la economía germana.
Pero en la realidad esto forma parte de la normalidad en el mundo de los negocios. Los jeques del Cercano Oriente a menudo han participado en empresas alemanes, a las cuales esto no parece afectarles. La Sociedad de Inversiones de los Emiratos del Golfo, que pretende sacar a flote al Deutsche Bank, es desde hace tiempo accionista en el consorcio Volkswagen. Y desde la central del fabricante de autos, en Wolfsburgo, hasta ahora no se ha escuchado queja alguna.