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G-8: a la sombra del Medio Oriente

ers.26 de junio de 2002

El tema del Medio Oriente se apoderó de la localidad canadiense de Kananaskis ya en los preliminares de la cumbre del Grupo de los 8, pese a los esfuerzos del primer ministro anfitrión por mantener la agenda prevista.

Protesta en Canadá, con muñecos de los gobernantes del G-8.Imagen: AP

Un nuevo programa de cooperación, sin precedentes, entre las 7 principales potencias industrializadas y Rusia y el continente africano, figura como el principal tema de política de desarrollo de esta cumbre. El proyecto, calificado ya por muchos como un Plan Marshall, quedó sin embargo un tanto rezagado, al menos en lo que al interés de la opinión pública se refiere. El tema predominante del momento es el conflicto del Medio Oriente.

Tanto más desde que, a pocas horas del inicio de la cumbre de Kananaskis, se diera a conocer la noticia del día: Yasser Arafat anuncia elecciones parlamentarias y presidenciales y, de paso, da a conocer que volverá a presentar su candidatura.

Un derecho palestino

La jugada del presidente de la Autoridad Nacional Palestina no ha podido menos que repercutir en la asamblea de las 8 potencias. Sobre todo debido a las muestras de disenso en torno a la demanda de que Arafat deje el poder, formulada tácitamente por el jefe de la Casa Blanca.

Los socios europeos de Estados Unidos acogieron positivamente los planteamientos de Bush en cuanto a la perspectiva de instaurar un Estado palestino, por lo pronto con carácter provisional, en un plazo tentativo de tres años. Respaldaron igualmente la aplicación de reformas en la administración autonómica, tendientes a la democratización. En cambio, han sido claros en manifestar que los palestinos tienen el derecho de elegir al gobernante que deseen.

Hábil maniobra

Arafat, cuya tradicional habilidad política parecía últimamente eclipsada, ha sabido aprovechar el momento. Con su convocatoria a los primeros comicios palestinos desde 1996 y su determinación de volver a someter su liderazgo al juicio de la población, ha socavado la iniciativa para marginarlo del proceso.

Por un lado, una reelección le devolvería la legitimidad que ha ido perdiendo debido a su incapacidad de poner fin a la violencia palestina. Por otro, podría volver a erigirse como el interlocutor más acorde con las expectativas de Occidente. Porque es de temer que sus contrincantes electorales con más posibilidades no provengan precisamente del sector moderado, sino del ala más radical.

El dilema de Washington

Si Arafat resulta reelecto -cosa que los expertos consideran bastante factible- planteará a Estados Unidos un dilema. "Aceptaremos lo que venga", indicó el secretario de Estado, Colin Powell, habitualmente más moderado que Bush en sus comentarios sobre este conflicto. Y es probable que no queden muchas otras opciones, como no sea la de permitir que el conflicto siga desarrollando su dinámica y cobrando vidas.

Los europeos, por su parte, tienen clara su opción. El coordinador de la política exterior conjunta de la Unión Europea, Javier Solana, subrayó que considera más importante que nunca la celebración de una conferencia internacional de paz para el Medio Oriente.

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