Desde el inicio de su presidencia, Gustavo Petro ha tratado de mejorar el posicionamiento de su país en el ámbito internacional. Con el lema "Colombia, potencia de la vida", el Gobierno colombiano aspiraba a combinar prioridades nacionales con un activismo internacional.
Con este reposicionamiento se manifiestan también algunas de las iniciativas colombianas en cuatro ámbitos políticos que van desde la transición energética y política climática, pasando por la política amazónica y una nueva política internacional en materia de drogas, hasta la ampliación de las relaciones con África y el mundo árabe.
Hoy más bien se percibe que Petro busca distanciarse de las posiciones tradicionales de la política exterior colombiana y acercarse a otros países del sur global a través de su retórica incendiaria. Sin embargo, estos esfuerzos han llevado a un aislamiento internacional del presidente, ya que su discurso no conecta con las prioridades de otras naciones.
Distanciamiento de Washington
Petro ha anunciado una nueva política exterior que se inclina más hacia las posiciones del sur global, al tiempo que pretendía que los lazos tradicionales del país con Estados Unidos continuaran. A diferencia de los demás países sudamericanos, Colombia mantiene a EE. UU. como su primer socio comercial, pero recientemente, en mayo pasado, decidió adherirse formalmente a la Iniciativa de la Franja y de la Ruta, de China, con la expectativa de desarrollar un amplio programa de infraestructura y comercio.
Esta decisión forma parte de la ruptura de Petro con Washington, motivada por su confrontación con el gobierno de Donald Trump en materia migratoria y por la reciente revocación de su visado por parte de EE. UU., debido a sus "acciones imprudentes e incendiarias" en las calles de Nueva York durante una manifestación a favor de Palestina. En su discurso ante la Asamblea General de la ONU, Petro criticó duramente a la Administración Trump, exigiendo una investigación penal sobre los ataques estadounidenses contra presuntos barcos narcotraficantes en el Caribe, que tildó de "acto de tiranía" por la muerte de 25 tripulantes.
Ante la amenaza de que Washington avance en el proceso que "descertifica a Colombia" en materia de combate al cultivo y tráfico de drogas, se está abriendo otro frente de conflicto. Anteriormente, Colombia ya había anunciado la suspensión de la compra de armas a Estados Unidos e Israel, lo que subraya el distanciamiento de Colombia de la política de Washington en Oriente Medio.
La radicalización de la retórica de Petro
Las desorientaciones de la política exterior de Petro no terminan ahí: el mandatario anunció en una reunión del Consejo de Gobierno a finales de septiembre una profunda depuración del cuerpo diplomático que, en su opinión, ha saboteado su política exterior, especialmente en lo referente a las relaciones con China. Asimismo, afirmó que la prioridad de Colombia en el ámbito internacional será la integración regional con América Latina y el Caribe. Petro remarcó que Colombia buscará una política no alineada, crítica con el poder hegemónico y centrada en los intereses latinoamericanos. Con esta redefinición de su política exterior, a nueve meses del fin de su gestión presidencial, Petro pretende salir de la OTAN (en la que su país participa como socio global), romper con la tradicional diplomacia frente a EE. UU. y construir nuevas alianzas latinoamericanas.
La búsqueda de reconocimiento internacional o de protagonismo personal
El primer mandatario es uno de los presidentes colombianos que más han viajado al extranjero. Su último viaje, el número 72, fue a Bruselas para asistir al foro Global Gateway de la Unión Europea. Aunque esta estancia en Bélgica se debe a que Colombia ostenta la presidencia pro tempore de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC) y está organizando la Cumbre CELAC-UE, que se celebrará en Santa Marta (Colombia) los días 9 y 10 de noviembre de este año, cabe preguntarse si la intensidad de los viajes del presidente colombiano reflejan un reconocimiento proporcional de su país a nivel internacional. Que Petro busca protagonismo personal en lugar de promover una mayor visibilidad internacional para Colombia se deduce del hecho de que sus iniciativas carecen de la debida preparación y seguimiento diplomático e institucional.
Diplomáticos actuando como activistas
Un indicio del alto nivel ideológico que ha alcanzado la política exterior colombiana se encuentra en los actos "de solidaridad con el presidente", en los que ministros y funcionarios de su gobierno renunciaron a su visado para EE. UU. ante la revocación de la visa presidencial por parte de ese país. La propia canciller, Rosa Villavicencio, siguió esta actitud, aunque se esperaba que fuera precisamente ella la encargada de recomponer las relaciones con Washington en lugar de tensarlas más. Además, Colombia asumirá en enero de 2026 un asiento como miembro no permanente del Consejo de Seguridad de la ONU, lo que se verá dificultado por las decisiones basadas en lógicas activistas que rompen con la diplomacia y la responsabilidad institucional.
Problemas en el vecindario
A pesar de su compromiso con el multilateralismo y su reciente invocación de la integración latinoamericana, el Gobierno de Petro no ha tratado de establecer relaciones equilibradas con los gobiernos de la región. Sus intentos no han sido muy exitosos: un fracaso en el caso venezolano, debido al fraude electoral de Nicolás Maduro; y con las grandes potencias de la región, Brasil y México, solo se han logrado coincidencias puntuales. Con Ecuador y Perú no se han podido establecer las condiciones para un entendimiento fructífero; más bien, el impacto del narcotráfico y las transgresiones discursivas de Petro están afectando negativamente al ambiente político.
A pocos meses del final de su mandato presidencial, Gustavo Petro se enfrenta a los escombros de una política exterior que, en sus inicios, estaba orientada a relanzar a Colombia en el ámbito internacional. A la canciller Villavicencio le quedará poco tiempo para mejorar la presencia externa de Colombia y superar ciertas tendencias al conspiracionismo del propio presidente. Su objetivo debe ser la reducción de los daños generados por una gestión demasiado personalista y movida por impulsos inmediatistas del primer mandatario del país.
(cp)
