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¿Hace aguas el Mercosur?

Marc Koch, Buenos Aires (ERC)14 de julio de 2013

El Mercosur atraviesa una crisis muy seria y en la reciente cumbre de Montevideo no se hallaron soluciones para ponerle coto. De ahí que algunos de sus miembros estén buscando oportunidades de asociación en otros lados.

Imagen: Getty Images

Desde afuera, la más reciente cumbre de jefes de Estado y de Gobierno de los países miembros del Mercado Común del Sur (Mercosur) parecía un encuentro de amigos entrañables. Al mandatario uruguayo y anfitrión de la reunión, José Mujica, lo llamaban cariñosamente “Presidente Pepe”. Entre ellos se trataban de “hermana” o “hermano”. Y ninguno de los asistentes parecía cansarse de asegurar que el futuro de América Latina y el Caribe pasaba por Mercosur o de describir la alianza en cuestión como la única alternativa válida para la región.

Desde adentro, el panorama lucía menos armonioso y prometedor. El ambicioso proyecto inaugurado en 1991 por Argentina, Brasil, Uruguay y Paraguay está prácticamente paralizado debido a los pleitos internos que impiden por completo el tránsito libre de productos y servicios en el subcontinente. El vicepresidente uruguayo, Danilo Astori, lamentaba hace poco que los grandes sueños de un mercado conjunto suramericano, una unión aduanera y una zona de libre comercio no se hayan materializado en lo más mínimo.

Esta situación se debe sobre todo al comportamiento de los miembros más grandes de ese bloque: Brasil y Argentina forcejean desde hace años en todos los campos imaginables de la política económica, imponiéndose mutuamente limitaciones comerciales, prohibiciones de importación y altos aranceles aduaneros, por ejemplo. Oficialmente, la presidenta de Brasil, Dilma Rousseff, y su homóloga argentina, Cristina Fernández, se citan con frecuencia para exigir y prometer apertura y transparencia. Tras bastidores ocurre lo contrario.

Apertura hacia el mundo

Poco antes de la cumbre de Montevideo, Mujica intentaba explicar una vez más por qué ni la Sudamérica de fronteras abiertas ni su mercado interno terminaban de despegar. A sus ojos, cada uno de los gobiernos implicados está tan anclado en su Estado nacional y en su cultura, que su primer impulso es defender los intereses propios a como dé lugar. Mujica no titubeó al sostener que entre los mandatarios de la región seguía habiendo desconfianza y que cada quien estaba a la caza de oportunidades para obtener ventajas particulares.

El hombre fuerte de Montevideo se rehúsa a renunciar a la idea de Mercosur como proyecto integrador, pero otros actores de la economía regional son menos pacientes y mucho menos románticos. Un poco nerviosa por el debilitamiento de la economía brasileña, la asociación de industriales de ese país publicó hace seis semanas un documento en el que advertía sobre los riesgos de seguir perdiendo tiempo. Su lema era: mientras Brasil y el Mercosur se regodean en su aislamiento, el mundo entero se esmera en encontrar alianzas comerciales.

“El país corre el peligro de perder más espacios en sus mercados de exportación, si no se ocupa de buscar nuevos socios comerciales alrededor del globo”, explicaban los empresarios brasileños en ese análisis. Y lo más probable es que la gestión del nuevo presidente temporal del Mercosur les dé la razón: durante los próximos seis meses será Nicolás Maduro, el controvertido mandatario de Venezuela, quien lleve el timón del bloque y apertura internacional es lo último que cabría esperar.

Mercosur bajo la presidencia de Venezuela

Maduro, el delfín del difunto Hugo Chávez, lucha en su país por sobrevivir políticamente y su turno en la presidencia de Mercosur debería contribuir a consolidar su autoridad frente a sus compatriotas. Maduro quiere convertir al Mercosur en “motor para el desarrollo y la unión de Latinoamérica, no sólo en materia de economía y comercio, sino también en lo que respecta a los movimientos sociales, el derecho fundamental a la educación, la salud y la seguridad alimentaria.

La de la seguridad alimentaria es, por cierto, un área en la que Venezuela tiene grandes deficiencias; carencias que Maduro aspira a compensar con ayuda de sus socios mercosureños. El mandatario venezolano también espera poder seducir a sus aliados con su retórica antiestadounidense y su discurso de izquierda. En este sentido, los escándalos en torno al programa de espionaje global de Estados Unidos y al desplante sufrido en Europa por el presidente boliviano, Evo Morales, tuvieron lugar oportunamente.

Sin embargo, no todos están paralizados en el Mercosur: Uruguay, miembro fundador del bloque, coquetea con la idea de unirse a la Alianza del Pacífico. El pequeño país sudamericano tiene razones de peso para ello. Los Estados que integran la Alianza del Pacífico exhiben un crecimiento económico anual del 5 por ciento, mientras que los del Mercosur no alcanzan ni siquiera la media latinoamericana del 3 por ciento.

Autor: Marc Koch, Buenos Aires (ERC)
Editor: Diego Zúñiga

El Uruguay de José Mujica (foto) coquetea con la idea de unirse a la Alianza del Pacífico, sin dejar de pertenecer al Mercado Común del Sur.Imagen: Getty Images/AFP
En el Brasil de Dilma Rousseff (foto), los industriales están preocupados por el aparente aislamiento de Brasil y el Mercosur.Imagen: Getty Images/Afp/Evaristo Sa
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