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Haití: amargo balance, un año tras el terremoto

12 de enero de 2011

Un año después del terremoto, la situación humanitaria y política haitiana continúa en estado de emergencia. Deutsche Welle visitó Puerto Príncipe.

Smeralda y su hermana Serena, de 12 y 11 años, rezan por Haití.Imagen: AP

Según cifras de UNICEF, más de un millón de haitianos continúan desamparados y amenazados por enfermedades un año después del terremoto. Muchos ya eran pobres y desempleados antes del 12 de enero de 2010.

Unos 250.000 perecieron y más de dos tercios de los sobrevivientes (entre ellos 10.000 con amputaciones) se arreglan con menos de dos dólares diarios. El agua potable y las instalaciones sanitarias escasean. En los campamentos para los “sin techo” las mujeres temen a violaciones.

El 60 por ciento de las edificaciones de la capital, Puerto Príncipe, sufrió derrumbes totales o severos con el terremoto. Se calcula que ni siquiera un tercio de los escombros ha sido recogido. Además de las inundaciones provocadas por el huracán Tomás, hace tres meses irrumpió una epidemia de cólera que ha afectado a 150.000 personas y causado 3.500 muertes.

Ayuda de emergencia sí, reconstrucción no

La gente sobrevive a duras penas.Imagen: AP

La gente sobrevive con malabares. Unos lavan autos. Otras se prostituyen. Carlos Renodin, antiguo funcionario de las autoridades fiscales, trata de vender sus cuadros a los turistas. Uno de ellos (diez dólares) bastaría para vivir tres días. Pero apenas hay turistas. Carlos vive en “Champs de Mars”, un parque convertido en campamento frente al Palais National – antigua sede presidencial, hoy símbolo del derrumbe haitiano.

Puerto Príncipe se ha vuelto una ciudad internacional. Los vehículos de miembros de la gigantesca misión de 12.000 “cascos azules” de la ONU y de las más diversas organizaciones de ayuda internacional – cerca de 500 registradas – se atascan en los campamentos: Cruz Roja, Welthungerhilfe, grupos cristianos de EE.UU....

“No tenemos qué comer, ardemos bajo los toldos, no tenemos trabajo y de los cooperantes internacionales no recibimos casi nada”, asegura Reynold. “La ayuda de emergencia fue bastante exitosa”, explica Nigel Fisher, jefe de la misión humanitaria de la ONU en Haití. Con la acogida de 1,5 millones de personas en campamentos, el suministro de agua y atención médica, la instalación de letrinas y haber evitado disturbios, Fisher cuenta los logros.

Pero la ayuda de emergencia es una cosa y la reconstrucción otra. La carretera que lleva a la costera ciudad de Leogane, o lo que queda de ella, lo hacen visible también. Falta planificación, coordinación, dice la mayoría. La culpa es del caos político en el Gobierno haitiano: corrupción, falta de decisiones, normas de construcción y títulos de propiedad poco claros, afirman los cooperantes internacionales.

Un año tras el terremoto en Haití: ¿qué ha pasado en el país?

Maratón... y falta coordinación

Ben Smilovits, del observador Dissaster Accountability Project, habla además de otros responsables: “Es una locura la cantidad de organizaciones que hay aquí. Algunas ni siquiera se registran. Muchos grupos dicen que se ocupan del agua y los servicios sanitarios, pero el cólera sólo se propaga porque éstos faltan. Creo que las grandes organizaciones donantes son responsables de la situación”.

“Esto no es una carrera de 100 metros, es un maratón”, argumenta Patricio Luna, de Caritas Internacional. La catástrofe es “demasiado grande” y la ayuda sólo puede aliviar la situación. Sólo pocos países han pagado su parte de los 10.000 millones prometidos en la Conferencia de Donantes celebrada por la ONU en República Dominicana. Muchos quieren asegurarse primero de que el dinero llegue a buen puerto. Mientras, el tiempo corre.

Algunas organizaciones de ayuda se han rendido, las que quedan tratan de planificar en perspectiva.Imagen: DW

Algunas organizaciones de ayuda se han rendido. Pero Caritas asegura a los donantes que “todo el dinero entregado llega”. Cada semana la organización entrega dos nuevas viviendas a familias de los campamentos en la localidad de Fort Hugo, son sencillas pero resistentes a terremotos. Al final deben ser 4.000.

1.500 millones de dólares han llegado al país por vía de donaciones desde el terremoto. Las organizaciones que han quedado para la reconstrucción tratan de planificar su presupuesto en perspectiva.

“¡Todo es mentira!”

Rosa-Maria Mallard, enfermera alemana de “Médicos sin Fronteras”, se ocupa de bebés enfermos de cólera. “Todo lo que sucede aquí en el hospital, sucede con ayuda de Médicos sin Fronteras. En los burós de las autoridades de salud no hay nadie, ni un papel, nada”, cuenta Mallard. Muchas embarazadas alumbran a sus bebés muertos.

El Haití que pinta Carlos no existe más. Su novia lo ha dejado por otro que no vive en el campamento. Un servicio como el de recogida de basura es un sueño imposible en Puerto Príncipe. “En este país hablan de reconstrucción. ¡Todo es mentira! No creo que Haití vuelva a reconstruirse jamás”. Tras el terremoto algunos soñaban con un nuevo comienzo, pero el sueño está tan roto como el Palais National, como el país.

Bajo sus toldos, los haitianos miran al futuro con pocas esperanzas.Imagen: DW

Entre el caos y el control político externo

En medio de este panorama, el país espera que se tomen decisiones sobre la primera ronda de elecciones del 28 de noviembre de 2010. Que se haya impedido a determinados candidatos presentarse a elecciones y que muchos votantes no pudiesen ejercer su derecho por no aparecer registrados en las listas, parece razón suficiente para que muchos haitianos y observadores internacionales impugnen la legitimidad de los comicios.

Pero el Gobierno simplemente anuncia una segunda ronda entre los dos candidatos más votados: la ex primera dama, Mirlande Manigat, y el candidato oficialista, Jude Celestin. “La gente se procupa por quién gobernará, pero probablemente reina cierta apatía porque la gente cree que de todos modos no puede controlar lo que pasará”, opina la abogada y observadora estadounidense Nicole Philips.

Para Brian Concannon, director del Institute for Justice and Democracy in Haiti, con oficinas en Boston y Puerto Príncipe, la comunidad internacional apoya al actual presidente René Preval porque éste le permite una fuerte presencia en el país.

“Se trata de un país en el que desde hace siete años existe una misión pacificadora de la ONU, aunque el país no se halla en guerra. La ONU ejerce funciones que normalmente corresponderían al Gobierno”, recuerda Concannon e insiste: “Existen razones para que la ONU y EE.UU. crean que juegan un rol importante aquí, pero eso debería decidirlo el pueblo haitiano”.

Autores: M.Polansky/ T.Käufer/ M.Hofmann/ N.Pontes/ D.Wolfgang/ R.Muñoz

Editor: Pablo Kummetz

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