Haití: entre la espada y la pared
25 de febrero de 2004La historia ha llevado sus paradojas a un desgraciado extremo en el caso de Haití. El país caribeño, orgulloso de la sublevación de los esclavos que conformaban su población y de haber sido el segundo de América en independizarse, no ha logrado en casi dos siglos de existencia ni la libertad real de sus ciudadanos, ni mucho menos la estabilidad democrática que la garantiza. La violencia que marcó sus orígenes parece haberse vuelto un mal endémico, que en estos días brota una vez más con virulencia.
La esperanza defraudada
Pesimista es la visión europea de esta nueva crisis haitiana. A diferencia de los tiempos en que el fin de la dictadura de los Duvalier alimentaba la promesa de un futuro mejor para la sufrida población, hoy no se vislumbra una verdadera luz en el horizonte. El portador de las esperanzas de entonces, Jean Bertrand Aristide, es la figura que hoy se tambalea ante las acusaciones de corrupción y despotismo, de las que también se hace eco la prensa europea, consignando que se ha transformado en dictador y tirano.
Mientras el presidente francés propone el envío de una fuerza de paz, con mandato de las Naciones Unidas, el periódico conservador galo Le Figaro afirma que vuelve a plantearse un problema de conciencia para la comunidad internacional: "¿Puede o debe intervenir en un país, para expulsar a un dictador elegido por el pueblo?" La respuesta la da el mismo rotativo:" Hoy, en Haití, la intervención ya no es sólo un derecho, sino una obligación". Esta óptica, lógicamente, proviene de un país al que esta nueva crisis atañe en forma particular, como antigua potencia colonial.
¿Un dictador por otro?
Pero también en Alemania, que no tiene intereses directos en la zona, hay voces favorables a la intervención internacional. La edición alemana del diario Financial Times, por ejemplo, puntualiza que ni el presidente Aristide ni la oposición democrática tienen la fuerza suficiente para estabilizar la situación. "Haití está a punto de volverse ingobernable", señala, y opina que allí sólo podrá consolidarse una democracia estable "si tropas internacionales permanecen por varios años en el país".
Ante este trasfondo, el plan de paz internacional que se ha barajado en estos días no resulta muy convincente. El periódico alemán Neue Osnabrücker Zeitung lo considera sólo un "papel viejo", pero opina que la renuncia de Aristide tampoco representaría una liberación, ya que "sólo se cambiaría un dictador por otro". Su visión de los rebeldes que amenazan con tomar Puerto Príncipe es más que sombría: "de ellos no se puede esperar nada bueno, sino más comandos asesinos, tráfico de cocaína y corrupción". En suma, una situación que lleva a temer más violencia y miseria en el país más pobre de la región.