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Hamburgo, en donde la Navidad se vive en la calle

20 de diciembre de 2010

En los viejos mercados navideños de Hamburgo solía venderse lo necesario para abrigarse en invierno; los de hoy se han convertido en el sitio de encuentro por excelencia para compartir lo que no se compra: calor humano.

No sólo hay inflación de mercadillos navideños, también de Santa Clauses. En Hamburgo compiten cada año para ver quién es el más rápido.Imagen: AP

Se dice que los hamburgueses cultivan la virtud de la mesura y desdeñan la hipérbole y los excesos. Pero si el Christkindlesmarkt de Nuremberg es el mercado navideño más conocido de Alemania; el de Braunschweig el más hermoso; el de Dortmund el más grande; el de Bautzen el más antiguo (su historia arranca en 1384); y el de Frankfurt am Main el primero en ser exportado como si de una franquicia se tratara (el Frankfurt Christmas Market de Birmingham, Inglaterra, es tenido por la más colosal feria navideña a la alemana fuera del continente europeo), ¿qué opción le queda a Hamburgo sino ser el lugar que más bazares de Adviento tiene por metro cuadrado, uno casi al lado del otro?

Si un lujo puede darse una de las ciudades más ricas en la tierra de Goethe, ese es el de montar un Weihnachtsmarkt en cuanta superficie medianamente espaciosa quede libre en sus calles. Después de todo, se trata de un negocio rentable precisamente porque el mercado navideño se ha transformado en el sitio de encuentro por excelencia de quienes visitan y viven en Hamburgo. Tan fuerte es su magnetismo que este año, por primera vez, las ferias más frecuentadas se mantendrán abiertas hasta el 30 de diciembre.

El mercado de Navidad delante del ayuntamiento.Imagen: AP

La otra cara de la moneda

Pero el hecho de que la popularidad de los mercados de Hamburgo haya crecido tanto en la última década y media trae consigo cambios que no todos perciben como positivos. Lo que para algunos suponía un paseo tranquilo para comprar coronas de adviento a buen precio, adornos navideños originales y delicias culinarias propias de esta época festiva parece haberse convertido en una mera excursión a través de las Fressmeile, término despectivo con que se alude en alemán a los sitios ruidosos a donde solamente se va a beber y comer con calidad de fast-food.

De eso y más se quejan Marlies y Gerhard Balke, una pareja de hamburgueses, mientras disfrutan de un ambiente relativamente sereno en el mercado navideño cerca de la iglesia de Petri, degustando el tradicional Lebkuchen (conocido en español como pan de jengibre) y una taza de Glühwein (la bebida caliente a base de vino tinto y especias). “El mercado del Ayuntamiento está siempre tan lleno que uno no puede ni acercarse a los puestos para comprar regalos” comenta Gerhard. “Los ancianos y la gente con impedimentos físicos y psíquicos tienen que visitarlo temprano en la tarde para poder pasear con calma por el Rathausmarkt”, dice Marlies de la feria adornada por un vistoso árbol de Navidad, obsequio de la ciudad hermana de Trondheim, Noruega.

Navidad para todos los gustos

“Si no me equivoco, el de la iglesia de Petri fue el primer Weihnachtsmarkt en el centro de la ciudad; le siguió el de la calle Spitaler y mucho después inauguraron el del Ayuntamiento, que es hoy día el más grande de Hamburgo”, evoca la señora Balke, refiriéndose a tres de las principales ferias ubicadas en el casco antiguo de la ciudad.

En las cercanías también se encuentran el mercado de Gänsemarkt, con su programación musical y literaria, sus misas y coros navideños; el de la plaza Gerdhard Hauptmann, con su carrusel para nostálgicos, su pesebre a escala humana y 150 talleres de artesanos demostrando sus destrezas; y el de Jungfernstieg, ubicado en el boulevard al borde del Alster –el lago que le da su majestuoso talante– y engalanado con un imponente juego de luces, a tono con la señorial arquitectura que lo rodea.

Más allá de la “ciudad vieja” está el mercado de St. Pauli, en donde la clásica atmósfera navideña se ve aderezada con la irreverencia, el humor y el toque de erotismo propios de la Reeperbahn, la zona de tolerancia conocida internacionalmente como “la milla del pecado”. En el oeste de la ciudad sobresale el Weihnachtsmarkt de Ottensen; en la orilla sur del río Elba, el del Harburger Rathausplatz, y en el noreste de Hamburgo, el Winterzauber de Wandsbek con su pista de patinaje – tributo a la primera pista de patinaje artificial instalada en Alemania en 1881 en ese mismo lugar.

Frondoso árbol de Navidad en la sede del gobierno local.Imagen: picture-alliance/ dpa

Autor: Evan Romero Castillo

Editor: Claudia Herrera Pahl

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