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EducaciónAmérica Latina

"Hay que recuperar la idea de educación como bien público"

9 de diciembre de 2025

Otra educación es posible. Una que sirva para aprender, pero también para formar mejores personas y comunidad, postula el experto en educación Eugenio Severin. En entrevista con DW, da claves ante los desafíos actuales.

Escolares sentados en un aula.
La educación industrial estandarizada, que se centra en el objetivo de adquirir conocimientos, ha mostrado que no es suficiente. La escuela debiera fomentar también el conocimiento propio, el encuentro con el otro. Imagen: Marvin Recinos/AFP/Getty Images

En tiempos de competencia, ránkings e inteligencia artificial, ¿qué determina un buen aprendizaje? Revisar cómo y por qué ha aprendido el ser humano desde los inicios de la vida en la tierra nos da algunas claves.

Un viaje diagnóstico para entender el presente propone Eugenio Severin, director ejecutivo de Tu clase tu País, organización que busca transformar la educación en América Latina. En entrevista con DW, el experto chileno en educación y políticas públicas comparte los hallazgos de su reciente libro Otra educación: Aprender en el siglo XXI.

Severin parte de la premisa de que, a lo largo de la historia, el aprendizaje siempre ha tenido cuatro finalidades: conocernos a nosotros mismos y construir identidad; aprender a vincularnos con los demás y crear comunidad; aprender a actuar en el mundo para cambiarlo y hacerlo funcionar; y seguir aprendiendo a lo largo de la vida. Este paradigma, sin embargo, cambió en la era industrial.

DW: ¿Cuál es su diagnóstico sobre el modelo actual de aprendizaje?

Eugenio Severin: A propósito de la industrialización, en los últimos 150 años se impuso un modelo estandarizado industrial de la educación, que tuvo el gran valor de permitir que más niños y niñas se pudieron educar, porque aumentó la oferta de cobertura educativa, pero eso topó techo en términos de que no soluciona el problema de la calidad, sobre todo en contextos como los que vivimos desde fines del siglo pasado, de mucho cambio e incertidumbre y de un crecimiento exponencial del conocimiento.

Ese sistema ya no responde bien. Por eso las pruebas nacionales e internacionales muestran estancamientos en los últimos 20 años, pero además ese modelo puso todo su acento en el objetivo de formarnos para actuar en el mundo, e hizo mucho menos relevantes los otros tres.

¿Cómo explica ese estancamiento que muestran las mediciones?

A pesar de que en nuestros países se han implementado muchas reformas para tratar de mejorar, seguimos más o menos igual. Varios expertos han señalado que uno de los problemas es que la mayoría de las reformas que no tienen resultados son las llamadas "top-down”, donde un experto o grupo bien intencionado asume la conducción del sistema educativo, llega al ministerio, diseña e implementa una reforma desde arriba.

Modifica la estructura, los presupuestos, el organigrama o la dependencia, pero nunca llega a cambiar lo que tiene que cambiar, que es la experiencia de aprendizaje de los estudiantes en la sala de clases.

En cambio, las reformas que sí han tenido efecto -estoy pensando en Finlandia, Ontario, Australia, Polonia- tuvieron componentes importantes de "bottom-up”: comenzaron cambiando la experiencia de aprendizaje en la sala y después fueron hacia arriba ordenando el sistema para que fueran sostenidas.


¿Cuáles son los principales errores que se cometen hoy en la educación en América Latina?

En general el modelo industrial es jerárquico y vertical. Es decir, arriba están los conocimientos que los estudiantes debiesen adquirir, resumidos por expertos y autoridades; abajo están los estudiantes que son básicamente unos vasos vacíos esperando ser llenados; y en el medio, los profesores que tienen la tarea de transferir ese conocimiento.

A la luz de las ciencias del aprendizaje, como la neurociencia, la sicología cognitiva o la pedagogía activa, ese modelo hoy se muestra ineficaz, porque no funciona así el cerebro, no funciona así el aprendizaje.

Usted propone otra educación, ¿cuál es ese modelo?

Esta otra educación es la de antes, la de siempre, que nos ha acompañado a lo largo de la historia, es integral y recupera esta idea de que también nos permite conocernos a nosotros mismos, construir comunidad y seguir aprendiendo a lo largo de la vida, además de mantener el objetivo de actuar en el mundo.

¿Cómo debiera ser este proceso? 

La propuesta es una reformulación en que docente y estudiantes tienen un trabajo mucho más horizontal de descubrir juntos el conocimiento, trabajar en torno a él, asumir que hoy día es cambiante e inabarcable y, por lo tanto, estamos siempre aprendiendo.

El profesor también se entiende a sí mismo como un aprendiz y los estudiantes son protagonistas de su propio aprendizaje en este proceso compartido con sus docentes y compañeros. Es una experiencia más dinámica, integral, horizontal y mejor conectada. 

¿En la práctica, qué ejemplos podemos encontrar? 

Hay muchas metodologías trabajando hoy esa línea. La más popular es el aprendizaje basado en proyectos, pero está el aprendizaje basado en retos, el aprendizaje-servicio y otras aproximaciones pedagógicas que tienen evidencias de resultados.

En América Latina, lo que están haciendo los colegios Fontán en Colombia o el aprendizaje basado en proyectos, muy presente hoy en Chile. Hay experiencias en un número creciente de colegios de que se puede hacer de una manera distinta y que ese trabajo es efectivo. El desafío es tomar esas experiencias y llevarlas a escala. 

¿También muestran éxito en las mediciones?  

Sin duda. Nosotros hemos trabajado cinco años con el Modelo Pionero en el Liceo América en Los Andes en Chile, que tenía los peores puntajes, nadie quería ir a estudiar. En tres años con esta metodología basada en proyectos tenía los mejores puntajes de su región y ahora todos quieren ir ahí, los profesores están entusiasmados y más estudiantes llegan la universidad.

Eugenio Severin es director ejecutivo de Tu clase.Tu país y experto chileno en educación y políticas públicas. En su reciente libro "Otra educación: Aprender en el siglo XXI”, plantea dejar de ver el aprendizaje como un bien privado. Al contrario, propone valorar la diversidad, la colaboración y la educación como bien público para formar comunidad.Imagen: Editorial Laurel

Lo mismo pasó en el colegio Yumbel. Trabajamos con ellos dos años y subieron sus puntajes de medición nacional. Hay evidencia de que funciona y además aumenta el compromiso con el aprendizaje y el entusiasmo.

En San Diego, Estados Unidos, la red de colegios Hi Tech High, lleva años implementando metodología de aprendizaje basado en proyectos con increíbles resultados, no solo en tasas de ingreso a la universidad o pruebas estandarizadas, también en satisfacción de los estudiantes y en salud mental.

Nunca antes habíamos tenido tantas herramientas, como internet e Inteligencia Artificial (IA), y tan accesibles para casi toda la sociedad. ¿Son una ventaja? 

Hasta ahora las escuelas y los sistemas educativos se han mostrado bastante refractarios a estas innovaciones, ha costado mucho incorporar tecnología. Los estudiantes no solo van a vivir en un mundo mucho más tecnologizado, por lo que la escuela debería prepararlos bien, sino que ya están viviendo en ese mundo por su cuenta, con poco apoyo y poca guía.

A esto se agrega la IA, que está cambiando la forma en la que producimos conocimiento, creamos y nos comunicamos. Son desafíos muy importantes, cómo incorporar esas herramientas y tomar conciencia de que nosotros somos los que controlamos la tecnología, la última decisión es siempre humana, y, además cuidar los tiempos de pantalla y la creación de vínculos. 

¿Cómo integrar la IA a la experiencia educativa, sin que la perjudique?

Hace cuatro mil años, cuando se inventó la escritura alfabética, Platón en Fedro decía que le parecía espantosa porque iba a privar a las personas del cultivo de la memoria. Toda nueva tecnología despierta temores naturales.

Pasó lo mismo con la imprenta, la televisión, internet y hoy día con la IA. Va a depender de las decisiones que tomemos, no solo los gobernantes y las compañías tecnológicas, también cómo la usamos como ciudadanos y adultos responsables, y cómo formamos a nuestros niños y niñas para que la usen. 

Usted dice que, de las cuatro finalidades, el aprendizaje se ha centrado en una. ¿Cómo recuperamos las otras? 

Por lo pronto, en América Latina después de la pandemia ha sido fuertísimo el movimiento hacia el tema de la salud mental y la gestión de las emociones. Se ha redescubierto la importancia de la escuela como un espacio de socialización y de desarrollo más integral.

La pandemia demostró que la escuela no es solo un espacio para obtener conocimientos, sino también para desarrollar la identidad y formar comunidad. Metodologías como el aprendizaje basado en proyectos buscan atender estas otras dimensiones de la educación, además de los resultados académicos.Imagen: Esteban Felix/AP Photo/picture alliance

La pandemia nos recordó que la escuela no solo tenía que ver con aprender para actuar en el mundo, que la experiencia del aprendizaje es mucho más profunda que dominar ciertos conocimientos y técnicas. Lleva a construir nuestra propia identidad, a hacernos más humanos, en un proceso que no es solitario, sino compartido, social.

Los resultados educativos, la violencia en las escuelas, pero también la crisis medioambiental y la desconfianza en la democracia son señales que tienen que empujar el proceso de transformación, porque en la escuela estamos construyendo la sociedad que queremos ser. Si tenemos una sociedad extremadamente competitiva e individualista, eso hemos formado en nuestras escuelas.

¿Cómo revertirlo?

El modelo estandarizado industrial se basa en que todos reciben la misma formación al mismo tiempo, en la competencia a través de rankings y notas, y en la concepción del aprendizaje como un bien privado, para mi desarrollo individual.

En cambio, lo que propongo es convertir la escuela en un lugar de valoración y celebración de la diversidad, que es una riqueza. Transformar la competencia en colaboración, porque es más eficaz una sociedad que coopera y desarrolla vínculos de confianza.

Y tercero, recuperar la idea de la educación como un bien público, a través del cual nos constituimos como comunidad. Si movemos esas tres palancas al mismo tiempo, en la experiencia concreta de la sala de clases y en las políticas públicas, podemos transitar a un cambio, que es lento, pero están los ingredientes para empezarlo.

(ms)

 

  
 

 

 

 

 

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