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Heine: bicho raro en su tierra

Mathis Winkler/Mirra Banchón17 de febrero de 2006

Hace 150 años murió Heinrich Heine, poeta. Nacido judío, bautizado protestante, convertido al catolicismo; francófilo y crítico de los Románticos. Afuera siempre fue un gran poeta, en Alemania desde hace pocas décadas.

Monumento a Heine en la Universidad de HalleImagen: dpa

El poeta alemán Heinrich Heine murió el 17 de febrero hace 150 años. Mientras que para los alemanes representó por mucho tiempo incómodo por su crítica postura hacia su patria y compatriotas, en el extranjero se lo colocó siempre al lado de Goethe. Su vigencia hasta hoy se explica por "sus metáforas, imágenes, historias y anécdotas siguen siendo exquisitas y sorprendentes. Por un lado sigue la tradición de poetas famosos.

Casi 10.000 composiciones de Schumann, Mendelsohn, Brahms y otros están basadas en sus poemas. Ése es el Heine que cumple con las exigencias del público. Y existe el otro Heine, el de la prosa, el que aún no ha sido lo suficientemente leído", explica Joseph A. Kruse, director del Instituto Heinrich Heine de Dusseldorf.

Heine y Alemania

Su tumba en Montmartre, en ParísImagen: picture-alliance/dpa

Una cierta aversión contra Heine, basada en prejuicios, se ha pasado de generación en generación. Quien llamó a esa reunión de reinos y ducados que hoy es Alemania "el país de los robles y la apatía" por mucho tiempo fue muy mal visto, más aún durante el régimen nazi. "Sus imágenes satíricas de Alemania resultaban incómodas. "No ha habido muchos poetas o escritores en Alemania que hayan sido tan agudos en su apreciación y sátira de su tierra natal. De alguna manera fue bastante cruel", explica Nigel Reeves, catedrático de literaturas germánicas en la Aston University of Birmingham y especialista en Heine.

Un bicho raro

Presumiblemente nació en Düsseldorf en el seno de una familia judía de comerciantes. Estudió derecho en Bonn, Gotinga y Berlín. Aunque el derecho nunca fue su pasión, se recibió de abogado y para poder ejercer como tal -a pesar de que en Düsseldorf no existía la presión antisemita que había en Fráncfort- se convirtió al cristianismo. De 1827 a 1831, Heine vivió en Inglaterra y en Italia, así como en distintas partes de Alemania. Conocido ya como poeta y prosista fue miembro del grupo literario Junges Deutschland que atacaba a la escuela romántica alemana por congraciarse con el poder monárquico y eclesiástico.

Heinrich Heine (1797-1856)Imagen: Picture-Alliance/dpa

Entonces cayó en desgracia, y fue rechazado como catedrático de literatura alemana. En 1831 se fue, para siempre, a París. Aunque escribía para diarios alemanes, "hablaba de los alemanes en París. Un judío que fue bautizado en la Iglesia Protestante, que se casó con una católica, siempre fue un extraño", resalta Kruse añadiendo que el propio Heine lo aseveraba siempre con cierto orgullo.

Un europeísta

Cuando Heinrich Heine era todavía un colegial los franceses invadieron Renania. Por eso, el futuro poeta tuvo desde pequeño contacto con la lengua y la literatura francesas. Si bien simpatizaba con las ideas democráticas de la Revolución Francesa, su temprana admiración por Napoleón lo llevó a componer su famosa balada Los Granaderos, que musicalizó Robert Schumann:

A Francia, dos granaderos

allá en Rusia prisioneros,

vuelven ya: ¡suerte feliz!

Al llegar una mañana

a la frontera alemana

doblan ambos la cerviz.

[ ….]

Una súplica sagrada

he de hacerte, ¡oh, camarada!

¡Compadécete de mí!

Para abrir mi humilde huesa,

llévame a tierra francesa,

dormiré mejor allí.

[…]

Y el Emperador, al frente

de su ejército impaciente

cabalgará, y al clamor,

armado saldré de la tierra,

y otra vez iré a la guerra,

detrás del Emperador.

Sin embargo, más allá de su gran amor por Francia, Heine tenía su percepción abierta para las literaturas europeas: Italia y la Grecia clásica eran otras de sus pasiones. "En términos de su apertura a otras culturas, fue un verdadero cosmopolita, un cosmopolita intelectual. Puede ser llamado un ciudadano de Europa", opina Reeves. Kruse, por su parte, puntualiza que Heine "fue un gran amante del concepto de hogar y patria, y al mismo tiempo veía a Europa como una gran comunidad". De vivir hoy lamentaría que la unificación europea no se haya llevado más a prisa, aventura Kruse.

Loreley en el RhinImagen: DW

A pesar de toda la crítica y la sátira en contra de los poderes germanos de la época, Heine en diversos escritos intentó mediar entre Alemania y Francia, en una época en que esto era empresa alto delicada. Teniendo sólo esto en cuenta, podría decirse que Alemania fue injusta con Heine. Apenas a finales de los años 1960 comenzó a revalorarse al poeta que aseveró -en la disputa de a quién le pertenecía el Rhin si a Alemania o a Francia- que el Rhin era suyo "pues era su hijo más libre". Como fuere, de Heine es en todo caso uno de las baladas más conocidas acerca de una damisela del Rhin:

[…]

La hermosa doncella, sentada en la cima,
en su alto trono, bañado de cielo,
sus joyas brillantes, deslumbran destellos,
al peinar muy lento, dorados cabellos.

de oro su peine, al ritmo acompaña,
en el canto hermoso, de versos extraños,
que seducen y raptan, en fatal encanto,
al mortal descuido, del enamorado.

ya es inevitable, su nave deriva,
por el sueño dulce, de tonada triste,
sin ver la espuma que rompe, en la dura roca,
sólo ve a la doncella, cantar en lo alto.

las corrientes, sin lástima, al navegante atrapan,
el destino devora a él y a su barca,
un nuevo dolor, suma a su tristeza,
del canto y el llanto de la Loreley.

Una antigua Leyenda del Rhin, Heinrich Heine, 1832

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