Hermann y Albert Göring, dos hermanos muy distintos
30 de octubre de 2025
Marzo de 1938. A los gritos, escuadrones de asalto nazis con botas de cuero y uniforme marrón marchan por las calles de Viena. Son miembros de la SA, la milicia nazi conocida como "las camisas pardas”, y celebran la anexión de Austria al Tercer Reich.
Dos de ellos cuelgan a una anciana un cartel que dice: "Soy una cerda judía". Un hombre se abre paso entre la multitud para ayudarla. Tiene suerte de no ser asesinado: resistir a los nazis en esa época podía costar la vida. Termina preso, pero no por mucho tiempo. Lo salva su apellido: Albert Göring.
Es el hermano menor de Hermann Göring, mariscal del Reich, jefe de la Luftwaffe (fuerza aérea del régimen nazi) y uno de los hombres más cercanos a Hitler. Pero Albert es todo lo contrario: un enemigo del nazismo, que boicotea sus políticas siempre que puede.
"Lo que hacían iba contra todos sus valores”, dice William Hastings Burke, autor del libro "El hermano de Hermann. ¿Quién fue Albert Göring?”, en entrevista con DW. "No podía quedarse de brazos cruzados.”
Dos hermanos, dos caminos
¿Cómo pudieron ser tan distintos? Mientras Hermann ya en 1922 se unía a Hitler, Albert no tenía ambiciones políticas. Rechazaba el ideario nazi y la brutalidad del régimen le horrorizaba.
En 1929 se muda a Viena. Ingeniero mecánico de formación, empieza a trabajar en el cine como director técnico de la la productora de cine Tobis-Sascha. Desde allí observa con preocupación cómo en Alemania los judíos y opositores son perseguidos y despojados de derechos.
El salvador en las sombras
Poco después, la maquinaria nazi también alcanza Viena. Joseph Goebbels quiere absorber la Tobis-Sascha en su aparato de propaganda. El jefe de Göring, Oskar Pilzer, judío, había sido hasta la imposición de las leyes raciales uno de los productores más exitosos de Europa. Cuando la Gestapo lo arresta, Albert interviene y lo lleva personalmente hasta la frontera italiana, salvándole la vida.
Y no será la última vez que ayude. Mientras su hermano impulsa la expansión de la Luftwaffe, Albert falsifica documentos, organiza rutas de escape y entrega dinero a perseguidos. Usa su apellido para intimidar a funcionarios y liberar a personas amenazadas.
El poder del hermano mayor
Para sus rescates, Albert recurre una y otra vez a Hermann. Sorprendentemente, este lo ayuda. "Por despiadado que fuera en la política, con su familia era indulgente”, explica Burke.
En 1939, Albert Göring es nombrado jefe de exportaciones de las plantas industriales Škoda, en Brno, República Checa. "No fue nepotismo, como se decía: la dirección checa lo quería”, cuenta Burke. "Confiaban en que, siendo el hermano del ‘gran jefe' en Berlín, podría proteger los intereses de la empresa.”
En la mira de la Gestapo
Y cumplió con creces. Albert defendió a los checos, apoyó activamente a la resistencia y llegó a pasarles información confidencial obtenida gracias a sus contactos - incluyendo a su hermano -, como la ubicación de astilleros de submarinos o la inminente ruptura del pacto germano-soviético.
Según testigos, Albert también rescató prisioneros judíos del campo de Theresienstadt, llevándolos supuestamente a trabajar en Škoda, para luego liberarlos en el bosque. "El jefe del campo accedió porque era Albert Göring”, contó después Jacques Benbassat, hijo de uno de sus compañeros.
Pero la Gestapo ya lo vigilaba. Lo declaró enemigo del Estado. Solo se libró de la cárcel gracias a la protección de su hermano.
Un nombre maldito
La lealtad fraterna fue recíproca. Tras el colapso del Tercer Reich, los dos fueron arrestados. Albert se negó a hablar mal de Hermann e incluso elogió su "calidez humana”.
Los estadounidenses no le creyeron. "El mismo apellido que lo había salvado de la Gestapo se convirtió en una maldición”, explica Burke.
El libro de Burke, publicado en inglés como "Thirty Four”, alude a la lista de 34 personas que Albert dijo haber salvado "poniendo en riesgo su propia vida”.
Sin embargo, nadie se preocupó por verificar esos nombres, pese a que algunos eran figuras conocidas. Recién cuando un nuevo interrogador, Victor Parker, sobrino de Sophie Lehár, toma el caso, Albert es liberado. Mientras Hermann Göring se suicida con una cápsula de cianuro antes de ser ejecutado, Albert recupera la libertad.
Un héroe olvidado
"Pero siguió siendo un proscrito en su propio país, por su apellido”, dice Burke. Después de la guerra, Albert Göring nunca volvió a conseguir empleo como ingeniero. Vivió de pequeños trabajos y encargos de traducción.
Murió en 1966, a los 71 años, rechazado por buena parte de la sociedad alemana. "Su final fue muy triste”, lamenta Burke.
El autor
Desde que, a los 22 años, escuchó su historia en un reportaje en televisión en Sídney, Burke se obsesionó con él. Viajó a Europa, recorrió archivos, entrevistó a testigos y familiares de quienes Albert había ayudado, y hasta encontró su tumba.
"Quería contarle al mundo quién fue este hombre”, dice. "Tuvo el coraje de enfrentarse al autoritarismo y al fascismo sin buscar gloria ni reconocimiento. Simplemente conservó su humanidad”, concluye.
(md/ms)