Holocausto: responsabilidad de Alemania, sin concesiones
Ines Pohl
27 de enero de 2019
Quienes hoy viven en Alemania deben asumir sin excepción la responsabilidad por los horrores del período nazi, opina Ines Pohl, redactora jefa de DW. Es algo que nada tiene que ver con la responsabilidad individual.
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Alemania ha tardado bastante tiempo en reconocer que es un país de inmigración. Muchos todavía se niegan a reconocer que el hecho de que gente procedente de todo el mundo quiera vivir y trabajar en Alemania no supone solo un enriquecimiento cultural. Ante las perspectivas demográficas, los ciudadanos de la más grande potencia económica de Europa no podrán mantener sus estándares de vida sin la fuerza de trabajo y las competencias profesionales de personas venidas de otros países.
No anclarse en los horrores del pasado
Hoy, 74 años después de los internos del campo de exterminio de Auschwitz fueran liberados, es un buen día para reflexionar sobre qué significa emigrar a Alemania, vivir en este país e incluso aspirar a obtener la ciudadanía alemana. Es un buen día para concientizarse sobre por qué hay reglas claras e inamovibles en el compromiso de querer ser un país de inmigración. Y sobre la existencia de una autoconciencia alemana que nunca jamás debe ser puesta en duda ni ser sometida a discusión.
Alemania es responsable del asesinato de al menos seis millones de judíos. Es responsable de la muerte y el sufrimiento de muchos millones de personas más en el continente europeo y más allá. Esta historia de Alemania no se acaba, no puede ser olvidada, debe ser recordada con días conmemorativos como el de este 27 de enero de 2019. Pero esa vista hacia atrás no debe quedarse anclada en los horrores del pasado, sino que debe dirigirse hacia adelante para preguntarse una y otra vez: “¿Qué podemos hacer hoy, ahora, para hacer justicia a esta especial responsabilidad?”. Precisamente porque los últimos supervivientes, pero también los últimos victimarios van muriendo, debemos encontrar maneras de transmitir esta responsabilidad a los jóvenes, a los futuros votantes, a quienes decidirán sobre el futuro político. Cuanto más lejos quedan los tiempos del nazismo, más difícil resulta mantener vivo su significado en el presente.
Cerrar filas contra el antisemitismo
Por eso es necesario e importante enseñar en las escuelas, organizar visitas a campos de concentración o de exterminio y visitar campos de batalla como el de Verdún. Es bueno e importante que las fuerzas políticas democráticas cierren filas para combatir el antisemitismo y el odio hacia los judíos. Pero también es igualmente importante dejar claro a quienes no vivieron la etapa más oscura de la historia alemana y a quienes recién llegaron al país, que todas aquellas personas que hoy viven en Alemania deben estar dispuestas a asumir esta responsabilidad. Porque no es algo que tenga que ver con la culpa individual, sino con esta autoconciencia de la República Federal de Alemania. Tenerlo claro forma también parte de este día conmemorativo.
(ms/cp/jov)
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Monumentos conmemorativos judíos en Berlín
Han pasado más de ocho décadas, pero el Holocausto no se olvida. En Berlín, monumentos de pequeña y gran escala traen a la memoria los crímenes del nacionalsocialismo contra la población judía de Alemania.
Imagen: DW/M. Gwozdz
Recordando el Holocausto
En el corazón de la capital alemana, un opresivo bosque de piedras grises concebido por el arquitecto neoyorquino Peter Eisenmann le recuerda a los visitantes que seis millones de judíos fueron asesinados sistemáticamente en Europa por los nacionalsocialistas alemanes y sus aliados. El monumento está compuesto por casi tres mil bloques de diferentes tamaños.
Imagen: picture-alliance/Schoening
Stolpersteine
“Stolpersteine” es la obra más conocida de Gunter Demnig y el monumento conmemorativo descentralizado más grande del mundo. Desde 1996, el colonés fabrica bloques de bronce de un tamaño similar al de los adoquines con que están cubiertas muchas calles alemanas. Luego los empotra en las aceras, frente a los edificios donde solían vivir judíos deportados hacia los campos de concentración.
Imagen: DW/T.Walker
La sede de la Conferencia de Wannsee
El 20 de enero de 1942, quince funcionarios de alto rango del Partido Nacionalsocialista Obrero Alemán (NSDAP) se reunieron en esta mansión para organizar el asesinato sistemático de los judíos europeos. El proyecto fue denominado “La solución final de la cuestión judía”. Hoy, el edificio sirve para recordar las dimensiones inimaginables del genocidio allí orquestado.
Imagen: picture-alliance/dpa
El andén 17
En la estación de trenes de Grunewald es usual encontrar rosas blancas en el borde del andén 17 que le rinden tributo a los más de 50.000 judíos berlineses que fueron enviados desde allí a los campos de concentración. Sus datos más importantes fueron grabados en 186 placas de acero. El primer tren partió en octubre de 1941 hacia el gueto de Lodz y el último, en enero de 1945 hacia Sachsenhausen.
Imagen: imago/IPON
El taller para ciegos de Otto Weidt
Die Hackeschen Höfe tienen alto valor turístico por su belleza arquitectónica y por su historia. En ese laberinto de edificios y patios solían vivir y trabajar muchos judíos. En su fábrica de cepillos, el empresario alemán Otto Weidt contrató a numerosos judíos ciegos y sordos, salvándolos así de ser deportados por los nazis hacia campos de concentración. Esa fábrica es hoy un museo.
Imagen: picture-alliance/Arco Images
Hausvogteiplatz
Aquí latía el corazón de la industria de la moda berlinesa. Un momumento conformado por espejos muy altos trae a la memoria el destino de los diseñadores y estilistas judíos que concebían prendas de vestir desde la Hausvogteiplatz para toda Europa. Los nacionalsocialistas los expropiaron y pusieron sus firmas en manos de “arios”. Los edificios fueron destruidos completamente durante la guerra.
Imagen: picture-alliance/dpa/J. Kalaene
“La habitación abandonada” en Koppenplatz
Unos 173.000 judíos vivían en Berlín antes del Hoocausto. Después de la guerra sólo quedaron 9.000. El monumento “La habitación abandonada” fue erigido en el vecindario de Koppenplatz para rendirle tributo a los judíos que, sin advertencia previa, fueron sacados de sus casas para nunca regresar.
Imagen: DW
El Museo Judío
El arquitecto Daniel Libeskind dotó al Museo Judío con una estructura dramática: visto desde el cielo, el edificio tiene el aspecto de una estrella de David destrozada. Esta institución –que se esmera en celebrar la cultura hebrea y trascender sus horas bajas durante la hegemonía nazi– pasa revista a la historia de Alemania y su relación con su población judía.
Imagen: AP
El cementerio judío de Weißensee
En Berlín hay ocho cementerios judíos relativamente bien conservados. El más grande de ellos está en el distrito de Weißensee. De hecho, con sus 115.000 lápidas, se trata del cementerio judío más grande de Europa. Muchos judíos se salvaron de la persecución escondiéndose allí. En 1945, tres días después de la liberación de Berlín, tuvo lugar en este cementerio la primera misa judía de postguerra.
Imagen: Renate Pelzl
La nueva sinagoga
La “nueva sinagoga” fue inaugurada por primera vez en la Oranienburger Straße en 1866. Ella era percibida como la más grande y ostentosa de Alemania. El edificio ardió durante la Segunda Guerra Mundial. En 1995, tras su restauración, fue inaugurada por segunda vez. Desde entonces, la cúpula dorada adorna la silueta de Berlín.