Las luchas ideológicas y la incapacidad de entablar un diálogo condujeron al golpe de Estado contra el presidente Manuel Zelaya hace diez años. Fue el comienzo de una era de regresión democrática en América Latina.
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Todavía hoy, Arístides Mejía siente resquemor cuando piensa en los acontecimientos en Honduras hace diez años. Las imágenes del derrocado presidente Manuel Zelaya siendo sacado del país en pijama dieron la vuelta al mundo. Mejía era vicepresidente en ese momento. Vio venir el desenlace fatal, pero no pudo evitarlo. "Zelaya no escuchó mis advertencias", dijo en entrevista con DW. Mejía recibió el apoyo del embajador de Estados Unidos, Hugo Llorens, quien trató de mediar varias veces, en vano.
Los dos bandos enemigos se enfrentaron en un curso de colisión. Por un lado, el popular Zelaya, apoyado por organizaciones de trabajadores e intelectuales de izquierda. Por otro lado, la élite conservadora del país, con sus bastiones en el Congreso, la Justicia y el empresariado, y con el apoyo de la jerarquía eclesiástica.
El factor decisivo: las fuerzas armadas
Durante meses, el conflicto se intensificó cada vez más. La élite desconfiaba de Zelaya, que se adentraba en las aguas del populista de izquierda venezolano Hugo Chávez y buscaba una enmienda constitucional para su país, con el fin de hacer posible la reelección, que antes estaba prohibida. Pero no se trataba sólo de ideología, sino también de negocios. El aumento del salario mínimo y la reducción de los beneficios fiscales disgustaron a los empresarios, a pesar de las altas tasas de crecimiento. Las animosidades personales y la politización del Poder Judicial desempeñaron un papel tan importante como ciertas acciones improvisadas malamente. Zelaya no se interesó por las elecciones internas de su Partido Liberal, cuyo control llegó a parar a manos de un opositor. Como resultado, Zelaya perdió el control del Congreso y de los jueces y fiscales supremos nombrados allí. Zelaya se sentía marginado y se radicalizó cada vez más.
La gota que colmó el vaso fue su deseo de utilizar las Fuerzas Armadas para organizar el plebiscito convocando una asamblea constituyente. Mejía, que fue ministro de Defensa hasta unos meses antes del golpe, cree que a las Fuerzas Armadas les hubiera gustado mantenerse al margen del conflicto. Pero eso cambió cuando un tribunal prohibió el referéndum, las FF. AA. obedecieron el veredicto. Entonces Zelaya despidió al jefe del Estado Mayor e irrumpió en los cuarteles con sus fieles, donde estaban almacenados los documentos electorales.
Los acontecimientos de junio de 2009 han encontrado diferentes interpretaciones. "Fue un plan del conservador Partido Nacional", afirma el abogado constitucionalista Melvin López. "Vio la oportunidad de dividir al antes dominante Partido Liberal y asegurarse el poder a largo plazo. López se refiere a la separación de los zelayistas, que fundaron el Partido Libre después del golpe.
Los historiadores de izquierda ven a Honduras como el plan maestro de una restauración conservadora instigada por Estados Unidos, ya que el presidente progresista paraguayo Fernando Lugo fue destituido de manera similar. Los conservadores están convencidos de que el golpe fue el mal menor que salvó al país del caos de Venezuela.
Supuesta Influencia estadounidense
Por supuesto, ambas interpretaciones son controvertidas: Ni siquiera WikiLeaks encontró pruebas de un plan estadounidense para el golpe de Estado. Y bajo un gobierno conservador, la corrupción, los crímenes violentos, el autoritarismo y el narcotráfico florecen, y cientos de miles de hondureños huyen a Estados Unidos. El país sigue estando lejos de la consolidación democrática. El presidente conservador Juan Orlando Hernández también ganó su reelección en 2017 de manera inconstitucional, pero más hábil que Zelaya, gracias al sistema de justicia que controlaba.
"Todavía estamos sufriendo las consecuencias de esta revolución", dice el sociólogo y escritor Juan Ramón Martínez. El golpe aisló a Honduras, debilitó sus instituciones, alentó el autoritarismo de Hernández, reveló las limitaciones diplomáticas de las alianzas de integración regional como la Organización de los Estados Americanos (OEA) y marcó el inicio de una era en la que las Fuerzas Armadas regresaron a la escena política. Honduras sigue polarizada hoy en día, lo que conduce a una inestabilidad permanente. "Sólo una renovación de la capa política y un pacto de unidad nacional pueden sacarnos de este callejón", subraya Arístides Mejía.
(gg/cp)
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Honduras, el reino de la fuerza bruta
En Honduras, entre diez y doce personas mueren a diario por causas violentas. Ese riesgo lleva a un segmento nada desdeñable de su población a huir en caravanas, con la vida por todo tesoro, hacia países menos inhóspitos
Imagen: Reuters/E. Garrido
De la fiesta, la resaca
En esta nación centroamericana, cada año suele empezar y terminar como los anteriores: con el silencio de los muertos y el llanto de los dolientes. Fuentes policiales informaron que al menos trece personas fueron asesinadas –diez de ellas con armas de fuego– durante las fiestas de Nochevieja y Año Nuevo. Las mismas celebraciones dejaron al menos veinte muertos en 2017.
Imagen: Reuters/E. Garrido
En las manos equivocadas
A lo largo de 2018, la Fuerza de Seguridad Interinstitucional Nacional (FUSINA) decomisó aproximadamente 2.400 armas de distinto calibre en territorio hondureño tras determinar que eran portadas ilegalmente. 123 de ellas, piezas de alto poder, eran utilizadas por bandas criminales. Un año antes, la cifra de armas de fuego decomisadas por tenencia ilegal fue de 3017.
Imagen: Reuters/E. Garrido
El saldo del negocio
La Fuerza de Seguridad Interinstitucional Nacional (FUSINA) sostiene que Honduras cerró 2018 con un saldo de 3.614 homicidios. Muchos de esos asesinatos son producto de la violencia asociada al narcotráfico. El año pasado, las autoridades locales decomisaron más de 8,7 toneladas de drogas y detuvieron a más de 12.000 personas, principalmente por vínculos con bandas criminales.
Imagen: Reuters/E. Garrido
Las pandillas del Triángulo Norte
Las autoridades de los tres países que conforman el Triángulo Norte de Centroamérica –Honduras, Guatemala y El Salvador– planean asestarles duros golpes a las pandillas con la operación “Escudo Regional III”, que contempla allanamientos, decomisos, capturas y acciones penales públicas contra cabecillas y miembros de grupos como la Mara Salvatrucha MS-13 y Barrio 18 (dos integrantes en la foto).
Imagen: Reuters/E. Garrido
“Escudo Regional III”
La operación “Escudo Regional III” buscará echarles el guante a bandas responsables de “una gran cantidad de delitos de asesinato, homicidio en su grado de ejecución de tentativa, robo agravado, robo de vehículo agravado, adquisición de vehículo robado, uso ilegal de armas prohibidas, porte ilegal de arma de fuego comercial y asociación ilícita”, informó el Ministerio Público hondureño.
Imagen: picture-alliance/dpa
La “mano dura” estatal
No toda la violencia prevalente en Honduras es atribuida a las bandas criminales. Según varias organizaciones no gubernamentales, el Ejecutivo de Juan Orlando Hernández viola sistemáticamente los derechos humanos de quienes lo acusan de haber cometido fraude para garantizar su reelección como presidente en los comicios de noviembre de 2017. Se habla de asesinatos (38) y persecución política (465).
Imagen: Getty Images/AFP/O. Sierra
Mujeres y niños primero
Unas 6.000 mujeres fueron asesinadas en Honduras entre 2002 y el primer semestre de 2018. Más del 90 por ciento de los casos está impune por falta de investigación, sostiene el Comisionado Nacional de los Derechos Humanos de Honduras (CONADEH). Las mujeres y los niños suelen ser víctimas de las formas de violencia más disímiles: la de las bandas criminales y la ejercida por sus allegados en casa.
Imagen: Reuters/E. Garrido
Violencia de género
El CONADEH asegura que cientos de hondureñas se ven forzadas a abandonar sus hogares por amenazas de muerte, asesinatos de familiares, extorsión y por el reclutamiento forzoso de niños y adolescentes llevado a cabo por bandas criminales. Pero, además, las mujeres son vulnerables en sus propias casas y, cuando son asesinadas, los homicidas suelen dejar indicios de saña, crueldad y odio.
Imagen: Reuters/E. Garrido
La impunidad como motor
La Asociación para una Ciudadanía Participativa presentó un informe según el cual más del 90 por ciento de los asesinatos y las violaciones de los derechos humanos quedaron impunes en Honduras en 2018. A juicio de sus voceros, eso propicia la violencia al evidenciar la debilidad de las instituciones y le da impulso a la emigración masiva, por la desconfianza que inspira la Justicia local.
Imagen: Getty Images/AFP/O. Sierra
¡Adiós, Honduras!
En diciembre de 2018, la Comisión Económica para América Latina (CEPAL) y la Organización para la Agricultura y la Alimentación (FAO) publicaron un atlas que refleja detalladamente los ciclos migratorios en el norte de Centroamérica. Según ese mapa, el número de hondureños que abandonaron su país aumentó en un 94 por ciento entre los años 2000 y 2010. Nada apunta a que ese éxodo amaine.
Imagen: Getty Images/AFP/P. Pardo
Turismo improbable
El Gobierno de Estados Unidos les desaconseja a sus ciudadanos viajar a Honduras debido a los niveles de violencia que allí se registran. No obstante, el Ejecutivo de Donald Trump ha sido criticado por cancelar la protección migratoria especial concedida a 57.000 hondureños después de que el huracán “Mitch” devastara a su país en 1998; ellos sí que deberán regresar a esa realidad a corto plazo.