Ha pasado más de una década desde que un gran terremoto y un tsunami provocaran la fusión de tres reactores de la central nuclear de Fukushima, en Japón. Como los depósitos están a punto de alcanzar su capacidad máxima, el gobierno japonés quiere verter gradualmente al mar el agua tratada pero aún ligeramente radiactiva. Los países vecinos y las empresas están alarmados.