"Estados Unidos anda amenazando al mundo con 'Cuarta Flota', 'Quinta Flota', escudos antimisiles… Nosotros hablamos de 'escudo anti hambre' y lo estamos comenzando a conformar con alianzas estratégicas", declaró el presidente de Venezuela, Hugo Chávez.

Un “escudo anti hambre” podría necesitar educación, puestos de trabajo, o simplemente comida. Pero lo que Chávez ha ido a comprar a Moscú no es nada de eso, sino armas. Siguiendo el discurso del presidente la ecuación tiene, sin embargo, su lógica: "Ésta es la forma en que podemos garantizar la soberanía de Venezuela, ahora que está amenazada por Estados Unidos. Queremos la paz, pero estamos obligados a reforzar nuestra defensa", dijo al aterrizar en la capital rusa.

Submarinos, tanques y sistemas de defensa. Jets, helicópteros y fusiles. Venezuela es el país de América Latina que más armamento compra en Rusia. Las últimas adquisiciones servirán para modernizar y ampliar la Fuerza Armada de Venezuela. Por ellas, Chávez pagará, según las cifras que publica el diario ruso Kommersant, unos 2.000 millones de dólares, además de unos acuerdos en materia energética que facilitarán el trabajo de los consorcios rusos en tierras venezolanas.

Los amigos de Chávez

Los enemigos de mis enemigos son mis amigos es un principio que se adapta a las amistades de Chávez. Irán es enemigo de Estados Unidos, ergo amigo del presidente. El presidente de Bielorusia, Alexander Lukashenko, es enemigo de Estados Unidos y Chávez le hará una visita cuando abandone Moscú. Y así, con los enemigos como amigos, se van forjando las “alianzas estratégicas” de las que habla el presidente.

¿Y Rusia? Rusia evita definirse como enemiga de Estados Unidos, pero quiere dejar claro que tiene sus propios amigos. Quienes deciden colocar escudos antimisiles en sus áreas de influencia no se ganan con ello sus simpatías. Sí lo hacen los buenos clientes y quienes le ofrecen jugosas oportunidades de negocio en el campo del gas y el petróleo. Al fin y al cabo, tampoco los norteamericanos seleccionan de otro modo a sus allegados.

Por la vía del intercambio de intereses, Rusia encuentra espacio en la liga de Chávez, o Chávez en la rusa. El presidente venezolano se queda sólo un día en Moscú: tiempo suficiente para entrevistarse por primera vez con su homólogo en el Kremlin, Dmitri Medvedev, para sellar los acuerdos de compra de armamento y los que afectan a las aspiraciones de las multinacionales energéticas rusas, como Gazprom, Lukiol o TNK-BP, en Venezuela.

¿Por qué no hablamos?

Pero Chávez no sabe sólo enemistarse: también es un maestro en las reconciliaciones. Aunque la respetó “por ser una dama”, a la canciller alemana, Angela Merkel, le dijo en mayo de todo menos lindezas. Merkel se encontraba de gira por América Latina, y cuando ambos mandatarios se toparon en la Cumbre de Lima, hubo palabras de concordia y el incidente quedó listo para su relego al cajón de las anécdotas.

Que el noviembre pasado en Santiago de Chile el rey de España lo mandara a callar fue sin duda para Chávez una oportunidad única de saciarse con el desaire dialéctico que tanto le gusta. Una vez que se haya hecho, el próximo miércoles en Bielorrusia, con algo de maquinaria agrícola y firmado con Lukashenko acuerdos de cooperación energética, el presidente venezolano visitará a Juan Carlos I en el Palacio de Marivent, la residencia veraniega del monarca en la isla de Mallorca.

La gira de Chávez por Europa continuará en Madrid, donde se encontrará con José Luis Rodríguez Zapatero. Al jefe del Gobierno español ya lo conoce. También a él le ha comprado armas. La venta se selló en 2005, y con ella Zapatero fue condenado, por los tres años que le quedaban de legislatura y toda la campaña electoral posterior, a una acusación: la de ser amigo de Chávez.