Panagiotis Kouparanis, desde Idomeni (RM/ER)12 de abril de 2016
Los griegos en Idomeni se sienten cada vez más desbordados. No solo por el flujo de refugiados, sino también por el comportamiento de los voluntarios extranjeros, reporta Panagiotis Kouparanis.
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Su cosecha se ha perdido, se queja el agricultor Adamantios Haralampakis (foto). Sus campos fueron pisoteados, cubiertos de mantas y carpas. El treintañero, uno de los casi cien habitantes de Idomeni, está indignado por la situación que vive la localidad desde el verano pasado. La gran cantidad de refugiados y migrantes recién llegados ha puesto la vida local cabeza abajo.
Tuvo que instalar un portón en la entrada, pues ya le habían robado dos chivos, varios pollos y 600 kilogramos de madera. Antes, su hija podía jugar en la calle, y no solo en el patio de su casa. El Gobierno en Atenas anunció indemnizaciones, pero Adamantios no quiere dinero sino volver a disponer de sus campos.
No todos piensan como Adamantios. Hay campesinos que han alquilado campos a organizaciones no gubernamentales (ONG); comerciantes que identificaron su oportunidad para vender mercancías a los refugiados; establecimientos gastronómicos que han debido emplear más personal para atender a la crecida clientela.
Muchos hoteles de la región llevan meses a lleno completo gracias a la avalancha de voluntarios extranjeros. La gastronomía y el comercio minorista reportan cifras récord. Más de 200 antiguos parados de los alrededores han sido empleados por ONG por salarios mensuales de entre 700 y 800 euros; mantienen limpio el campo de refugiados de Idomeni, reparten comida, trabajan como vigilantes.
Extraño comportamiento
"No es poco en una región con más de 60 por ciento de desempleo", dice la estudiante Athina Paraskevopoulou, de la pequeña ciudad de Polykastro. El puesto de pizzas de su padre también se ha beneficiado de la situación.
No obstante, Athina tampoco está satisfecha. Junto con voluntarios de la región, desde el otoño de 2014, intentó ayudar a los refugiados de Idomeni, a 25 kilómetros de distancia. Les proveían de alimentos, agua y ropa. Pero prácticamente han dejado de hacerlo. La razón: el comportamiento de los refugiados y de los voluntarios extranjeros.
Esta es una sociedad cerrada, con una moralidad estricta, explica Athina. Las "fiestas constantes" y la "conducta permisiva" de las voluntarias extranjeras, sobre todo, no son bien vistas. Además, está una suposición que repiten casi todos los griegos de los alrededores: que los voluntarios extranjeros podrían estar incitando a los refugiados a emprender dudosas acciones.
Es lo que se rumora del paso de 1.500 personas a territorio macedonio, hace unas semanas; o del intento por derribar la valla macedonia el pasado domingo. La policía macedonia empleó gases lacrimógenos y tiros de goma; cientos de refugiados sufrieron problemas respiratorios y de visión; y muchos griegos se disgustaron por el bloqueo de la autopista y las vías ferroviarias a que recurrieron los refugiados.
Peligroso cambio de talante
"El Estado ha perdido el control", se queja Kostas Memetzis, vicealcalde de la municipalidad de Paionia, a la que pertenecen Idomeni y Polykastro. No tiene nada en contra de grandes ONG como "Médicos Sin Fronteras", pero sí contra los cientos de voluntarios que llegan al país y creen que pueden comportarse "como les viene en ganas". Exige que solo se permita el trabajo de ONG reconocidas.
A Memetzis le molesta también el comportamiento de los refugiados: el bloqueo de autopistas y ferrocarriles daña al país; no puede ser que gente a la que Grecia ha acogido se comporte así. Y el político conservador critica también al gobierno griego: su municipio, uno de los 17 más pobres Grecia, ampara a alrededor del 35 por ciento del total de refugiados acogidos por el país. Muchos habitantes se sienten amenazados, hablan de crear grupos de autodefensa ciudadana, la compra de armas se ha disparado, dice. Pero parece que, en este punto, Memetzis se equivoca.
Esta afirmación, basada en declaraciones a los medios de una tienda de armas de Polykastro, no se apoya en datos verificables. Y no solo los dueños de otro negocio homólogo de la propia localidad la desmienten. Según datos policiales, son 50 las nuevas solicitudes o solicitudes de prórrogas de licencias para portar armas recibidas en los primeros tres meses de este año en Paionia. En el mismo período del 2015 fueron 53.
Pero no hay dudas de que la población está irritada, confirma Mihalis Tsernikoudis. Este dueño de una tienda de chimeneas fue parte de la cúpula del conservador partido Nea Dimokratia. Decepcionado de la alta política, se desempeña desde hace años como voluntario. Para el domingo, había invitado a una asamblea ciudadana. Los medios locales reportaron la asistencia de más de 600 personas.
Originalmente, iba a hablarse de asistencia voluntaria en caso de catástrofes. Pero hace semanas que se nota, entre amigos y conocidos, un peligroso cambio de talante. Tsernikoudis llegó a temer que la agresividad contenida llevara a acciones irreflexivas. En la sala, los ánimos estaban caldeados. El diputado local del gobernante partido Syriza se vio obligado a marcharse. Aún está por verse si la olla perdió así suficiente presión, o no.
El año de los refugiados
Nunca antes hubo tantos refugiados como en 2015. Muchos han llegado a Alemania. "Es un desafío histórico", señaló la canciller Angela Merkel. Una mirada retrospectiva a un año estremecedor.
Imagen: Reuters/O. Teofilovski
Grecia: una puerta hacia la UE
Estos jóvenes procedentes de Siria superaron una peligrosa etapa de su viaje. Llegaron a Grecia y, por ende, a la Unión Europea. Pero con ello no alcanzaron todavía su meta. Quieren seguir rumbo al norte, hacia otros países de la UE. La mayor parte huyó en 2015 a Alemania y Suecia.
Imagen: Reuters/Y. Behrakis
Peligro en el Mediterráneo
El camino que han recorrido encierra peligros mortales. Reiteradamente zozobraron embarcaciones no aptas para la travesía. Estos niños sirios y su padre tuvieron suerte. Fueron rescatados en el Mediterráneo por pescadores griegos de la isla Lesbos.
Imagen: Reuters/Y. Behrakis
La imagen que conmovió al mundo
Aylan Kurdi, de tres años de edad, no sobrevivió. A comienzos de septiembre se ahogó con su hermano y su madre en el Egeo, cuando intentaban llegar a la isla de Kos. La foto de este niño sirio muerto dio la vuelta al mundo, conmoviendo a miles de personas.
Imagen: Reuters/Stringer
Contrastes a la vista
Kos, a menos de cinco kilómetros de Turquía, es la meta de muchos refugiados. Llegan a las playas donde solo solía haber turistas. Este grupo de refugiados paquistaníes logró arribar con un bote inflable.
Imagen: Reuters/Y. Behrakis
Caos total
Muchos refugiados quedan varados en Kos, porque solo pueden continuar viaje a tierra continental tras haberse registrado. En el verano, la tensión escaló cuando las autoridades hicieron esperar a los refugiados en un estadio para hacer ese trámite, a pleno sol y sin agua.
Imagen: Reuters/Y. Behrakis
Un transbordador para refugiados
Debido a la insostenible situación imperante en la isla se produjeron disturbios. Para reducir la tensión, las autoridades griegas arrendaron un barco en el que se habilitaron posibilidades de alojamiento para 2.500 refugiados y una oficina de registro.
Imagen: Reuters/A. Konstantinidis
El dilema de Europa
Por la misma época, más al norte, en la frontera greco-macedonia, policías fronterizos impiden el paso a la gente. En el tumulto hay niños que lloran, separados de sus padres. "Pura desesperación" se llama la foto tomada por Georgi Licovski. La Unicef la distinguió como la foto del año, ya que plasma "el dilema de Europa y su responsabilidad".
Imagen: picture-alliance/dpa/G. Licovski
Un símbolo negativo
A fines del verano, Budapest se convirtió en un símbolo del fracaso de las autoridades y de la xenofobia. Miles de refugiados acampaban en los alrededores de una estación ferroviaria de capital húngara. El gobierno les prohibió continuar su viaje. En consecuencia, muchos siguieron su camino a pie, rumbo a Alemania.
Imagen: picture-alliance/dpa/B. Roessler
Se abre el paso
El 5 de septiembre se despejó el camino para los refugiados. La canciller alemana, Angela Merkel, tomó con su par austríaco, Werner Feymann, la decisión de permitir a la gente continuar el viaje. Varios trenes especiales y buses se dirigieron por esos días a Viena y Múnich.
Imagen: picture alliance/landov/A. Zavallis
Bienvenidos, refugiados
El primer fin de semana llegaron a Múnich cerca de 20.000 refugiados. En la estación central de la ciudad se reunieron innumerables voluntarios para atender a los refugiados y proporcionarles alimentos y vestimenta.
Imagen: Getty Images/AFP/P. Stollarz
"Lo lograremos"
Mientras Merkel era aclamada por los refugiados y los partidarios de darles asilo, en otros sectores de Alemania surgía el descontento. En una conferencia de prensa, Merkel respondió a las críticas con estas palabras: "Si tenemos que disculparnos por mostrar un rostro gentil en una situación de emergencia, este no es mi país". Otra frase se convirtió en su mantra: "Lo lograremos".
Imagen: Reuters/F. Bensch
Historias en el equipaje
A fines de septiembre, la policía publicó una imagen conmovedora. Una niña refugiada hizo este dibujo y se lo regaló a un policía de Passau. Muestra el horror que vivieron muchos refugiados y su gran alegría de estar por fin a salvo.
Imagen: picture-alliance/dpa/Bundespolizei
El drama continúa
A fines de octubre habían llegado a Alemania más de 750.000 refugiados. Pero el flujo no cesaba. Los países de la denominada "ruta de los Balcanes" se veían superados y cerraron sus fronteras. Solo se siguió permitiendo el paso a sirios, afganos e iraquíes. Como una forma de protesta, algunos refugiados de otros países se cosieron los labios.
Imagen: picture-alliance/dpa/G. Licovski
Sin final a la vista
"¡Ayúdanos, Alemania!", dicen los carteles de los manifestantes en la frontera con Macedonia. En Europa se acerca el invierno y miles de personas, incluyendo niños, se encuentran atrapadas en tierra de nadie. Entretanto, incluso Suecia, considerado un país abierto a los refugiados, estableció transitoriamente controles fronterizos. La UE cuenta para 2016 con otros tres millones de refugiados.