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Incidente naval empaña la final sudcoreana

29 de junio de 2002

El enfrentamiento entre embarcaciones de Corea del Norte y del Sur, que dejó varios muertos y heridos, supone una dura prueba para los esfuerzos de distensión de Seúl, actualmente estancados.

Sudcoreanos se informan del enfrentamiento entre buques de guerra del Norte y el Sur.Imagen: AP

En un comienzo, no parecía algo particularmente dramático: una embarcación nordcoreana se adentró en aguas territoriales de Corea del Sur, como ocurre con cierta frecuencia. La frontera marítima también es objeto de disputa entre ambas partes de la dividida península, que no han sellado la paz.

Las naves nordcoreanas suelen acatar las conminaciones de las patrullas de Corea del Sur a retirarse. Pero esta vez no fue así. La incursión derivó en una verdadera batalla naval, de poco menos de media hora, que causó la muerte a por lo menos cuatro miembros de la Marina sudcoreana.

Preocupación internacional

Se trata del incidente más grave ocurrido desde junio de 1999 y, por lo mismo, causa preocupación su posible efecto en los esfuerzos de acercamiento entre Seúl y Pyongyang.

El gobierno de Moscú instó a ambas partes a no permitir que éstos se vean amenazados, mientras el presidente alemán, Johannes Rau, manifestó su esperanza de que continúe la política de paz. De visita en Corea del Sur, Rau había analizado en la víspera la problemática coreana con el presidente Kim Dae Jung, llevándose la impresión de que Seúl proseguiría su línea, a pesar de los reveses. Tras el enfrentamiento del viernes, sin embargo, los expertos temen un retroceso de años.

La incidencia del Mundial

Algunos indican, entretanto, que no es casual que esto haya ocurrido pocas horas antes de iniciarse el partido por el tercer lugar en el Mundial de fútbol, en que los sudcoreanos se enfrentaron a Turquía, en Taegu.

Pyongyang intentó, a todas luces, llevar a cabo una nueva provocación, aprovechando que las miradas del mundo aún están puestas en el co-anfitrión de la Copa del Mundo. De hecho, en las pasadas semanas el campeonato sirvió de campo de batalla sucedáneo para la guerra sicológica entre ambos estados.

El furor deportivo desatado por los inesperados éxitos de su selección, sirvió a Seúl de herramienta propagandística. Los parlantes que se alinean a lo largo de la zona desmilitarizada en la frontera intercoreana se emplearon por estos días para transmitir las alternativas del torneo hacia el norte.

Cerco informativo

Pyongyang, por su parte, levantó un cerco informativo para impedir que la euforia mundialista llegara a su territorio y pudiera estimular los sentimientos de unidad nacional. Durante más de dos semanas omitió informar a su población que el vecino del sur era uno de los organizadores del torneo, junto a Japón. Los medios de comunicación de Corea del Norte sólo transmitieron fragmentos de los partidos, en diferido. El material fue además rigurosamente censurado y despojado de toda imagen ideológicamente inconveniente para el régimen de Kim Jong Il, como banderas estadounidenses.

Por eso fue interpretado casi como una señal de apertura el hecho de que, con una semana de retraso, se mostrara a la población parte del partido de Corea del Sur contra Italia. Sin embargo, el incidente naval demuestra que falta mucho trecho por recorrer en el escarpado camino de la distensión.