Indígenas luchan por la participación política
23 de febrero de 2013 “No es fácil cambiar en poco tiempo siglos de visión etnocéntrica y racista, de una práctica y teoría política excluyente y reducida a una democracia poco democrática”, dice Víctor Hugo Cárdenas, sociólogo y político boliviano de raíces indígenas. Cárdenas ha conocido la realidad de la participación política de los pueblos originarios desde dentro: fue el primer aymara en ocupar el cargo de vicepresidente de Bolivia, entre 1993 y 1997.
Pero a pesar de este hito en la historia de su país, todavía hay camino por recorrer para lograr una efectiva participación. Cárdenas indica que en Bolivia hay más de un 60% de indígenas, pero en la Asamblea Legislativa de 166 integrantes sólo hay siete circunscripciones indígenas.
A nivel latinoamericano la situación es similar o incluso más discriminatoria. Los temas indígenas casi no figuran en la agenda política -salvo ante situaciones de conflicto-, los partidos prácticamente no incorporan a políticos de los pueblos originarios y, por lo mismo, éstos tampoco acceden a cargos de representatividad. “Hoy, la presencia indígena se nota en los niveles del Estado local o municipios en Ecuador, Bolivia, Guatemala y Panamá, menos a nivel departamental o regional y mucho menos a niveles nacionales”, dice Cárdenas.
A pesar de que en muchos países los indígenas representan una parte significativa de la población, históricamente han sido marginados de los procesos políticos, sociales y económicos. Si bien en la segunda mitad del siglo XX alcanzaron mayor visibilidad y los gobiernos comenzaron a formular programas para ellos, persiste la marginación y consigo la extrema pobreza, consignan estudios de la Fundación alemana Konrad Adenauer, KAS.
“Democratizar la democracia”
Para el ex vicepresidente boliviano y fundador del movimiento Katarista, el camino es “democratizar la democracia”. En otras palabras, “enriquecer la tradición democrática liberal con las tradiciones democráticas indígenas, o sea, la construcción de una democracia intercultural”. Cárdenas propone construir una síntesis nacional con lo mejor de las diferentes herencias culturales. “Por cierto, esto requiere una valiente audacia de los gobernantes actuales”, agrega.
El principal avance en América Latina ha sido la creación de programas y organizaciones dedicadas al tema indigena, además de algunas normativas legales. No obstante, en la práctica estas normas no siempre se aplican y persisten graves conflictos por temas de tierras y derecho a la autodeterminación. A pesar de acuerdos internacionales, como la Convención 169 de la OIT y la Declaración de las Naciones Unidas sobre los Derechos de los Pueblos Indígenas, cláusulas como la llamada “consulta previa”, no han sido puestas en marcha.
Un lento camino
“El principal obstáculo para la participación es la falta de organizaciones propias de los pueblos indígenas con capacidad de generar un discurso y narrativa propias y un impacto estatal. Por eso, los partidos tradicionales, de derecha, centro o izquierda, manipulan su fuerza electoral”, advierte Víctor Hugo Cárdenas.
Con la idea de sensibilizar a los actores tradicionales de la sociedad –como partidos políticos y empresas- y fomentar el diálogo y la participación, la KAS, asociada al partido demócrata cristiano alemán, creó el 2006 el Programa de Participación Política Indígena (PPI).
“Los números no mienten. Lamentablemente, la población indígena sigue siendo la más pobre y sigue habiendo mucha discriminación y desigualdades muy grandes”, indica Claudia Heins, coordinadora del PPI con sede en La Paz, Bolivia.
La tarea es también concientizar a los partidos sobre la importancia de la temática indígena y la potencialidad de conflictos que puede traer consigo la exclusión política. “Es un proceso a largo plazo –asegura Claudia Heins-. Hay instrumentos internacionales que vinculan a los estados a que respeten los derechos indígenas, pero se construyen megaproyectos sin hacer la consulta previa que está en la Convención 169 de la OIT”.
A través de estudios, encuentros de líderes pertenecientes a diferentes etnias, formación política de jóvenes y actividades de en países latinoamericanos, están intentando abrir espacios de expresión y participación.
¿Qué pasa con los jóvenes?
Un grupo especialmente entusiasta es la juventud. “Se han hecho ver y escuchar, pero ahora quieren actuar, participar en política y hacer cumplir lo que está en el papel. La problemática es cómo los jóvenes indígenas en el siglo XXI se meten en política sin perder sus tradiciones”, indica Claudia Heins.
Bien lo sabe el boliviano Edgar Sumami. Este joven ingeniero químico pertenece a la etnia Monkox del Pueblo Chiquitano y milita en el partido Los Verdes. “En la Bolivia actual, aunque se admiten oficialmente los derechos de los pueblos indígenas en la Nueva Constitución Política de 2009, que somos un Estado plurinacional y multicultural, esta valoración suele reducirse a lo turístico o folklórico”, señala Edgar Sumami.
El joven es crítico de la realidad de su país, las divisiones entre los movimientos indígenas y lo que él llama una “oligarquía indígena, en que pocas personas se turnan para ejercer el poder, más para satisfacer intereses personales que el desarrollo de nuestros pueblos”.
“Actualmente, los jóvenes vivimos momentos de mucho desafío –agrega Sumami-. Se necesita mucha capacitación, en lo que la fundación Konrad Adenauer juega un rol importante con su programa PPI, capacitando a jóvenes para que obtengamos un liderazgo transformador orientado al servicio de la comunidad”.
Tiempo de cambios
En un estudio sobre la realidad de México, Guatemala, Ecuador, Perú y Bolivia, la socióloga y antropóloga social experta en temas indígenas, Angela Meentzen, indica que se necesitan políticas públicas para los pueblos indígenas, que vayan más allá de la lucha contra la pobreza en general: “una nueva definición de la Nación y de la sociedad nacional de cara a la diversidad cultural del país y a dinámicas de desarrollo diferenciadas y no uniformes”.
El ex Vicepresidente aymara Víctor Hugo Cárdenas asegura que se debiera construir una democracia más orgánica, con más contenido social, económico y cultural, y no sólo político y electoral. “Cualquier proyecto indígena no puede ni debe dirigirse sólo a la población indígena sino a toda la población nacional,”, concluye. El encuentro y el diálogo entre los jóvenes latinoamericanos es un paso para entender las tradiciones democráticas indígenas y enriquecer los procesos políticos en la región.
Autora: Victoria Dannemann
Editor: José Ospina-Valencia