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Ingenioso hidalgo de los hoteles

Pedro Peinado Galisteo24 de agosto de 2004
Derrotados en la Euro 2004; más de lo mismo. Piensas en eso de la vida repetida mientras meas, tratando al mismo impulso de tragar el sabor a escombros que llevas pegado al paladar. Un Gran Hermano te observa blandamente en el urinario público e imagina que eres Brad Pitt mientras se masturba a tu lado sin pudores. Piensas qué cambiaría si en las páginas amarillas se anunciara, sólo para tí, la chica de tu vida. En qué pasaría si la casa de tu vida no fuera un señor infinitamente serio con traje y corbata multiplicándose ad náuseam por la tabla de 50 cent. Suspiras, dejas de mirar de reojo y te abstraes a la función meramente urinaria de tu sexo, y de ahí vía rápida al recuento de los viajes al centro de los sexos de mujer, ardiendo Troya en cada sábana de viernes noche en lucha por quemar la urgencia que te impone desde los trece un insólito signo de horóscopo de fuego. Y no es azar, te dices, volviéndote a vigilar una vez más la evolución del soñador frustrado maquillado a lo Britney Spears que empieza a gemir bajito al filo del desenlace de su ejercicio. La misma música pirata del kazaa no dejará de sonar una vez y otra, pero no es azar ese motor que nos empuja de un día al siguiente como si no hubiera cambio posible. Empiezas a saber que la única posibilidad de vivir al margen de este basural pasa por comprar un pasaje a las afueras de donde sea, y comprobar in situ si por una descuidada casualidad los hoteles allí albergaran alguna pequeñísima esperanza.
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