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Inmigrantes en la campaña electoral alemana: ¿cortejados o marginados?

13 de septiembre de 2009

Alrededor del 19 por ciento de los ciudadanos alemanes tiene raíces en el extranjero. Algunos de ellos cuentan con pasaporte germano pero, ¿también con peso político? Aunque muchos votan, casi todos se sienten ignorados.

Los partidos políticos alemanes intentan atraer al voto inmigrante.Imagen: dpa

En el alemán políticamente correcto se les llama "ciudadanos con trasfondo migratorio". Son nietos e hijos de inmigrantes nacidos en Alemania, o extranjeros asentados en el país, algunos lo suficientemente como para superar las trabas burocráticas y conseguir la nacionalidad germana.

Pese a que su número va en aumento, su representación política sigue siendo mínima. Sólo el 1 por ciento de los escaños del Bundestag lo ocupan diputados con este tipo de orígenes. Sin embargo, en las próximas elecciones del 27 de septiembre, este grupo podría determinar hacia qué lado se inclina la balanza. Los partidos tratan de ganarse sus votos con promesas de más y mejores medidas para la integración. Pero, ¿responden estos eslóganes a los intereses y las preocupaciones de quienes tienen abuelos turcos, libaneses o italianos?

"Al final, quedamos como tontos"

Ekin Deligöz, diputada de Los Verdes: una de las pocas de origen turco en el Bundestag.Imagen: dpa

El salón de los Yazici, en el barrio berlinés de Kreuzberg, está lleno a reventar. Es sábado y la familia se reúne. Mientras Ahmet Yazici y su mujer están sentados sobre el sofá, un sinfín de niños corretea a sus alrededor. Su hija reparte té y baklava, los dulces de miel y pistachos tradicionales en el mundo árabe, los Balcanes y otras regiones; su yerno les cuenta lo acontecido en las últimas vacaciones en Turquía.

De fondo se escucha la televisión: un canal turco cargado de folclore. Ahmet Yazici llegó a Alemania en 1969, trabajó durante años para Siemens y siete de sus ocho hijos han nacido en Berlín. A sus 63 años, ya está jubilado. Desde 1999 tiene pasaporte alemán: aquí ha votado una sola vez en su vida. "No tengo la sensación de que los políticos nos tomen en serio", dice, "en las últimas elecciones voté, como muchos, al Partido Socialdemócrata, sobre todo porque apoyaba el que se implantase la doble nacionalidad. Y al final, quedamos como tontos: no se instauró nada."

Ahmet es un hombre orgulloso pero el ritmo al que mueve la cucharilla en su vaso de té deja entrever la profunda decepción que le afecta. "Cuando están en campaña electoral, los partidos mandan a sus miembros inmigrantes a los cafés y los clubes turcos. Pero, en realidad, no nos escuchan", lamenta. A los carteles que cuelgan frente a la puerta de su casa apenas les presta ya atención. Su alemán no es muy bueno; la política turca la sigue cada noche a través de la pequeña pantalla. Cuando en ella aparecen Merkel o Steinmeier, cambia de canal. "Nuestro voto sólo les importa hasta el día en que hay que ir a las urnas. Por eso, esta vez no pienso votar", sentencia Ahmet.

"Sólo con un pasaporte no eres alemana"

Lale Akgün, diputada socialdemócrata de origen turco, invitada a un programa televisivo para tratar un tema típico de inmigrantes: el velo.Imagen: dpa

Alemania ha sido incapaz de involucrar políticamente a su primera generación de inmigrantes, lamenta Emine Eker, la hija de Ahmet Yazici. Emine tiene 33 años, brillantes ojos azules y una energía que la acompaña en cada movimiento. "Yo he nacido en Berlín, pero hasta 1996 conservé la nacionalidad turca. Me sentía entre la espada y la pared. Por un lado, quería hacer mi vida aquí en Alemania; por el otro, no quería tener que renunciar a mi identidad turca", cuenta, "sin embargo, tener voz política es esencial, por eso me nacionalicé hace trece años. Pero, ¿sabe qué? El tener pasaporte alemán no significa que te traten automáticamente como a una alemana."

Mientras dice esto, se tira del pañuelo que cubre su cabeza y sonríe. Emine es costurera, madre de dos hijos y musulmana. La política que quiere para el país es una que no margine su religión, el Islam, ya sea en la administración o en las escuelas. Dos veces ha votado Emine en Alemania, y a finales de septiembre será la tercera. "Lo determinante para mí no es el partido, sino el político. ¿Me parece digno de crédito? ¿Representa bien mis intereses? ¿Es auténtico? Ésas son las cosas en las que me fijo. La formación a la que pertenezca es algo secundario, y si es descendiente de inmigrantes o no me importa poco, mientras haga bien su trabajo", asegura.

"Yo amo este país"

Como Emine piensa también Yavuz Akgül. A este hombre de 37 años, alemán desde los 17, lo encontramos al otro lado de Berlín, en una pequeña oficina, tratando de resolver con sus compañeros un problema informático. Su padre vino a Alemania a trabajar y él es hoy dueño de una mediana empresa de ordenadores. "Nosotros creemos que el buen trabajo ha de remunerarse de forma justa. Por eso luchamos por que se establezca un sueldo mínimo interprofesional", dice.

De vez en cuando, en los cortos descansos, Yavuz navega por Internet y visita las páginas de los partidos políticos alemanes. El que éstos se dejen asesorar por agencias de "etnomarketing" o el que los verdes repartan panfletos en turco o en ruso no lo contempla como una señal de acercamiento, sino de marginación. "Yo amo este país; me siento alemán. No hace falta que me traten de un modo especial, no necesito que me cuenten otras historias: entiendo el idioma perfectamente y puedo expresarme sin problemas. Me molesta que siempre se dirijan a mí como al inmigrante, quiero que se comporten conmigo como con el resto de los votantes", se queja Yavuz, "esos carteles en turco no sirven para nada más que para marcar las diferencias".

Aún así, Yavuz sabe que los votantes con "trasfondo migratorio" sí que existen, que el espectro abarca desde personas con título académico de alto grado hasta trabajadores jubilados que apenas hablan alemán. Sin embargo, una cosa los une a todos: el deseo de que la política los trate con respeto, los escuche y hable con ellos en igualdad de condiciones.

Autor: Aygül Cizmecioglu/ Luna Bolívar

Editora: Emilia Rojas

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