Islandia y su experimento constitucional
19 de marzo de 2013“En realidad sólo nos quedan cuatro días”, suspira Birgitta Jonsdottir, parlamentaria por el partido de oposición “Movimiento” y conocida activista de Wikileaks. Su esperanza es que el Parlamento actual acepte la nueva Carta Magna. Sería una de las últimas tareas a realizar, antes de que el Althing en Reykjavik sea elegido nuevamente en abril. No obstante, Jonsdottir teme que los críticos bloqueen el proceso.
La nueva Constitución es un documento muy especial. Se basa en un esbozo, sobre el cual todo ciudadano pudo opinar. Es la primera vez que un país redacta una Constitución nueva de esta manera.
La crisis, que empezó hace cinco años, fue el detonante del proyecto. “La gente había perdido la confianza en la política”, dice Jonsdottir. Los islandeses vieron cómo su país se hundía en una crisis profunda; los tres principales bancos se fueron a la quiebra; muchos ciudadanos perdieron sus ahorros. Las manifestaciones de protesta no se hicieron esperar, el pequeño país hervía. Al final, sin embargo, no venció el caos, sino el deseo de los ciudadanos de volver a comenzar.
Una pequeña diferencia
Con su anterior Constitución, los isleños no se sentían bien hacía ya tiempo. Después de su independencia en 1944 asumieron la Carta Magna danesa, casi al pie de la letra. Que sólo tacharon la palabra “rey” se suele decir, en broma. Todo intento político de reformarla sustancialmente fracasó, hasta ahora.
Un grupo de activistas vio en 2009 la oportunidad de acometer el proyecto, de una manera diferente. Con el apoyo de la coalición socialdemócrata-izquierda verde en el gobierno, mil ciudadanos fueron invitados, en representación de la población, a tomar parte en una sesión de lluvia de ideas. Estadísticamente habían sido seleccionados hombres y mujeres de todas las regiones y todas las edades.
En busca de autor
“Se trataba de que reflexionaran acerca de lo que somos y lo que queremos”, explica Silja Omarsdottir, que formó parte del grupo de 25 personas que se encargó de redactarla. En una charla, también difundida por video en la Web, Omarsdottir describe el proceso; la nación, los recursos naturales y el sistema de salud eran el foco principal. También se incluyeron los valores más importantes para los islandeses: responsabilidad, igualdad de género, honestidad, respeto, justicia y libertad.
Poco después, más de 500 voluntarios fueron elegidos para conformar el Consejo Constitucional. Silja Omarsdottir, que trabaja en Relaciones Internacionales en la Universidad de Islandia, pasó a ocupar un sitio en una oficina junto con otros 24 redactores
Todos los lunes y martes, tres comités se encargaban de discutir los textos, los miércoles se encontraban en pleno, y los jueves se publicaban las nuevas versiones en Internet. Además había encuentros regulares a los que los ciudadanos podían acudir o, en su defecto, seguir en la red. Las críticas y los comentarios a determinadas partes del texto se recogían y se introducían en el texto de tal manera que los 25 estuvieran de acuerdo. Unas 3000 propuestas de enmiendas llegaron a través de los diversos canales; otras tantas llegaron desde el extranjero.
Entrega a los políticos
Después de cuatro meses estuvo lista: la nueva Constitución fue entregada el 29 de julio de 2011 al Parlamento. En octubre de 2012, en un plebiscito no vinculante, dos tercios de la población la aprobaron. Polémico fue sobre todo el asunto de los recursos naturales; en caso de que éstos no estuviesen ya en manos privadas, la nueva Constitución prevé que sigan en manos de la nación islandesa. Esto tendría repercusiones en la industria pesquera.
También desde el extranjero el proceso constitucional fue seguido con interés. “En cuanto a contenidos, la Constitución está al día y evita la lírica constitucional, la demasiada programática, el exceso de prescripciones estatales. Todo está formulado de una manera reservada y parca”, explica Christoph Degenhart, catedrático de derecho estatal en la Universidad de Leipzig. En su opinión, los autores han subrayado el valor de la democracia directa y la necesidad de incrementar las consultas populares.
La crisis y el proceso posterior “ha dejado una profunda impronta en la conciencia de Islandia”, opina Ralf-Uwe Beck, director de la asociación “Más democracia”. El siguió de cerca el trabajo del Consejo Constitucional y alaba su labor. “No puede ser que un Gobierno imponga a su pueblo una Constitución, debe ser al revés”, agrega. También ve con buenos ojos que, a través del trabajo con 25 autores –abiertos a las opiniones-, los islandeses evitaron las riñas partidistas.
No obstante, éstas se anuncian: algunos parlamentarios habrían preferido participar en la formulación del texto y querrían haber consultado expertos. Por su parte, cuenta Jonsdottir, su partido “Movimiento” se da por satisfecho con que todos los ciudadanos hayan estado informados durante su gestación y está contento con el texto: “Hay algunos párrafos nuevos y preciosos, como por ejemplo el derecho a un acceso a Internet”.
Por lo pronto, los partidos no logran ponerse de acuerdo sobre la fecha de la primera votación y, para estos parlamentarios, el tiempo se acaba, pues para que la nueva Constitución pueda entrar en vigor, requiere de la aprobación del próximo Althing y también del actual.
Autora: Julia Mahncke (mb)
Editora: Emilia Rojas