Duque ante la realidad: venezolanos llegaron para quedarse
José Ospina-Valencia
9 de febrero de 2021
La oferta de estancia por 10 años a refugiados venezolanos es un acto de realismo político. Algo que solo puede hacerse realidad con el apoyo de los colombianos y la comunidad internacional, opina José Ospina-Valencia.
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Iván Duque, en Colombia percibido hasta ahora como el mandatario que preside, pero no gobierna, tomó - al fin - el toro por los cuernos ante uno de los mayores retos de la región en los últimos años: la llegada a Colombia de casi dos millones de venezolanos que han escapado - y siguen huyendo - de las inclemencias y la inhumanidad de la dictadura de Nicolás Maduro y sus Fuerzas Armadas.
Iván Duque aterriza en la realidad después de haber vaticinado en febrero de 2019 que "el régimen de Maduro caería pronto”; de promover un inoperante "cerco diplomático" que solo ha impedido la urgente e indispensable atención consular de los migrantes y refugiados en casi toda América Latina, y de haber afirmado que "excluirá de la vacunación contra el coronavirus a venezolanos irregulares en el país”, esto último carente de toda lógica y conmiseración.
El anuncio de la regularización por decreto de los venezolanos que hayan entrado al país antes del 31 de enero de 2021 es un golpe liberador de Iván Duque que puede, en efecto, llegar a hacer la diferencia en su gestión. Liberador porque las cadenas a las que está atado en su propio partido de gobierno son fuertes: mientras Duque habla de solidaridad con el pueblo venezolano en los medios internacionales, importantes figuras de su propio partido Centro Democrático utilizan el término de "vándalos”, para tildar a los venezolanos de ayudantes útiles de los violentos en las protestas populares de 2019 y 2020. Así, partes de su propio partido de Gobierno han promovido la xenofobia. Un arma perversa que, por otro lado, utilizan sendas figuras de la ultraizquierda, que simpatizan con el régimen del vecino país y que no tardaron en difundir fake news sobre que la presunta intención de Duque sería "recaudar electores”, cuando lo cierto es que los venezolanos NO recibirán la nacionalidad sino un permiso por 10 años.
El paso de Iván Duque en favor de la "inmigración con legalidad” lo da en un campo minado, porque en medio de los extremos políticos están, además, las legítimas o infundadas dudas, suspicacias y temores de muchos contribuyentes que no entienden la dedicación a los refugiados cuando millones de colombianos no pueden pagar los costosos estudios universitarios ni tienen trabajo.
Por eso al anuncio de la regularización de los venezolanos le hace falta un gran programa de ofertas de educación y trabajo para nacionales y extranjeros. Eso ayudaría a entender y aceptar mejor que Colombia no solo está obligada por tratados internacionales humanitarios a recibir a los refugiados sino que la migración misma es una oportunidad para el país, además de ser un invaluable acto de solidaridad.
Inteligentemente, Iván Duque presentó su proyecto acompañado de la comunidad internacional en Colombia. El sabe que sin su ayuda será imposible realizarlo. Peter Ptassek, embajador de Alemania en Colombia, reiteró el apoyo de Berlín en "esta histórica apuesta hacia el futuro”, probablemente tan importante como el cumplimiento del Acuerdo de Paz. Si bien la medida ha sido considerada ya un "ejemplo mundial” por Naciones Unidas, hasta ahora solo está sobre papel.
Iván Duque no es la Angela Merkel de Colombia, como ya aducen algunos. Las condiciones son otras. Los retos para Duque son mayores, más aún en medio de la pandemia, del descalabro económico causado por esta y las presiones de extremistas; y por el fácil y destructivo efecto de la xenofobia.
Iván Duque necesita ayuda, y mucha. Empezando porque los políticos venezolanos, del régimen y la oposición, se abstengan de querer pescar en río revuelto en Colombia con sus discursos sectaristas y belicistas que ni en Venezuela se quieren oír. Esas intervenciones generan justo el rechazo que solo afecta a la absoluta gran mayoría de venezolanos de bien en Colombia.
La regularización de casi dos millones de venezolanos es más que un acto humanitario, es una necesidad. "Esto es lo que estábamos necesitando”, dicen jóvenes venezolanos altamente motivados que se alegran genuinamente de poder ayudar a construir país, hombro a hombro con los colombianos. Porque la legalización no significa menos derechos para los colombianos, sino más oportunidades para todos. Allá donde llegan hoy los migrantes y refugiados venezolanos, llegan para quedarse.
(ch/er)
El Páramo de Berlín: la montaña de la muerte para los migrantes venezolanos
Pocos comprenden aún las dimensiones del éxodo venezolano. "Su desolación es tal que primero tenemos que regresarles la dignidad", dice a DW Patricia de Puyana, de la ONG Entre dos Tierras, que asiste a los caminantes.
Imagen: Patrícia de Puyana
Frailejones, cardos y romero
El Páramo de Berlín, un paisaje que los colombianos visitan para descansar, acampar, avistar animales silvestres y observar el firmamento en las noches despejadas, pero que los venezolanos cruzan apurados evitando la noche con sus gélidas temperaturas. Una habitante de la zona cuenta que el nombre de Berlín se debe a un ingeniero alemán que comparaba el frío de allí con el de la capital alemana.
Imagen: picture-alliance/dpa/El Tiempo
Páramo de Berlín: fuente de vida, peligro de muerte
El Parámo de Berlín, forma parte de un sistema de siete Parques Naturales, fuentes del agua que provee a más de 30 municipios en faldas y valles de los dos departamentos que en Colombia llevan el nombre de Santander. El Páramo de Berlín está entre 2.800 y 4.290 metros sobre el nivel del mar, entre Cúcuta, en la frontera con Venezuela, y Bucaramanga, en la ruta hacia Bogotá.
Cúcuta, el inicio del recorrido por Colombia
En esta ciudad fronteriza comienza el recorrido para la mayoría de venezolanos. Los que no tienen dinero para un tiquete de bus, guardan sus ahorros y toman la vía esperando llegar a Bogotá, Quito, Lima o Santiago de Chile, a pie. Pero primero tienen que salvar el primer gran obstáculo: el Páramo de Berlín, entre Cúcuta y Bucaramanga. 195 kilómetros de marcha, entre el desconsuelo y la esperanza.
Imagen: Getty Images/AFP/L. Acosta
Una mirada de temor y esperanza
Dos migrantes venezolanos, asistidos por la Fundación Entre dos Tierras, con sede en Bucaramanga. Ellos tuvieron suerte de encontrar en el camino a voluntarios que los proveen de ropa contra el frío. Muchos van solo con vestuario para climas cálidos y se sorprenden de saber que el frío puede matar. Unos 17 caminantes habrían muerto, reporta una líder de la comunidad venezolana en Tunja.
Imagen: Patrícia de Puyana
La ruta del frío
Unos cuentan con suerte de recibir zapatillas para seguir el camino, mientras otros ven frustrado su camino porque las ampollas les impiden continuar. La ONG Entre dos Tierras busca coordinar la ayuda espontánea de lugareños y viajeros, para que no sea solo puntual sino permamente. El sueño de Patricia de Puyana es construir un albergue en Bucaramanga que ofrezca comida y atención médica.
Imagen: Patrícia de Puyana
Caminando y pensando en dónde conseguir un empleo
Los migrantes no siempre tienen un destino fijo. Ellos van de ciudad en ciudad en busca de un trabajo, que difícilmente encuentran. Esto tiene que ver con que ya cientos de miles de sus compatriotas han ocupado las pocas vacantes que el mercado laboral de Colombia ofrece, un país con 9,7% de desempleo, según el Departamento Administrativo Nacional de Estadística (DANE).
Imagen: Patrícia de Puyana
Entre dos Tierras: “Hay que dignificar esta migración”
Para la Fundación Entre dos Tierras es prioritario "devolverle la dignidad a los migrantes". Patricia de Puyana cuenta que el grado de desolación en que muchos salen de su país y emprenden la travesía es aterrador. "No solo necesitan comida, abrigo y techo, sino también recuperar su dignidad", concluye. "Todos los pensamientos en Venezuela rondaban sobre cómo comer", dice un caminante.
Imagen: Patrícia de Puyana
La ruta de la niebla
Migrantes venezolanos cruzan el Páramo de Berlín que durante buena parte del día permanece tras la niebla. La hiportemia y el mal de altura son algo con lo que pocos cuentan. Migración Colombia y delegados de la ONU recorren esta vía para confirmar las muertes reportadas a sus orillas, que no están hechas para peatones. "Después de caminar semanas perdemos la noción del tiempo", dice un migrante.
Imagen: Patrícia de Puyana
Llamado a ayudar
“Colombia y los colombianos tienen que enfrentar esta crisis humanitaria porque quienes la están sufriendo son seres humanos”, independientemente de su nacionalidad o su orientación política. Es el llamado de la Fundación Entre dos Tierras, que insta a hacer mucho más por quienes han tenido que huir del hambre y el futuro truncado en Venezuela. Autor: José Ospina-Valencia (er)