El gobierno de Nueva Zelanda prohíbe la venta y posesión de armas de asalto y semiautomáticas. Una vez más, envía una clara señal y actúa de manera rápida y efectiva, opina Martin Muno.
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Cuando personas indefensas son asesinadas por terroristas, se instala a menudo una sensación de perplejidad, y el horror paraliza a la sociedad. Los políticos huyen hacia los lugares comunes. Otros exigen un endurecimiento de las leyes de control de armas u optan por acusar a determinados grupos sociales, sin hacer ningún tipo de distinción.
El ejemplo de Nueva Zelanda, y ante todo la postura de la primera ministra Jacinda Ardern, demuestran que es posible actuar de otra manera tras un crimen tan terrible como este. Ardern tomó muchas decisiones correctas luego del atentado de Christchurch. Al momento de visitar a la comunidad musulmana residente en el país, optó por vestir un hiyab (pañuelo islámico). Por otro lado, dio apertura a una sesión parlamentaria especial con el saludo pacifista árabe "As salaam alaikum”. También se negó a llamar al asesino por su nombre completo. Su mensaje denota cercanía a la comunidad musulmana y aspira señalizar que esta última hace parte de la vida de su país.
Agilidad y pragmatismo
Después del crimen islamófobo de ultraderecha, Ardern anunció un endurecimiento de las leyes de control de armas. Ahora su gobierno lo implementa con agilidad y pragmatismo. Se prohíbe la venta y posesión de armas semiautomáticas y de asalto. Por otro lado, el gobierno comprará las armas a quienes las hayan adquirido de manera legal. El Estado neozelandés está dispuesto a gastar aproximadamente 120 millones de euros para este propósito.
A veces la política pueda ser sencilla, empática y sensata, en la medida en que se repudie a los asesinos, se nombre a las víctimas y se le dé una voz a su sufrimiento. Si se dificulta el acceso a armas de fuego, es posible prometer a esas víctimas que algo similar jamás volverá a suceder. Es algo que ya se sabe en todo el mundo: menos armas significan mayor seguridad. Y en donde esto no sea una premisa, algo se está haciendo mal.
"Donde hay algún peligro, crece también lo que nos salva”, dice un verso célebre del poeta alemán Friedrich Hölderlin, que puede servir para describir breve, pero claramente, los sucesos actuales en Nueva Zelanda. Es el momento de agradecer a la primera ministra Ardern por su liderazgo tras el ataque terrorista de Christchurch.
mov/cp
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Una "misa" para rendir culto a las armas
La mayoría de las religiones tiende a predicar el amor y la paz; pero ese mensaje suele ser malinterpretado con frecuencia. Como muestra, una misa celebrada en Estados Unidos a la que se asiste armado hasta los dientes.
Imagen: Reuters/E. Munoz
¡Bendito seas, AR-15!
El fusil de salto semiautomático AR-15 es el arma predilecta de los estadounidenses. Fue con esa arma larga que se perpetró la matanza en la escuela secundaria Marjory Stoneman Douglas de Parkland, Florida, el 14 de febrero de 2018. Esa es también el arma que más feligreses llevaron a la extraña misa celebrada el 28 de febrero en Newfoundland, Pensilvania (en la imagen, en una versión dorada).
Imagen: Reuters/E. Munoz
Con municiones por corona
A los feligreses se les pidió que asistieran a la misa con una corona; algunas de ellas fueron hechas a base de municiones. Esa ceremonia religiosa fue organizada por un hijo del difunto Sun Myung Moon, el coreano que emigró a EE. UU. y fundó la Asociación del Espíritu Santo para la Unificación del Cristianismo Mundial –más conocida como la secta Moon–, tras autoproclamarse mesías.
Imagen: Reuters/E. Munoz
Tras los pasos de su padre
Originalmente, se suponía que Moon Hyung-jin (coronado, en el lado derecho de la foto) debía asumir el liderazgo de la secta Moon tras la muerte de su padre, en 2012. Pero una rencilla con su madre lo llevó a fundar su propia iglesia. En esta imagen, él bendice a parejas casadas ...y a sus armas.
Imagen: picture-alliance/AP Photo/J. Larma
¿Derecho divino?
La iglesia le pidió a sus feligreses que llevaran sus armas a la misa como prueba de que creían en el derecho a poseer armas y estaban dispuestos a defenderlo. En su sermón, Moon Hyung-jin alegó que la posesión de armas era un derecho otorgado por dios. Esta ceremonia, que llamó la atención de la prensa, reveló hasta qué punto un segmento de la población estadounidense venera sus arsenales.
Imagen: picture-alliance/AP Photo/J. Larma
Precauciones de rigor
Las armas traídas a la misa por las alrededor de 250 parejas invitadas fueron inspeccionadas en la entrada de la iglesia para confirmar que estuvieran descargadas. Además, el cargador de las mismas fue sellado para evitar que a alguien se le ocurriera la idea de consumar una masacre en el templo.
Imagen: picture-alliance/AP Photo/J. Larma
Una clara jerarquía
En la ceremonia religiosa se hizo evidente una clara jerarquía: los puestos delanteros estaban reservados para quienes poseían ametralladoras, fusiles de asalto o metralletas y los asientos traseros, para los dueños de revólveres y otras armas con menor poder de fuego. Los fotógrafos y camarógrafos sólo tuvieron permitido estar de pie al final de la sala.
Imagen: picture-alliance/AP Photo/J. Larma
¿Riesgo reducido?
Al parecer, cuando los entusiastas de las armas se reúnen, el resto de sus conciudadanos corre menos peligro. Un estudio realizado por científicos estadounidenses revela que, durante el encuentro anual de la NRA, la asociación de los lobbyistas de las armas de fuego en EE. UU., el número de heridos desciende en un 20 por ciento; ese efecto empieza unos días antes y termina varios días después.
Imagen: picture-alliance/AP Photo/J. Larma
“¡Ya basta!”
En EE. UU. hay 300 millones de armas de fuego en circulación y éstas causan 30.000 muertes cada año. Pero también está creciendo el número de personas que protestan airadamente contra la laxitud de las leyes que regulan la posesión y el porte de armas. Tras la matanza de Florida, ha aumentado la cantidad de jóvenes que se han unido a la causa de exigir controles más severos.