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Biden, el último aliado transatlántico en la Casa Blanca

Ines Pohl
2 de marzo de 2022

El presidente de EE. UU. tiene el agua al cuello. Y, sin embargo, en su primer discurso sobre el estado de la Unión, Joe Biden sacrificó capital político interno en pro de las relaciones transatlánticas, opina Ines Pohl.

Por supuesto, el presidente de Estados Unidos, Joe Biden, habló sobre Ucrania durante su discurso sobre el Estado de la Unión.
Por supuesto, el presidente de Estados Unidos, Joe Biden, habló sobre Ucrania durante su discurso sobre el Estado de la Unión. Imagen: Victoria Spartz/Getty Images

Mientras Joe Biden, el 46º presidente de los Estados Unidos, pronunciaba su primer discurso sobre el estado de la Unión, cientos de miles seguían huyendo de la guerra en Europa. Nadie puede decir cuántas personas estaban muriendo en ese preciso momento. Asesinadas en una guerra iniciada por un presidente ruso que, con una retrógrada megalomanía, ha perdido la cabeza.

Como en sus declaraciones de los últimos días, las palabras del estadounidense de casi 80 años suenan como sacadas de los archivos de la Guerra Fría. Biden invoca la fuerza que nace de la unión con los aliados, amenaza al agresor de Moscú y defiende valores democráticos básicos. Habla de cohesión y sacrificio, y explica su política de sanciones destinada a golpear la economía rusa.

Bajo índice de aprobación en las encuestas

Biden cosechó eufóricos aplausos intermedios, incluso de las filas de los republicanos. ¿Quién no querría celebrar el coraje de los ucranianos y ucranianas, así como la fuerza de la superpotencia estadounidense, en un momento tan trágico de la historia? La retórica bélica en torno a la defensa de cada centímetro cuadrado del territorio de la OTAN llenó la cúpula del Capitolio. Pero esta celebración autorreferencial de la propia destreza militar fue solo una instantánea fugaz.

La embajadora de Ucrania, Oksana Markarova (izq., junto a la primera dama Jill Biden) fue recibida con una ovación.Imagen: Evelyn Hockstein/Getty Images

En realidad, Joe Biden tenía un plan completamente diferente con este discurso: lo había retrasado hasta bien entrado el año nuevo, para acumular puntos. A solo ocho meses de las importantes elecciones intermedias, en las que podría perder todo su margen de maniobra político, Biden, cuyo índice de popularidad es de un dramáticamente bajo 41 por ciento, quería informar sobre sus éxitos: la lucha contra el coronavirus, el crecimiento económico y los cambios positivos en el mercado laboral. Quería celebrarse a sí mismo como el primer presidente en nominar a la primera mujer negra a la Corte Suprema de Justicia. Y por haber cumplido importantes promesas, como la de poner en marcha el gran paquete de infraestructura. Por supuesto que también habló de todo esto esta noche. Y también recibió aplausos eufóricos por ello, pero mayormente de sus propias filas.

Pero lo que realmente importa a los votantes es su decisión de priorizar la lucha por el orden democratico de posguerra en la lejana Europa, por encima de intereses nacionales inmediatos. De aceptar que los efectos de las sanciones harán que los precios de la gasolina en su propio país se disparen. Esa inflación, que ya promedia el 7 por ciento en todo el país, seguirá aumentando, haciendo la vida aún más difícil para millones de estadounidenses.

El miedo a Rusia ha sido reemplazado por el miedo a China

Biden ha aceptado que, en última instancia, los populistas del Partido Republicano podrían usar en su contra su lucha contra los crímenes de guerra de Putin, como munición para su campaña de miedo bajo el lema de “America First” (o Estados Unidos primero). Primero en las elecciones intermedias, y luego en las presidenciales.

Ines Pohl, jefa del estudio de DW en Washington.Imagen: DW/P. Böll

Como muchos de su generación, Joe Biden está convencido de que, en cualquier cinrcunstancia, Estados Unidos debe apoyar a sus aliados europeos. Pero, en los EE. UU., muchos ahora ven las cosas de otro modo. El temido enemigo Rusia ha sido reemplazado por China. Para la mayoría de los estadounidenses, el vínculo transatlántico con el viejo continente ya no es una prioridad. El futuro se decidirá en Asia. Y Europa debería finalmente cuidar de sí misma.

Joe Biden ha sido político durante 50 años. Puede que sea el último gran político transatlántico en la Casa Blanca. No hay necesidad de conjurar el espectro de Donald Trump: no importa quién siga a Biden, el enfoque político de EE. UU. cambiará. Así que será bueno que Europa finalmente empiece a adaptarse. (rml/ers)

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