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Johnson se aparta de la UE de cara a Irán

6 de agosto de 2019

Gran Bretaña se ha aliado con EE. UU. para proteger a la navegación comercial de Irán. Eso incomoda a la Unión Europea, pero ésta también es responsable del curso tomado por Londres, comenta Bernd Riegert desde Bruselas.

Bildkombo Trump Johnson

Apenas dos semanas después de haber asumido la jefatura del Ejecutivo británico, Boris Johnson ha optado por ponerse del lado de su hermano del alma, Donald Trump, presidente de Estados Unidos: el Reino Unido se unirá a la misión naval que el gigante norteamericano enviará al estrecho de Ormuz. La misión europea que Londres había propuesto antes del cambio de Gobierno quedó en el pasado. Ahora lo que hay es una brecha diplomática profunda en Europa, ya que ni los alemanes ni los franceses quieren involucrarse en el programa estadounidense “Sentinel” para proteger a los buques mercantiles de los ataques iraníes. Berlín y París desconfían –y con razón– de Trump; creen que, con su política de “máxima presión” sobre Teherán, empeorará la situación en lugar de mejorarla.

Con su presencia en el estratégicamente vital Golfo Pérsico, los barcos de guerra estadounidenses y británicos podrían terminar encarnando la siguiente etapa del conflicto con Irán. Washington ha conseguido lo que quería al dividir a los europeos; éstos querían mantenerse unidos para, de alguna manera, proteger el tratado nuclear con Irán de la presión estadounidense. Eso será mucho más difícil ahora porque Irán desconfiará aún más de los británicos que antes.

Bernd Riegert, comentarista de DW.

La negociación del “brexit” continúa

El nuevo ministro de Exteriores británico dice querer aferrarse también al tratado que pone fin al programa atómico de Irán y asegura que no le interesa imponer nuevas sanciones sobre Teherán, pero sus declaraciones no son creíbles. Salta a la vista que la Gran Bretaña, que está a punto de abandonar la UE por las malas, quiere, ante todo, una cosa: sellar un acuerdo de libre comercio con Estados Unidos lo antes posible. Para conseguirlo, Boris Johnson está dispuesto, hasta cierto punto, a cortar sus lazos con los europeos en materia de política exterior y a lanzarse al agua junto a los halcones de la Casa Blanca.

Uno de ellos, el asesor de seguridad del presidente Trump, John Bolton, puede frotarse las manos de alegría: su estrategia está funcionando. Estados Unidos le retiró su respaldo al pacto nuclear con Irán y ahora saca al Reino Unido de la coalición europea; con eso, Bolton se acerca a su peligrosa meta: someter a Irán y lograr derrocar al régimen teocrático de Teherán. Trump anunció negociaciones con Irán, pero, dadas las circunstancias, éstas no tendrán lugar. Y si llegan a consumarse, las conversaciones terminarán sin resultados, como aquella “cumbre” con el “buen amigo” de Donald Trump, el dictador norcoreano, Kim Jong-un.

Los europeos titubean demasiado

El cambio de curso de Londres incomoda a Berlín, París y Bruselas. Pero el ministro de Exteriores de Alemania, Heiko Maas, y la coalición de Gobierno de Angela Merkel tienen su cuota de responsabilidad. Si Alemania, Francia y otros Estados comunitarios hubieran reaccionado rápida y decididamente a la iniciativa original de Gran Bretaña, una misión naval europea habría podido ser creada y la división de los firmantes europeos del pacto nuclear con Irán, evitada. El prolongado titubeo del Ejecutivo alemán y la cacofonía creada por los miembros de la coalición de Gobierno dejaron claro tempranamente que no habría unanimidad de cara a una misión naval europea. Alemania no ha estado a la altura de su propia promesa de asumir más responsabilidad internacional.

Al contrario, ahora el ministro Maas quiere fundar una misión de observación comunitaria sin Gran Bretaña. Esa nimiedad puede tardar mucho y servirá de poco. En el marco de una situación tan tensa como la actual, los Cuerpos de la Guardia Revolucionaria Islámica no se dejarán impresionar por misiones de observación y reconocimiento. De alguna manera, es fácil entender por qué los británicos se sienten frustrados por los esquivos socios europeos. No obstante, su huida hacia los brazos del impredecible presidente de Estados Unidos es un paso en falso. En lo que respecta a su política exterior, este es el pecado original del nuevo primer ministro Boris Johnson.

(erc/ers)

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