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Julian Assange, el baremo de la libertad de prensa

18 de mayo de 2022

La ministra británica del Interior puede disponer desde ahora la extradición de Julian Assange a Estados Unidos. Pero debería liberarlo. Su persecución mina la autoridad moral de Occidente, según Matthias von Hein.

Imagen: Frank Augstein/AP Photo/picture alliance

Crímenes de lesa humanidad, violación del derecho internacional, ataque a la libertad de prensa: son términos con los que nos topamos en el contexto de la agresión rusa contra Ucrania, la persecución de periodistas en Rusia, en China o en otras dictaduras.

Políticos occidentales condenan reiteradamente, y con razón, estas violaciones de derechos consagrados. Pero siempre pasan por alto, intencionadamente o no, un gran punto ciego. Uno que duele. Y que tiene un nombre: Julian Assange.

Desafío a Estados Unidos

Mientras el periodista siga detenido en la prisión inglesa de alta seguridad de Belmarsh, mientras enfrente una extradición a Estados Unidos, mientras pueda ser condenado allí a 175 años de cárcel, los moralistas discursos dominicales sobre una política basada en valores parecen ser sobre todo una cosa: pura hipocresía.

Julian Assange se cuenta entre los fundadores del periodismo de investigación moderno. La plataforma Wikileaks, que él creó, abrió posibilidades insospechadas al trabajo con denunciantes que ponen a disposición grandes cantidades de datos. Cuando, provisto solo de una mochila, una computadora portátil y su conocimiento técnico, Julian Assange reveló masivos crímenes de guerra estadounidenses y violaciones del derecho internacional, creó un modelo peligroso para militares, servicios secretos y círculos gubernamentales. No es peregrina la sospecha de que, precisamente por eso, es perseguido implacablemente desde hace más de 10 años: la intención es amedrentar a whistleblower y periodistas.

Matthias von Hein.

Wikileaks ha publicado en total más de 10 millones de documentos secretos. Nunca hubo duda acerca de su autenticidad. Entre ellos hay material tan candente como el video "Collateral Murder", publicado en abril de 2010. Muestra los disparos lanzados desde un helicóptero de combate Apache, que dan muerte a 12 civiles, entre ellos dos periodistas de Reuters, en Bagdad, en 2007. Dos menores sobrevivieron gravemente heridos. Los "Diarios de guerra afganos” publicados en 2010, revelan que, de los 109.000 muertos que dejó la guerra de Afganistán entre 2004 y 2010, cerca de dos tercios eran civiles.

Crímenes de guerra son crímenes de guerra

Recordar hoy esos crímenes de guerra no relativiza los actuales crímenes de Rusia u otras dictaduras. Solo apunta a subrayar que los derechos son indivisibles y únicamente lo son cuando valen para todos por igual. Cuando los crímenes de guerra se condenan como crímenes de guerra, independientemente de quien los cometa. Debe consternar el hecho de que hasta ahora nadie haya tenido que rendir cuentas ante la Justicia en relación con los crímenes de guerra denunciados por Wikileaks, excepto aquel que los reveló: Julian Assange.

¿Cómo encaja en esto que el presidente estadounidenses, Joe Biden, se llenara la boca calificando la libertad de prensa como un pilar fundamental de la democracia el año pasado, en la "Cumbre de la democracia”? El presidente estadounidense tendría la posibilidad de poner fin en cualquier momento al proceso contra Assange, y con ello no solo hacer justicia a la persona de Julian Assange, sino también evitar daños al prestigio de Occidente. Porque la doble moral es tan evidente, que China, por ejemplo, la saca a relucir gustosa.

Prácticamente todas las organizaciones de derechos humanos de alto nivel, desde Amnistía Internacional hasta el PEN Internacional y Reporteros sin Fronteras, han demandado la inmediata liberación de Julian Assange. A comienzos de mayo, 37 legisladores del Parlamento alemán abogaron por la libertad del fundador de Wikileaks en una carta abierta, dirigida a la ministra del Interior británica, Priti Patel. A mediados de mayo lo hicieron también 45 miembros del Parlamento Europeo.

El caso de Julian Assange se ha convertido en un baremo sobre lo que vale realmente la tan invocada libertad de prensa y sobre el estado general las libertades ciudadanas. El balance provisional del proceso no arroja una buena nota.

(ers/ms)

 

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