Si una wayuu no teje y no conoce su territorio ancestral, no es wayúu. La minería y la falta de agua amenazan a este pueblo ancestral. Desde la Guajira colombo-venezolana, Aura Robles teje para DW su historia.
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Aura Vidalina Robles es wayuu, maestra artesana. Su trabajo y su defensa de más de tres décadas del río Ranchería y actualmente de su afluente, el arroyo Bruno, la han vuelto un personaje público de la Guajira.
Esa tan árida como extensa región -entre la caribeña Riohacha, el lago de Maracaibo y la Sierra Nevada- es ancestralmente territorio wayuu. Ahora lo atraviesa la frontera entre Colombia y Venezuela, cerrada desde el 2015.
"Es horrible, no nos adaptamos”, dice a DW Aura Robles. "Nuestros cementerios quedaron del otro lado, toda la familia de mi abuelita, de mis tatarabuelos, está pasando la frontera”, lamenta, recordando que las familias wayúu se definen por la línea materna.
De la casta Jusayú, la familia de Aura llegó caminando hace cuatrocientos años desde su territorio ancestral, hoy Venezuela, hasta el centro de la Guajira, hoy Colombia. "La visita al territorio ancestral es obligación, se trata de entender los orígenes. Es nuestra atadura al territorio. Un wayuu que no conoce su territorio ancestral no es wayuu”, explica Aura, añadiendo que, con el cierre de la frontera, tienen que entrar clandestinamente.
Una minera contra una cultura
Originalmente pastores y recolectores semi-nómadas, los wayuu se trasladaban hacia las tierras altas de Sierra Nevada en épocas de mayor sequía, para alimentar al ganado. "Hoy en día se nos dificulta mucho: un ferrocarril atravesó nuestro territorio y mata nuestros animales. A diferencia de los wayuu de la costa, que manejan la pesca y tienen producto para vender permanentemente, la economía de los del centro de la Guajira es muy precaria. Dependemos de los animales y la artesanía”, explica Aura.
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Ella misma se recuerda, desde muy niña, tejiendo para su wayúnkerra, la muñeca de barro de los wayuu, para la cual había que tejer su vestimenta. "Nosotros fabricábamos todo lo que necesitamos: desde la mochilita hasta el chinchorro, es decir el bolso y la hamaca”, explica Aura para sus interlocutores arijunas, extranjeros. Recuerda también que su pueblo tenía soberanía alimentaria pues recogía los frutos de la estación: algarrobo, iguaraya, aceituna, guáimaros.
"En este momento en que el Río Ranchería -que bañaba ocho municipios del valle entre las estribaciones de la Sierra Nevada y los Montes de Oca- está seco, las riberas ya no son fértiles, queda muy poco para recolectar y tampoco hay plantas medicinales”, cuenta Aura.
Esto y la polución del río por la industria minera que llegó a instalarse a comienzos de la década de los ochenta y el cambio climático -que deja por años sin lluvia a la Guajira- son corresponsables de miles de muertes infantiles. "Ahora quieren desviar la última fuente de agua que nos queda, el arroyo Bruno”, denuncia Aura.
La lucha sigue. Esta, para Aura, comenzó en 1983 cuando unos empleados de la Morrison-Knudsen le previnieron que iban a desviar el río. Entretato, su defensa de las fuentes hídricas del territorio wayúu le ha valido desempleo para su familia, difamación.
"Comenzaron por afirmar que yo no tenía casta ni territorio. Les he demostrado que sí los tengo. Y que tengo derecho a defender mi río”, dice Aura mientras teje artesanías que se venden en ferias internacionales. "Es que una wayuu que no teje, no es wayúu”, concluye, recordando que la justicia social para su pueblo, de región árida, comienza por su río, por devolverle su agua.
La diversidad de los pueblos indígenas en América Latina
Según datos de UNICEF, en América Latina existen actualmente 522 pueblos indígenas. México, Bolivia, Guatemala Perú y Colombia aglutinan el 87% de los pueblos indígenas de América Latina y el Caribe.
Imagen: Christopher Pillitz
Amazonia, fuente de diversidad
Según el Atlas Sociolingüístico de Pueblos Indígenas en América Latina de UNICEF, la Amazonia es la región con mayor diversidad de pueblos indígenas (316 grupos), seguida por Mesoamérica, la cuenca del Orinoco, los Andes y la región del Chaco. Brasil (foto) es el país con más diversidad de pueblos indígenas con un total de 241. Colombia es el segundo con (83), seguido por México (67) y Perú (43).
Imagen: DW/T. Fischermann
Diversidad de pueblos y lenguas
Cinco pueblos agrupan varios millones de personas: Quechua (foto), Nahua, Aymara, Maya yucateco y Ki'che; y seis aglutinan entre medio y un millón de habitantes: Mapuche, Maya q'eqchí, Kaqchikel, Mam, Mixteco y Otomí. Cerca de una quinta parte de los pueblos indígenas perdió su idioma nativo en las últimas décadas. De 313 idiomas indígenas, el 76% es hablado por menos de 10.000 personas.
Imagen: picture-alliance/Robert Hardin
Cada vez más urbanos
Aunque más del 60% de la población indígena de Brasil, Colombia, Ecuador, Honduras y Panamá todavía vive en zonas rurales, más del 40% de la de El Salvador, México y Perú reside en áreas urbanas. En Chile (foto) y Venezuela, la población que vive en ciudades supera el 60% del total. Éstos tienen 1,5 veces más acceso a electricidad y 1,7 veces más acceso a agua corriente que los de zonas rurales.
Imagen: Rosario Carmona
Conviviendo con la pobreza
Según un informe del Banco Mundial, la pobreza afecta al 43% de los hogares indígenas, más del doble de la proporción de no indígenas. El 24% de todos los hogares indígenas vive en condiciones de pobreza extrema, es decir 2,7 veces más que la proporción de hogares no indígenas. En 2011, en Guatemala, tres de cada cuatro habitantes de zonas con pobreza crónica pertenecían a un hogar indígena.
Imagen: picture-alliance/Demotix
Educación superior: un privilegio para muy pocos
El reporte del Banco Mundial 'Latinoamérica indígena en el siglo XXI' apunta que la finalización de estudios primarios entre indígenas urbanos es 1,6
veces mayor que entre los que habitan en zonas rurales, mientras que los que terminan la educación secundaria es 3,6 veces mayor y los que cursan estudios superiores es 7,7 veces mayor. El acceso a la universidad es un privilegio para muy pocos.
Imagen: Uskam Camey
Brecha digital: exclusión social
A pesar de la aparente familiaridad de este miembro de la tribu Kayapó (Brasil) con la tecnología, los miembros de pueblos indígenas no se han beneficiado de su masificación. Estos tienen cuatro veces menos acceso a internet que los no indígenas en Bolivia y seis veces menos acceso en Ecuador. Asimismo, los indígenas tienen la mitad de acceso a un computador que los no indígenas en Bolivia.
Imagen: AP
Implicados en la vida política
Los pueblos indígenas participan activamente en la vida política de sus comunidades, ya sea a través de parlamentos locales o nacionales, en los municipios o a nivel estatal. Sus líderes están involucrados en partidos políticos nacionales o han creado sus propios partidos. Así, existen partidos indígenas muy influyentes en Bolivia y Ecuador, pero también en Venezuela, Colombia y Nicaragua.
Imagen: Reuters/J. L. Plata
Empoderamiento ciudadano
Con una población de más de 800.000 habitantes, principalmente de origen aymara (foto), El Alto (Bolivia), comenzó a organizarse en juntas vecinales. A través de éstas, exigieron tener acceso a sus propios recursos financieros y ejercer control sobre ellos. Las Juntas se crearon con el objetivo de que éstas planificaran, financiaran y construyeran infraestructura básica y proporcionaran servicios.
Imagen: picture-alliance/dpa/EPA/BOLIVIAN INFORMATION AGENCY
Protección vulnerada
Cerca del 45% de cuenca del Amazonas está protegida en el marco de diversas formas legales. A pesar de que 15 de los 22 países de la región han ratificado el Convenio Nr. 169 de la Organización Internacional del Trabajo (OIT), a menudo se vulnera el proceso de Consentimiento Libre, Previo e Informado (CLPI) que pretende garantizar su participación en cambios que pueden afectar su estilo de vida.
Imagen: Survival International
Indígenas en el punto de mira
Los representantes de pueblos indígenas son víctimas de criminalización y hostigamiento y suelen sufrir amenazas, violencia e incluso la muerte al posicionarse en contra de la instalación de grandes infraestructuras en su territorio. En la fotografía, miembros de las comunidades indígenas en contra del proyecto hidroeléctrico Las Cruces, ubicado en el río San Pedro Mezquital, en Nayarit (México).
Imagen: AIDA/C. Thompson
Minería: fuente de conflictos
La minería también es una amenaza para los pueblos indígenas y provoca migraciones y conflictos. Se calcula que una quinta parte de la cuenca amazónica tiene potencial minero: 1,6 millones de kilómetros cuadrados, 20% de los cuales están en tierras indígenas. La extracción ilegal de oro también se ha propagado en la región, provocando deforestación, contaminación de los ríos y violencia.
Imagen: Jorge Mario Ramírez López
Defendiendo el territorio
Los Munduruku (foto), que cuentan con una población de entre 12.000 y 15.000 personas que viven en la orilla del río Tapajós, en los estados de Pará, Amazonas y Mato Grosso (Brasil), sufren el peligro de ambas actividades. Durante tres siglos, han tratado de demarcar oficialmente su territorio, una área de 178.000 hectáreas amenazado por actividades de extracción y proyectos hidroeléctricos.
Imagen: DW/N. Pontes
Socios clave en la lucha contra el cambio climático
El reconocimiento y la protección de los territorios indígenas es una estrategia eficaz para prevenir la deforestación y combatir el cambio climático. Entre 2000 y 2012, la deforestación en la Amazonia brasileña fue de 0,6% dentro de los territorios indígenas protegidos legalmente, mientras que fuera llegó al 7%, lo que produjo 27 veces más emisiones de dióxido de carbono.
Imagen: Ádon Bicalho/IPAM
Los grandes desconocidos
Algunas comunidades indígenas siguen negándose a tener contacto con el mundo exterior y viven en áreas aisladas, usando lanzas y dardos envenenados para cazar monos y aves. Es el caso de los Waorani (foto) que viven en la selva amazónica, en Ecuador. En las últimas décadas, muchos de ellos han pasado de vivir como cazadores a asentarse en el Parque Nacional Yasuní.
Imagen: AP
Contacto mortal
Lamentablemente algunos de los que han sido contactados han sufrido las consecuencias. Los indígenas matsés o “mayorunas” que viven en la ribera del río Yaquerana, en la frontera entre Brasil y Perú, conocidos como “el pueblo del jaguar" (foto) fueron contactados por primera vez en 1969. A raíz de este encuentro muchos murieron por enfermedades como tuberculosis y hepatitis.