Tal y como sospechaba el líder de la oposición, Raila Odinga, hubo un intento de hackeo que hoy ha confirmado la Comisión Electoral del país. Pero fracasó, asegura dicha Comisión.
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La Comisión Electoral keniana confirmó este jueves (10.08.2017) que unos hackers trataron de acceder a la base de datos electoral del país, tal y como sospechaba el líder de la oposición, Raila Odinga, pero fracasaron. "Los informes preliminares indican que se intentó un hackeo, pero no tuvo éxito", dijo el presidente de la Comisión, Wafula Chebukati, sin dar más detalles.
Odinga había dicho que los hackers manipularon el sistema de votación en las elecciones del pasado martes (08.08.2017). La oposición ha rechazado los resultados provisionales de las elecciones, que sitúan al presidente, Uhuru Kenyatta, a la cabeza con el 54,3 por ciento de los votos válidos, contados en 39.966 de los 40.883 centros de votación. El líder de la oposición Odinga ha recibido hasta ahora el 44,8 por ciento de los apoyos, pero asegura que los resultados reales le dan la victoria con 8 millones de votos frente a 7,6 millones obtenidos por Kenyatta.
La Super Alianza Nacional, la NASA, de Odinga asegura que los resultados están "totalmente distorsionados", porque no fueron confirmados con las firmas de los representantes de los partidos en los centros de votación. Sin embargo, los observadores electorales encontraron solo unas pocas irregularidades. La votación fue valorada en general como "buena" por los observadores de la Unión Europea en los bastiones del Gobierno y la oposición, "sin señales de manipulación centralizada o localizada", según la misión de observación de la UE.
Miedo a ataques de Al Shabaab
"Por el momento no parece que haya ninguna irregularidad" en el envío de resultados, dijo el ex secretario de Estado norteamericano John Kerry, que lideró otra misión de observadores, del Centro Carter. Si Kenyatta ganase un segundo mandato de cinco años, las acusaciones de fraude podrían provocar violencia étnica, como ocurrió en 2007. Aquel año, las elecciones estuvieron marcadas por las acusaciones de que se cometió un fraude que impidió la victoria de Odinga, lo que condujo al recrudecimiento de la violencia y la muerte de 1.200 personas.
Según el Ministerio del Interior, "el país entero" se encuentra en calma. En un comunicado, asegura que todos los "sospechosos de malas prácticas electorales" han sido arrestados y la vigilancia en las fronteras se ha incrementado para desalentar que posibles terroristas interrumpieran la votación. Además, el ministerio informa de que ha detendio a cuatro sospechosos de terrorismo. Había preocupación por que el grupo islamista somalí Al Shabaab realizara ataques en el país durante las elecciones.
MS (dpa/efe)
Día Mundial del Migrante: El campamento de refugiados Kakuma o "la nada"
Cada 18 de diciembre se recuerda a millones de migrantes. Kakuma, en Kenia, es uno de los campamentos más grandes del mundo, que acoge a desterrados por las guerras y el hambre desde hace 25 años. DW visitó dicho campo.
Imagen: DW/R. Klein
Cientos de miles de humanos en "la nada"
"Kakuma" quiere decir en kiswahili algo así como "la nada". Ubicado a unos 100 kilómetros de la frontera con Sudán del Sur está en medio de una zona seca y cálida. Aquí viven, más mal que bien, unas 180.000 personas en cabañas o casas de adobe. Sus residentes huyen de la guerra o el hambre en Sudán y Sudán del Sur, Somalia, Uganda y otros países vecinos.
Imagen: Johanniter/Fassio
No paran de llegar refugiados, todos los días
Kakuma fue construido para albergar a 125.000 personas, pero desde su apertura no han parado de llegar personas en busca de refugio. Cada mes se suman unas mil o dos mil personas. Teresa Akong Anthony, en la imagen, vino desde el sur de Sudán hace dos semanas. Ahora espera a la sombra de una choza que ella y sus tres hijos sean registrados como refugiados. La temperatura hoy es de 37 grados.
Imagen: DW/R. Klein
¿Nacionalidad? Refugiado
Kakuma está lleno de jóvenes: más del 60 por ciento de los habitantes tienen menos de 17 años de edad. Muchos han nacido o se han criado en el campo. Para ellos, la palabra "casa" es difícil de definir. A menudo, no tienen ninguna relación con su país de origen, pero tampoco son kenianos. Se trata de jóvenes nacidos como refugiados.
Imagen: DW/R. Klein
Madre malnutrida, bebé malnutrido
Kandida Nibigira huyó de la violencia en Burundi hace tres años. Aquí vive con sus ocho hijos en una choza de barro. La vida para toda la familia es un inmenso reto diario: temperaturas alrededor de los 40 grados, suelo muy seco y poca comida. "Comemos sólo una vez al día", dice esta mujer de 38 años de edad, que intenta dar pecho a su hijo, a pesar de su propia malnutrición.
Imagen: DW/R. Klein
No hay suficiente dinero para la comida
En este campo de refugiados operado por ACNUR se distribuyen alimentos unas dos veces al mes. Si los residentes muestran su tarjeta de racionamiento, reciben aceite, mijo, frijoles, maíz fortificado y jabón. Debido a que no hay suficiente dinero disponible, las raciones de diciembre se redujeron a la mitad. La comida debe ahora alcanzar para todo un mes.
Imagen: DW/R. Klein
El hambre desespera
Hacer colas para recibir las respectivas raciones demora hasta cinco horas. Los trabajadores son aislados por una malla de alambre para protegerlos de la violencia que puede surgir ante la desesperación de la escasez y el hambre.
Imagen: DW/R. Klein
Un campamento convertido en “ciudad”
Además de las tarjetas de racionamiento, los residentes del campo obtienen vales que pueden canjear en ciertas tiendas. En los últimos 25 años, Kakuma se ha convertido en una pequeña ciudad. En el mercado se compran y venden cosas de uso cotidiano: alimentos, herramientas, artículos eléctricos o tarjetas SIM.
Imagen: DW/R. Klein
Mucha gente, poco trabajo
Los refugiados en Kakuma sólo pueden trabajar con un permiso especial, pero hay poco trabajo. Algunos trabajan para organizaciones benéficas. Para aumentar sus posibilidades laborales, hay proyectos individuales de formación. Aquí, tanto los refugiados como la población local pueden formarse en carpintería, electricidad y costura.
Imagen: DW/R. Klein
Sin familia ni educación
"Quiero ser una enfermera," dice Kamuka Ismali Ali, quien huyó de la guerra en el sur de Sudán. "Todavía no sé si mi familia vive”. Kamuka, de 20 años de edad, asiste a una escuela en Kakuma y quiere graduarse. "Cuando la guerra termine, ansío poder volver a ver a mi familia y ayudarla".
Imagen: DW/R. Klein
Integración: auto-sustento y convivencia
Gracias a la ayuda internacional, los habitantes de este campo de refugiados pueden recibir la atención más urgente. Debido a que Kakuma crece todos días y los refugiados son separados de la población local, unas 60.000 personas serán reubicadas en otro nuevo campo, a unos 20 kilómetros de distancia. La idea es promover el auto-sustento de los refugiados y la convivencia con locales.