Kenya Cuevas aprendió a luchar desde pequeña. A los nueve años huyó de la violencia que ejercían sus hermanos contra ella en una familia disfuncional. Para salir adelante, a esa edad empezó con el trabajo sexual, a los 13 le diagnostican VIH. Por una injusta condena por tráfico y venta de drogas pasa diez años en la cárcel. Allí atiende y acompaña a morir a enfermos terminales de sida. Ver de cerca su sufrimiento provoca un cambio interior en ella: "Yo dejé las drogas al empezar a cuidar a estas personas”. Antes de cumplir la pena original de 24 años sale en libertad y, sin perspectivas, vuelve a ejercer el trabajo sexual. El 30 de septiembre de 2016 es asesinada una compañera suya. En su lucha por que se haga justicia y condenen al asesino, Kenya Cuevas vuelve a vivir en carne propia violencia de derechos humanos, criminalización e invisibilización por parte de las autoridades. Y esta vez dice ¡basta! y no para hasta conseguir que México reconozca el primer transfeminicidio.