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Klinsmann: historia de un despido

27 de abril de 2009

La paciencia del Bayern no alcanzó hasta el fin de temporada. El club echó al entrenador y la noticia no tomó por sorpresa a nadie pues el descontento de la afición, y los malos resultados, hacían prever este final.

Jürgen Klinsmann abandona el centro de entrenamiento del Bayern en Munich.Imagen: AP

Las directivas del Bayern, en especial el gerente deportivo Ulli Hoeness, aguantaron hasta donde les fue posible y mantuvieron a Klinsmann en el cargo pese al mal desempeño del equipo, la crítica de la prensa, y los gritos de la afición exigiendo la salida del entrenador.

“Aún se puede ser campeón de la Bundesliga” fue la consigna con la cual se justificó durante semanas la permanencia del ex entrenador nacional alemán; la derrota del fin de semana en casa contra el Schalke (0-1) dejó en claro que ese objetivo estaba en peligro. A la mesa directiva del club no le quedó otra alternativa que tirar del freno de emergencia, de lo contrario se arriesgaba el futuro financiero, que en Munich está atado a la participación del equipo en la Champions League, la cual aún no se asegura.

Revolución sin revolucionarios

Klinsman llegó al Bayern acompañado por el ruido de grandes anuncios, su propósito principal era "hacer a cada jugador cada día mejor" y para ello puso de cabeza las estructuras del club, que modificó en todos los aspectos: arquitectónicamente, en los horarios de trabajo, en el trato con la prensa. No hubo ningún área que en la temporada 2008/2009 no llevará su sello; su entrega fue tal, que incluso antes de asumir oficialmente como entrenador ya había empezado a trabajar.

La prensa alemana e internacional habló de una “revolución” en la Bundesliga y registró –no sin entusiasmo- las palabras de Klinsmann anunciando el “fútbol rápido, ofensivo, vertical, a un toque, de derroche físico” que caracterizaría al Bayern bajo su conducción.

A la revolución, para pasar de las palabras a los hechos, le faltaron los revolucionarios; el entrenador recibió el mismo plantel que obtuvo el título en el campeonato del 2008, al cual no introdujo modificaciones, escasamente un nuevo volante (Tim Borowski) y un arquero suplente (Joerg Butt) se integraron a la nomina. Klinsmann pretendió jugar con ese grupo de una forma diferente a la que éste estaba acostumbrado, e inicio una serie de experimentos -por ejemplo la línea de 3 al fondo o el uso de dos volantes de creación- que no fructificaron.

La contrarrevolución

Los resultados negativos del arranque de temporada, que las directivas del Bayern tomaron con calma solicitándole a la afición y a la crítica “paciencia, hay que darle tiempo al nuevo entrenador”, enrarecieron el ambiente donde menos se esperaba, en la cabina.

Los primeros en resistirse a los propósitos de cambio de Klinsmann fueron los jugadores, y el entrenador –presionado por la necesidad de acumular puntos en la liga- cedió ante ellos poniendo punto final a sus experimentos. El otoño y el inicio del invierno fueron exitosos para el equipo en la Bundesliga e internacionalmente; jugando con la misma formación y con el mismo estilo de la temporada anterior se lograron victorias.

Esa serie de triunfos en vez de unir, separó al cuerpo técnico y a los jugadores; el primero planteaba una cosa y los segundos la interpretaban en la cancha, con gran liberalidad, a su manera. Al final cada uno hacía lo suyo y la ausencia de unidad se hizo evidente y produjo consecuencias: dolorosas ante el Barcelona, que sacó de competencia al club alemán de la Champions League y denigrantes en la Bundesliga en partidos como el 1-5 ante el Wolfsburg el 0-1 del sábado pasado en casa frente al Schalke.

La voz del pueblo

Los aficionados que cada fin de semana siguen con atención (y pasión) los juegos del Bayern, fueron los primeros en darse cuenta que la situación, lejos de vislumbrarse rescatable se tornaba crítica. Con su “sabiduría popular”, primero en voz baja y de manera aislada, luego en coro produciendo un ruido estruendoso, propusieron una solución: “¡Fuera Klinsmann!”.

La protesta de las barras en las tribunas del estadio se trasladó en pocos días al centro de entrenamientos del Bayern, donde ya no era inusual ver pancartas de rechazo al entrenador acompañadas de gritos en su contra. Entretanto el equipo no hacia nada por acallar esas voces, por el contrario, encadenaba un partido malo con el siguiente, alimentando el descontento.

El final

Los únicos que continuaban regalándole algo de credibilidad y confianza a Jürgen Klinsmann eran las directivas del Bayern; al principio todas, durante la parte más dura de la crisis (derrota en Barcelona y Wolfsburg) sólo el gerente deportivo Uli Hoenes, al final, cuando se trató de rescatar los restos del naufragio, nadie.

El Bayern lo aclaró de forma precisa al justificar el despido de Klinsmann diciendo “consideramos que la consecución del último objetivo mínimo de la temporada se encuentra en peligro”; en la práctica se trata de los 50 millones de euro que genera participar en la Champions League, contra los apenas 3 millones que deja de botín la Copa UEFA.

Esa diferencia en las sumas son las que determinan si es posible o no retener a estrellas como Franck Ribéry y Luca Toni en el plantel, o si se pueden adquirir los refuerzos que el Bayern necesita para aspirar a títulos nacionales e internacionales en la próxima temporada.

Y pese a que se va sin amigos en el Bayern, Klinsmann no se resignó ni siquiera al momento de partir, por eso sus palabras de despedida fueron: “Estoy decepcionado, pero creo que nosotros sentamos el fundamento para el futuro del club”.

Autor: Daniel Martínez

Editor: José Ospina-Valencia

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