La amistad no es una obviedad
17 de febrero de 2015Tres países y cinco ciudades en tres días y medio; dos jefes de Estado, tres ministros de Relaciones Exteriores y otros dos miembros de gabinete; además, visitas a diversos proyectos y conversaciones con personas que intentan superar una sangrienta guerra interna. Para el ministro alemán de Relaciones Exteriores, es una agenda normal. Pero el hecho de que este viaje haya podido realizarse en las horas y días decisivos tras el acuerdo de Minsk para dar una salida al conflicto ucraniano, es una prueba de la importancia que el ministerio de Relaciones Exteriores germano asigna a Latinoamérica.
Después de las 17 horas de negociaciones en Minsk, Frank-Walter Steinmeier regresó a Berlín para subirse inmediatamente al avión rumbo a Brasilia. A partir de entonces, las gestiones políticas con respecto a Ucrania tuvieron que proseguir en el avión, por la noche o entre cita y cita. El cansancio y la tensión del ministro y sus más estrechos colaboradores eran claramente perceptibles por momentos, pero nunca en las reuniones oficiales. Ya sea en Brasil, en Colombia o en Perú, Steinmeier nunca se cansó de destacar cuán grande es el gran aprecio por cada país, cuantos intereses mancomunados existen y cuán vasto es el fundamento de los valores compartidos.
La cordialidad fue ampliamente retribuida. “Alemania se cuenta entre nuestros principales socios”, señaló por ejemplo el ministro de Relaciones Exteriores de Perú, Gonzalo Gutiérrez Reinel. Su homóloga colombiana, María Ángela Holguín Cuéllar, fue algo más explícita en lo tocante a la motivación del interés: “No solo queremos inversiones, sino también experiencia e innovación para nuestra economía”. En Brasilia, el ministro de Relaciones, Exteriores Mauro Luiz Vieira, hizo notar que desde hace tiempo existen aspiraciones políticas conjuntas, sobre todo en cuanto a la reestructuración del Consejo de Seguridad de la ONU.
Más allá de las florituras diplomáticas, los intereses conjuntos quedaron así bastante bien delineados: los tres países son extremadamente dependientes de las materias primas y, dado que sus precios bajan, enfrentan ahora el desafío de reestructurar sus economías y satisfacer al mismo tiempo las exigencias de la clase media, que han aumentado. La industria alemana, con su fama de buena calidad, es tan codiciada como las cooperaciones en materia de investigación y tecnología. En contrapartida, grandes mercado atraen a las empresas alemanas. Por ejemplo Brasil, con sus 200 millones de habitantes, es tan relevante que las empresas alemanas jamás pondrían en tela de juicio su interés por ese país, pese a la política proteccionista del gobierno de Dilma Rousseff.
Pero todo apoyo es siempre bienvenido y la delegación empresarial que viajó con el ministro está muy satisfecha con la decisión de Steinmeier de efectuar la gira por Latinoamérica.
Pero, aparte de las cosas que efectivamente tiene en común Alemania con estos países, en honor a la verdad hay que decir también que las buenas relaciones con los Estados latinoamericanos no son una obviedad. El fundamento valórico compartido es de cuño europeo y en aquellos países en los que la población indígena, oprimida durante siglos, ha adquirido una nueva conciencia de su valor, se percibe menos que en otras partes. Además, las crasas diferencias sociales han provocado un auge de movimientos populistas de izquierda con tendencias autoritarias. Por otra parte, China y Rusia han intensificado sus relaciones con Latinoamérica y ofrecen inversiones. Aparte de los países visitados por Steinmeier, en Sudamérica solo Chile puede contarse como socio en el sentido más estrecho. A eso se suma que Brasil no es un socio fácil. Pese a todas las coincidencias en los postulados de política multilateral, a nivel de política regional hay diferencias. Con Dilma Rousseff, las relaciones de Brasil con Alemania no se han visto marcadas por el afecto, sino por el pragmatismo.
A Alemania le ha correspondido una mayor responsabilidad internacional que es difícil de llevar, no en último término debido a los lastres del pasado. Un motivo más para buscar aliados y cultivar amistades, también y especialmente en tiempos de crisis. En consecuencia, el viaje a Latinoamérica, que a primera vista parece tan poco oportuno, es una señal importante precisamente en estos momentos. Especial importancia simbólica adquiere así el hecho de que el ministro alemán haya sellado en Colombia un acuerdo para cooperar en el proceso de superación del conflicto. Fue idea del presidente Santos que las instituciones alemanas podrían ayudar a su país en la fase postconflicto. Al fin y al cabo, los alemanes tienen experiencia en confrontarse con el pasado.