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La ardua remodelación europea

ERS18 de octubre de 2007

Condenados a entenderse, so pena de agudizar aún más la crisis, los gobernantes de los 27 países de la Unión Europea se reunieron en Lisboa para dar luz verde a la reforma estructural de la organización.

Simbólicamente futurista es la sede de la cumbre de la Unión Europea.Imagen: AP

Nadie se atrevería a poner en duda las convicciones europeístas de Romano Prodi. Al fin y al cabo, el primer ministro italiano presidió en su día la Comisión de la UE y está profundamente imbuido del espíritu que alienta la integración. El hecho de que haya sido justamente él quien añadiera una dosis de tensión en el preludio de esta cumbre de Lisboa, al negarse a aceptar una reducción del número de representantes de Italia en el Parlamento Europeo, pone en evidencia cuán difícil es lograr consensos cuando éstos implican concesiones. Y eso ocurre casi siempre.

El “Plan B”

Tanto más urgente resulta pues la reforma de la Unión Europea, para evitar el permanente peligro de bloqueo al que se expone cualquier organización forzada a la unanimidad para tomar decisiones. Pero llevar la iniciativa a buen puerto ha resultado una tarea titánica, sobre todo después de que los referendos de Francia y Holanda echaran por tierra la idea original de una Constitución europea. Concesión tras concesión, durante la presidencia alemana de la UE los gobiernos consiguieron dar forma al “Plan B”, menos ambicioso que el proyecto constitucional, pero viable.

En lo medular, el mecanismo de doble mayoría ideado para la toma de decisiones debería asegurar, por un lado, la capacidad de acción y, por otro, el resguardo de los intereses de todos. El sistema es simple: para aprobar una moción se requiere por lo menos el voto del 55% de los países que, a su vez, deben representar al 65% de la Unión Europea. Polonia, el más obstinado de los detractores de la idea, ha seguido luchando hasta ahora por imponer sus intereses, plasmados finalmente en el acuerdo de permitir que se dilate una decisión cuando el resultado de la votación haya sido extremadamente estrecho.

Peor es nada

“Ciertamente lamentamos que haya sido necesario hacer concesiones a algunos países para conseguir una aprobación general del tratado de reforma. Pero respetamos los reparos y, decididamente, preferimos lograr una solución que todos respalden -aunque contemple excepciones para uno que otro país-, a no avanzar en lo absoluto”. Esas palabras del presidente de la Comisión de la UE, José Manuel Durao Barroso, lo dicen todo.

Europa necesita el Tratado de Reforma para salir del estancamiento. Y los tira y afloja de último minuto no hacen más que confirmarlo.

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