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La arriesgada estrategia de Obama

Michael Knigge /Emilia Rojas14 de junio de 2013

La decisión estadounidense de dar apoyo militar a la oposición siria representa una escalada del conflicto. El paso se justica indicando que las fuerzas de Assad utilizaron armas químicas, pero esa no es la única razón.

Imagen: Reuters

Cuando la Administración Obama anunció que en lo sucesivo Washington autorizará el respaldo militar directo al sector democrático de la oposición siria, el vice asesor de Seguridad del presidente, Ben Rhodes, lo justificó aludiendo al uso de armas químicas por parte de las fuerzas de Assad. Esa era la “línea roja” que había trazado Obama, advirtiendo que traspasarla acarrearía consecuencias. Entretanto, según Rhode, Washington se ha convencido de que Assad efectivamente “utilizó varias veces, en pequeña escala, armas químicas contra la oposición”.

La acusación no es nueva. Ya desde fines del año pasado comenzaron a circular versiones sobre el empleo de armas químicas en Siria. En abril, Francia y Gran Bretaña dijeron tener pruebas de ello, y luego también Israel afirmó algo similar. ¿Qué indujo entonces al gobierno estadounidense a reaccionar ahora?

Heinz Gärtner, especialista en Estados Unidos del Instituto Austriaco de Política Internacional, con sede en Viena, indica que Obama se ha visto forzado a actuar porque, en el plano político interno, ha aumentado en el último tiempo la presión de influyentes políticos republicanos, como John McCain. Sus demandas trascienden incluso claramente la ahora anunciada asistencia militar y apuntan a una zona de exclusión aérea.

John McCain, senador republicano.Imagen: imago/UPI Photo

Los verdaderos motivos

La presión nacional e internacional no ha sido, sin embargo, lo determinante para que Obama decidiera intervenir activamente en el conflicto, a juicio de Nathalie Tocci, subdirectora del Instituto de Relaciones Internacionales (IAI) de Roma. “No creo que esa haya sido la verdadera razón”, indicó, haciendo notar que las denuncias del uso de armas químicas ya se conocían desde hace tiempo. “El detonante fue, en mi opinión, que las tropas de Assad han recuperado terreno claramente, con un considerable apoyo de Hezbollah”, indica la analista.

La oposición siria está militarmente debilitada, a más tardar desde que perdió la batalla por la ciudad de Kusair, a comienzos de junio. Según informaciones de prensa, ya a fines de mayo, el servicio secreto alemán BND había corregido su apreciación del conflicto sirio, indicando que las tropas de Assad estaban ganando la delantera.

La batalla de Kusair significó un golpe duro para los rebeldes.Imagen: STR/AFP/Getty Images

Según Nathalie Tocci, Obama tuvo que reaccionar ahora para impedir que la oposición siria siguiera debilitándose o quizás fuera derrotada incluso antes de la nueva ronda de negociaciones para poner fin al conflicto de Siria, planeada para julio. De lo contrario, el régimen de Damasco no tendría motivos para participar en las conversaciones.

Nueva fase

Con la planeada entrega de respaldo militar a la oposición, que habría de efectuarse a través de la CIA, el conflicto entra en una nueva fase. Según los especialistas, la guerra escalará, pero no habrá un vuelco decisivo. Según Nathalie Tocci, Washington de seguro tiene conciencia de eso. “El objetivo es intentar restablecer un equilibro de fuerzas”, apunta, agregando que si Estados Unidos buscara un giro definitivo, “establecería una zona de exclusión aérea”.

Washington no quiere ir por ahora tan lejos. Pero también el suministro directo de armas encierra riesgos. A fin de cuentas, nadie sabe dónde irán a parar, indican los entendidos. No hay que olvidar que las armas entregadas en los años 80 a los muyahedines afganos para combatir contra los soviéticos fueron empleadas más tarde contra Estados Unidos. Hasta ahora no se sabe tampoco qué tipo de armamento podría entregar Washington a los rebeldes sirios. Por ejemplo, se podría pensar en cohetes portátiles tierra-aire.

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“Cabe suponer que parte de esas armas va a caer en manos de grupos que, aunque combaten contra Assad, también podrían usarlas posteriormente contra Occidente”, indica Gärtner. “Si se envían misiles tierra-aire, éstos podrían ser empleados algún día por terroristas para atacar aviones civiles”, indica, concluyendo que “la idea de suministrar armas sólo a los buenos es, en general, algo muy problemático”.

Autor: Michael Knigge / Emilia Rojas Sasse

Editora: Claudia Herrera Pahl

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