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La cerillera, cuento musical para una democracia

María Santacecilia22 de septiembre de 2013

Compositores alemanes reflejan sus posiciones políticas en forma de sonidos. Es el caso de la ópera “La cerillera”, de Helmut Lachenmann, basada en el cuento de Andersen y en un violento hecho de la historia alemana.

Imagen: picture-alliance/dpa

Aterida de frío en la calle, una pequeña vendedora de cerillas enciende un fósforo. Su luz le muestra una cálida escena hogareña, donde hay comida caliente y regalos para los niños. La sensación es tan agradable, que va gastando fósforo tras fósforo y cada nueva llama proyecta una imagen aún más confortable que la anterior. Si la pequeña vendedora de cerillas concebida por Hans Christian Andersen no hubiera acabado muriendo en la calle ¿en quién se hubiera convertido de adulta?

Partiendo de esa hipótesis, el compositor alemán Helmut Lachenmann escribió su ópera Das Mädchen mit den Schwefelhölzern, que estos días se representa en la Trienal del Ruhr. Lachenmann encendió su propio fósforo y vislumbró el perfil de Gudrun Ensslin, una terrorista alemana, como posible continuación vital para la pequeña: “Pienso que si esa niña inocente no hubiera muerto, de mayor hubiera podido ser alguien como Gudrun”, dice Lachenmann. Gudrun Ensslin fue una de las fundadoras del grupo terrorista alemán Fracción del Ejército Rojo (RAF, por sus siglas en alemán), que perpetró una serie de atentados en la década de los sesenta del siglo pasado. Arrestada en 1972, Ensslin apareció ahorcada en la cárcel pocos años después.

¿Arte banal o arte que provoque la reflexión?

Murmullos, susurros, zumbidos, crepitaciones, conforman la particular concepción de Helmut Lachenmann para el personaje de Andersen. Su universo sonoro se enmarca dentro de la llamada “música crítica”, el intento iniciado a finales de los años 60 por parte de un grupo de compositores alemanes de hacer reflexionar al oyente sobre totalitarismos de toda índole y la manipulación en la sociedad capitalista. Lachenmann despoja a los instrumentos de su función tradicional, convirtiéndolos en emisores de ruidos y parte de un engranaje sonoro atípico. Todo el mundo espera que un violín o un clarinete entonen hermosas melodías, no que sean acariciados, martilleados y golpeados para producir ruido.

“En los años 60 y 70, algunos artistas nos rebelamos contra los viejos valores”, explica Lachenmann. “En esa época, existía en Europa una enorme indiferencia hacia las dictaduras, hacia Vietnam, hacia el Tercer Mundo. En aquel contexto, algunos nos preguntamos si queríamos, como artistas, ser un simple divertimento o ayudar a la gente a despertar. Así surgió el concepto de música crítica”. Pero, su forma no convencional de utilizar los instrumentos ¿no es también un ataque a lo establecido, una forma de llamar la atención, como los terroristas del RFA? “Yo concebí otra idea de música y eso molestó a mucha gente, pero el terrorismo tiene que ver con la violencia y lo que yo escribo es producto del amor y de la felicidad…”, explica Lachenmann. “No creo haber hecho saltar por los aires el sistema musical. Es cierto que mi obra ha podido resultar controvertida, pero no es violenta”, asegura.

Helmut LachenmannImagen: picture-alliance/dpa/dpaweb

En Alemania florece el arte político

El papel del arte quedó cuestionado tras la Segunda Guerra Mundial. En Alemania, más que en ningún otro lugar. Los compositores buscaron nuevas vías creativas y la opción política fue una de ellas, ya entrada la década de los años 60. Lachenmann, Huber, Spahlinger representan esta tendencia. Lejos quedaban aquellos músicos prohibidos por los nazis que florecieron durante la República de Weimar, los llamados “degenerados”, por sus tendencias izquierdistas, modernas y cosmopolitas. En la nueva Alemania, cabe la dimensión política en el arte, que adquiere un fuerte componente crítico.

La Trienal del Ruhr, fundada en 2002 en la comarca industrial del estado federado de Renania del Norte-Westfalia, es un festival consolidado en la escena internacional. Su carácter innovador e interdisciplinar hace de él uno de los eventos más interesantes de la actual vanguardia artística. En la presente edición, la Trienal acoge La cerillera, de Helmut Lachenmann, en una nueva puesta en escena elaborada por el norteamericano Robert Wilson. En los días previos a las elecciones alemanas y en la misma jornada de los comicios, el público puede disfrutar del contraste entre la inocencia de la niña y la violencia de la terrorista adulta. Las frustraciones y anhelos de ambas quedan envueltos en el murmullo sonoro tejido por Lachenmann. Ambas sueñan con un mundo mejor y muchos de quienes hoy votan en Alemania, también.

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