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La codiciada sonrisa de Bush

30 de mayo de 2003

La fiesta de San Petersburgo marca el inicio de un fin de semana colmado de citas al máximo nivel. El presidente Bush se reunirá con los gobernantes de Rusia y Francia, pero no tiene tiempo para el canciller alemán.

Putin puede contar con el perdón de Bush. No así Chirac y Schröder.Imagen: AP

Como si se tratara de una gala de astros del cine, o de un baile de quinceañeros, todos están pendientes de los encuentros, miradas o sonrisas que se dediquen los protagonistas en las festividades de los 300 años de San Petersburgo y luego en la cumbre de las siete principales naciones industrializadas y Rusia, en Evian. Eso parece ser lo fundamental de este fin de semana en que el presidente estadounidense, George Bush, visita por primera vez Europa después de la guerra contra Irak. Pero no es mero asunto de chismes. Lo que se definirá en estos días es el curso que tomarán a corto plazo las relaciones transatlánticas, tras la brecha abierta por la crisis iraquí. Ello explica que cada gesto del jefe de la Casa Blanca sea medido con balanza de alta precisión.

El carnet de baile

El itinerario del viaje de Bush da una pauta clara. Para su primera escala escogió a un representante de la "nueva Europa", que demostró ser un fiel aliado y apoyó la intervención contra Bagdad no sólo retóricamente: Polonia. Poco importa que no hayan sido más de 200 los soldados polacos enviados a la contienda. El gesto es lo que vale para el mandatario estadounidense, que ha demostrado extrema susceptibilidad ante las actitudes de sus aliados. En consecuencia, el gobierno de Varsovia recibe la recompensa esperada.

Más suspenso hay en cuanto al giro que adoptarán las relaciones con el "eje pacifista". En lo tocante a Moscú, todos los signos apuntan a la distensión. Bush no sólo acudirá en sábado a las celebraciones del tricentenario de San Petersburgo, sino que sostendrá un diálogo privado con el presidente ruso, Vladimir Putin. Evidentemente, su rechazo a la invasión de Irak no ofendió tanto a Washington como el de los gobernantes de Francia y Alemania. Pero incluso el presidente francés, Jacques Chirac, obtuvo un lugar en la agenda de Bush, para conversar a solas durante la cumbre del Grupo de los 8. Algo de lo que no puede jactarse el canciller germano. Gerhard Schröder no disfrutará de ese honor, por "falta de tiempo", según explicó escuetamente la asesora de seguridad estadounidense, Condoleezza Rice.

Visiones contrapuestas

Schröder ya ha dicho que no le parece justo que "sólo se observe quién le da la mano a quien o cuánto tiempo la mantiene estrechada", consciente de que no será precisamente él quien reciba el saludo más cálido de Bush. A juicio de ciertos analistas alemanes, ello no le vendrá del todo mal para ganar simpatías en el ala izquierda de su partido, con la que tendrá que batirse el domingo en un congreso de la Socialdemocracia para poder sacar adelante su programa de reformas y recortes en el plano social.

Aunque el jefe de la Casa Blanca haya asegurado reiteradamente que el encuentro de Evian no será una cumbre de "confrontación", la ley del hielo no se ha derogado definitivamente. Lo más probable es que se imponga el pragmatismo, pero la divergencia sigue existiendo en el asunto de fondo: las diferentes visiones imperantes sobre el nuevo orden político internacional. La grieta pasa por el medio del G-8. De un lado está el unilateralismo adoptado por Estados Unidos, con el respaldo de Gran Bretaña, Italia y Japón; y, del otro, el esquema multilateral que preconiza Francia, secundada por Alemania, Rusia y Canadá.

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